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 Hemos pasado la semana poniendo a prueba la firmeza de sus escasos muebles y la resistencia de su cama

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 Hemos pasado la semana poniendo a prueba la firmeza de sus escasos muebles y la resistencia de su cama.

Tenemos sexo, mucho y del bueno, pero también conversaciones tontas y otras, no tanto.

Ella es quien lleva la voz cantante; habla de su madre, lo bonita que era y cuánto amaba a los animales y a su jardín. Las veces que lo hace sus hermosos ojos se le llenan de lágrimas y es imposible no conmoverme. Descubro que es seguidora de los Cleveland Cavaliers, que gesticula por demás y no sabe nada de cocina.

Me encontré llenando su alacena más veces de lo que pensé y cocinándole todas las noches desde que le regalé el ramo de azucenas. Por momentos, la culpa me invade y miro un punto fijo sin saber cómo seguir. Rápidamente soy descubierto por su mirada sagaz y me sumerjo en el momento.

Falta un día para que se marche de San Luis y ya se ha despedido de la atención al público. Todos agradecieron su labor y la han llenado de toda clase de obsequios: desde comida de dudoso envasado y conservación, hasta rosarios dignos de la fe cristiana.

Veronika debe descansar para conducir en dirección a Indianápolis. Son menos de trescientas millas, pero el pronóstico del tiempo no ha sido alentador y no quiero que corra riesgos innecesarios.

Desde hace dos días que no descanso bien; mis palpitaciones están a tope durante toda la jornada y el peso de tener que develar parte del plan - omitiendo unas cositas por aquí y otras por allá – se siente como una bomba a punto de explotar.

Traicionar mis principios es algo que está a la vuelta de la esquina. Me mezo en el precipicio constante, alterado y a punto de arrojarme sin un manto de seguridad.

Incumplir la promesa que le he hecho a mi madre sobre su tumba por caer en las redes de una mujer que me ha cautivado con sus ronquidos por la noche, por su increíble talento con la gente y con su dulzura sinigual, no es negociable.

Me encuentro angustiado y más taciturno de lo habitual.

Estoy lavando la vajilla que utilizamos en el almuerzo cuando dos pequeñas palmas se escabullen por debajo de mis axilas y se posan en mis pectorales. No hemos estado teniendo sexo tanto como hubiéramos querido, ya que Veronika estuvo con su período y no quise incomodarla.

Su espalda contra mi pecho y mis brazos envolviendo el ovillo de su pequeño cuerpo, fueron la mejor opción para dormir.

―Me excita mucho verte hacer las tareas domésticas ―Ronronea a mi oreja, probablemente de puntillas de pie, dada nuestra diferencia de alturas. Su perfume floral me enloquece.

Cierro el grifo de agua, seco mis manos con el trapo de lado y aplano las suyas contra mi torso. Las tomo, me las llevo a la boca y giro en una intrínseca maniobra, colgándolas de mi nuca. No quiero que descubra el motivo que me ha traído hasta aquí, mucho menos que conozca mi naturaleza vengativa y mis ansias por destruir a su padre.

"Soy tu venganza" CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora