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―¿Fabien? ―Estoy desconcertada detrás de la puerta

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―¿Fabien? ―Estoy desconcertada detrás de la puerta.

―¿Roni?¿Estás allí? ―Pregunta en un grito insistente.

¿Quiero verlo?

Cielos, estoy tan confundida.

Abro la puerta, renuente, y él entra intempestivamente. Me rodea con sus brazos; me llena de besos y me mira como si fuera un niño extraviado en la playa que se reencuentra con sus padres después de varias horas.

―Jesucristo, Roni. Me has tenido en vilo ―su exhalación me preocupa.

Trago, aun sin conectar las neuronas a mi lengua y viceversa.

―Estoy bien, ¿por qué dices eso? Y en todo caso, ¿qué haces aquí?¿Has tomado un avión solo porque no respondí a tu mensaje?

Bueno, fueron como dos mil, pero no los conté porque ni siquiera me molesté en leerlos.

Sus ojos se hacen dos finas hendijas. Su desconcierto no hace la situación menos aterradora de lo que creo.

―Veronika, ha pasado un día completo de que no das señales de vida. ¡Estaba desesperado!

―¿Un día? Pero si solo...solo...―titubeo con las manos en el aire.

Los mensajes que él me ha enviado, efectivamente sin respuesta, llevan un día atorados en mi teléfono y no un par de horas...

He dormido más de un día.

―Mierda, he faltado al trabajo ―llevo mis manos a mi boca con un Fabien todavía confuso, dando vuelta a mi alrededor ―. Bebí, mucho, y me acosté. Me quedé dormida al instante.

Mi visita cae desplomada en el sofá. No sé por qué siento que es una exageración que haya venido hasta aquí solo porque no hice contacto con él.

De inmediato me sitúo en el momento en que su juego se asentó en mi cabeza, dándome motivos más que suficientes para arrastrarme a la bebida tantas horas atrás.

―Lo siento. Fue imprudente de mi parte no contestar, no hacía falta que volaras especialmente por mí. ―Debo sonar extrañamente rencorosa a sus oídos.

―Roni, estaba muerto de miedo. Me fui de aquí pensando que podías estar en peligro y de golpe ¡bum! no hay modo de contactarte. Tampoco figurabas en línea desde hace veinticuatro horas.

Muerdo mi labio inferior, avergonzada. Me refugio en el suave género de mi bata y camino hacia la cocina. Me sirvo un vaso de agua fresca y unas embarazosas lágrimas caen por mi rostro.

Debo confesar lo que sospecho sobre su pasado, cuánto me duele su traición.

Pero cuando me toma por detrás, el abrazo se siente bien, cálido. Su perfume no tarda en cubrirme y hacerme sentir amada.

Es toda una farsa, Roni. Un montaje.

Quiero gritarle que se retire, que no me toque, que se aleje, que ha hecho trizas mi corazón.

"Soy tu venganza" CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora