Capítulo 24

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Las chicas se encontraron felices de que Lisa haya salido del hospital sin ningún problema, los médicos determinaron que su desmayo se debió a que sufre de hafefobia, obviamente, realizaron todos los exámenes pertinentes para concluir con el diagnóstico. También ese día Rosé se enteró de la enfermedad de Lisa.

Los días que vinieron después de eso fueron completamente desgastantes a nivel mental, y más cuando la presidenta regresó al país echa una furia, de hecho, tuvieron que llamar a un médico al ver como se puso pálida y refirió tener mareos, se le había subido la presión arterial de las iras.

La mujer se disculpó con ellas por todo este embrollo, pero no la culpaban de lo sucedido, ya que todo fue hecho a sus espaldas, sin embargo, no negaron que se sintieron bien al recibir esa disculpa.

Pero todo fue mejor cuando Seungri recibió su merecido por la corte, lo habían sentenciado a veinte años en prisión sin posibilidad de fianza, en pocas palabras, se iba a pudrir en la cárcel, y todo fue gracias a Hwang que se encargó con los abogados de la agencia hagan caer todo el peso de ley contra Seungri más las otras demandas de las anteriores víctimas.

Un final feliz como ellas dirían.

Ahora las chicas se encontraban en casa tomando un debido descanso, ya era media noche y las alfas continuaron jugando en sus celulares.

—¡A tu derecha, Limario! ¡Derechaaa!—Jisoo evadía las balas mientras saltaba.

—¡¿Tu derecha o mi derecha?!—el personaje de Lisa empezó andar en círculos.

—¡Esa es la izquierda, babosa! ¡Tontín ven rápido que me muero!—le dieron un disparo en la cabeza—. ¡Revivemeeee!

—¡No tengo balas! ¡Esp...!

Dejaron de jugar al escuchar un potente grito provenir del otro cuarto, era de las omegas. Sin pensarlo fueron lo más pronto posible con un bate y un palo de hockey, vieron que la puerta estaba cerrada, pero no se tomaron la molestia en tocar y solo la derribaron con todas sus fuerzas, se cayeron en el proceso, pero se repusieron con la guardia arriba.

—¡¿Qué pasó?!—Jisoo examinó cada rincón de la alcoba que solo estaba alumbrada por una lamparita.

—¡¿Están bien?!—Lisa empezó a gruñir por si acaso.

Las omegas cruzaron miradas con el corazón en la garganta, la entrada tan abrupta y violenta de las alfas les había arrebatado años de vida por el susto, al cabo de unos segundos Rosé pudo reaccionar.

—¡¿Qué demonios les pasa?! ¡Destruyeron la puerta!—tenía una mano colocada en el pecho.

—Oímos un grito y venimos a ver lo que pasaba, ¿están bien?—Lisa las analizó con cuidado y no encontró nada por lo cual alarmarse, suspiró de alivio.

—Ah, eso. Estamos bien, gracias chicas—Jennie por el rabillo del ojo notó como su mejor amiga se encogió en su sitio—. Pero, ¿por qué el bate y el palo de hockey?

—Con Limario decidimos que jamás íbamos a llegar tarde de nuevo, nunca más—Jisoo les sonrió—. Es por este motivo, señoritas, que les vamos a presentar a estos bebés—alzó el bate y Lisa la imitó—, se llaman respeto y modales.

—Cuando un idiota quiera pasarse de listo con ustedes vamos a ir a comunicarnos con respeto y a enseñarle modales—Lisa movió el palo de hockey. Las alfas posaron como si fueran mafiosas.

Las omegas no hicieron otra cosa más que reírse a carcajada limpia, en la vida se les hubiera ocurrido nombrar aquellos artículos deportivos con esos fines nada pacíficos, pero también se rieron para ocultar el sonrojó que emergió sin su permiso.

Black and PinkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora