Decir que estoy agotada es un eufemismo.
Extremadamente exhausta se acerca más a lo que sienten mis huesos. Es el cuarto día que llevo en San Luis, estado de Misuri, atendiendo consultas de las 9 a las 18 horas. La gente es amable, como en casi todos los lugares en donde estaciono mi remolque sanitario, lo cual me gratifica.
Y me colapsa.
Al principio, las personas se sorprenden cuando siento base en lugares un tanto solitarios con mi gran vehículo, pensando en que soy un artista de rock o algo parecido, hasta que me ven bajar con mi escaso metro sesenta, mi uniforme blanco, mi abrigo con piel artificial alrededor del cuello y comienzan a elaborar toda clase de teorías sobre mi persona y los motivos que me llevan a visitarlos.
Hace casi un año que estoy subida a este ómnibus completamente negro recorriendo el país, haciendo controles a embarazadas, ancianos y niños, los más vulnerables y excluidos del sistema médico nacional.
Si bien me especializo en ginecología, también me desempeño como médica de familia, lo cual me acerca a toda clase de pacientes. El primer día en este sitio, la curiosidad de los lugareños solo me llevó a hacer tres consultas. Fueron tres personas que iban en dirección al parque Jellystone y se toparon con el monstruo que conduzco. No soy BJ pero me siento cómoda detrás del volante.
El segundo y el tercer día, solo hice a tiempo de hacerme un hueco para almorzar en tanto que hoy ni siquiera he comido a horario.
Sí, a las diez de la noche se ha retirado el último de los interesados, un hombre con un glaucoma más que avanzado al que solo pude recomendarle que visite un hospital con letras mayúsculas. La respuesta "no tengo seguro médico" fue obvia y mi gesto, en respuesta, elocuente: tragar con rudeza, tomar sus datos y prometerle que hablaría con las autoridades del centro más cercano para que cubra, al menos, sus estudios básicos para un diagnóstico y un tratamiento adecuado.
Llevo una extensa lista de casos como ese en los cuales mi atención primaria no puede hacer mucho y mi compromiso va más allá de la asistencia momentánea que brindo en mi móvil sanitario.
Necesitaba quitarme el mal trago de no poder hacer más de lo que me gustaba; mis insumos son limitados, por lo que debía asegurarme tener los suministros para llegar a la última ciudad que me queda por ver antes de regresar al trabajo del que me licencié por un año.
Haciendo un inventario diario de los medicamentos, siendo cuidadosa con aquellas cosas que necesitan refrigeración, me aseguro del estado de las provisiones. En estos meses todo salió mejor de lo esperado; me siento orgullosa de lo conseguido hasta entonces, pero no solo en materia médica sino también, en materia humana.
―¿Mucho trabajo? ―Rusty es un joven que no ha dejado de coquetear conmigo desde que puse un pie en San Luis. No me malinterpreten, me siento halagada que se fijen en mí, pero no busco ninguna clase de aventura.
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"Soy tu venganza" Completa
RomanceCon una venganza que lleva años en su mente, el sargento Fabien Venturi emprende un largo viaje hasta la ciudad de San Luis, Misuri, dispuesto a terminar con esa promesa que hizo a su madre. Veronika es una doctora que decide alejarse de la ciudad...