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Pateo la puerta de su remolque y la recuesto sobre el estrecho sofá que se encuentra junto a la entrada

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Pateo la puerta de su remolque y la recuesto sobre el estrecho sofá que se encuentra junto a la entrada.

No puedo tomarme el tiempo que quiero, tampoco puedo ser dulce.

Soy un animal, puro instinto y pasión. Y lo que más me agrada es que ella es sumamente receptiva.

―Mereces adoración y no mi brutalidad, lo siento pero no puedo contenerme. ―la ronquera es una simple muestra de cuánto me afecta.

―Merezco ambas cosas y tu lado salvaje se siente perfecto justo ahora, no te disculpes. ―su mirada desafiante me invita a avanzar y como un puma, comienzo con la faena.

Al cabo de un minuto estamos completamente desnudos; yo entre sus piernas, mi lugar favorito en el mundo, y ella tendida entre cojines con fundas afelpadas de patrones mexicanos y gemidos.

Lamo sin saciarme, degusto sin piedad. Mis dedos se clavan en sus muslos y mi nariz se hunde en las puertas de su femineidad. Su carne palpita sin retorno, sus jadeos me advierten sobre el colapso de su cuerpo.

―Fabieeeeeeeen― la letra e se prolonga ahogadamente hasta que rompe la barrera de oxígeno que nos rodea.

El temblor de sus muslos acaricia mis mejillas hasta que me retiro de ella y me acaricio el miembro. Está lubricado, duro y listo para continuar con la segunda parte.

―Iremos a la cama esta vez ―reclamo entre risas. Veronika no objeta, aun en la novena nube de éxtasis.

La tomo de la mano y correteamos hacia la alcoba; la llevo a la cama con ternura, aprovechando su sensibilidad. No se mantiene sumisa: mientras que intento que permanezca acostada, ella se desliza al piso y se aferra a mis piernas.

―Veronika...―gruño, amante del control.

―Shhh, deja de ser tan mandón y dame el poder.

Dame el poder.

―Si me lo pides así, lo tienes, nena ―Se relame y pestañea con absurda inocencia.

Le golpeo las mejillas con mi dura polla hasta que su paciencia se agota y me toca las pelotas. Literalmente. Su lengua pincela mi miembro, su calidez lo envuelve y los ronroneos lo arrullan.

La miro fijamente mientras despliega su arsenal de recursos; estoy sumamente excitado y demente por esta mujer que no ha hecho mejor cosa que existir.

Los sonidos saliendo de lo profundo de su boca, sus manos pequeñas y cálidas envolviendo mi escroto y sus ojos buscando la conexión con los míos, es más de lo que puedo soportar.

Los dedos de mi mano derecha desordenan su cabello, lo empuñan y jalan de él, en tanto que la otra acaricia su mejilla. Mi pulgar tiene vida propia y hace lo único tierno en este cuadro: rozarle la piel sedosa, decirle secretamente que me encanta lo que está haciendo.

"Soy tu venganza" CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora