Capítulo 32

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La brisa de la primavera chocaba con la suave cabellera de Jisoo quién se encontraba en el jardín tumbada. Hoy tenía planeado salir con Lisa, pero la menor ya tenía una cita con Jennie y tuvo que rehacer sus planes, solo quería distraer a su insufrible cerebro de una sola persona, Rosé.

Aun se halló molesta por todas las cosas que le dijo y no planeaba hablar con ella a menos que se disculpe, el hecho que a ella le guste demasiado no significa que iba a pasar todas sus actitudes groseras, claro que no.

Pero eso no fue todo, ¿por qué tuvo que ir a buscarla? Si no hubiera ido... sin tan solo... quizá su corazón no estaría afligido en estos momentos. Cuando la vio cerca de esa mujer, de esa alfa fue inevitable no sentir pequeñas agujas clavándose en su pecho. Verla charlar con total confianza y plenamente cómoda le hizo ver que con ella solo había peleas de por medio, era pocos los casos en donde estaban así, hablando con sonrisas en sus rostros.

Observó esa alfa y era muy atractiva, incluso era del mismo porte de Rosé, y tenía estilo. Odiaba sentirse inferior, hace años que no sentía ese asqueroso sentimiento, ese sentimiento de no cumplir con los estándares de la sociedad, de no estar a la expectativa de los omegas.

Tú eres la inalcanzable luna y yo la humilde loba que aúlla melodías de amor, porque jamás estaré en el mismo espacio que tú, yo pertenezco a la tierra y tú al cielo, jamás nos encontramos.

Con sonrisa triste se fue, no tuvo la fuerza para interrumpir, y ahora se encontraba en esa deprimente situación. Hacia todo lo posible para evitar a la omega dentro de la casa y no le importó en lo más mínimo si se daba cuenta de eso, solo quería poner en orden sus pensamientos.

—Jisoo...

Ahí estaba, la voz de todos sus males, con pesadez elevó la cabeza y miró que la omega tenía puesto su lindo top crop negro adidas que dejaba al descubierto su abdomen plano, unos jeans bombachos y zapatillas blancas. Dejó de verla y recostó su cabeza en el pasto de nuevo, si la veía por mucho tiempo su juicio iba a debilitarse.

—Solo necesito unos minutos de tu tiempo, por favor.

Oyó la voz suplicante de la australiana. Era la primera vez que la oía hablarle de esa manera, con facilidad podría negarse a su pedido y seguir evitándola, pero estaba cansada, no tenía energía para discutir ni retirarse del sitio.

—Te escucho—Jisoo se acomodó hasta quedar sentada.

—Antes de eso, ¿puedes cerrar los ojos?—Rosé vio como rodó los ojos, pero lo hizo—. Puedes abrirlos.

La australiana contempló como la alfa gesticuló una sonrisa al ver lo que tenía entre las manos.

—Es un...

—Skwovet, es un skwovet—interrumpió al ver que sostenía un peluche de Pokémon—. ¿Por qué un skwovet?

—Tú siempre dices que soy como una ardilla y, bueno, skwovet es una ardilla—hizo una pausa—. Yo no pienso devolverte el pikachu, ahora es mío.

—¿Qué? ¿Cómo que tuyo?—enarcó una ceja, ese peluche era su favorito.

—Sí, ahora es mío—infló los cachetes—. Él me recuerda a ti, porque cuando esta de gruñón hecha chispas igual que tú, y también huele como tú. Me ayuda a dormir—no mentía, con el peluche se sentía segura—. Así que yo te doy a skwovet—le extendió el peluche.

Jisoo notó que en verdad no planeaba devolverle su pikachu por nada del mundo, pero curiosamente no le molestó, verla suplicando con sus ojitos que no le quite el peluche la desarmó por completo. Cuando iba a tomar el pokemon, Rosé lo apegó con rapidez a su cuerpo.

Black and PinkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora