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Como era de esperar, cuando Fabien pone un pie fuera de mi caravana un mar de lágrimas me llena el pecho y sale disparado por mis ojos.

Caigo de rodillas sobre el piso y desplomo mi torso sobre el colchón haciendo que ambas pilas de ropa doblada caigan parcialmente a mi lado.

Genial. Con lo que odio acomodar la ropa.

No puedo parar de llorar.

Lágrimas y lágrimas ruedan por mi rostro empapando el edredón que ha sido testigo de tantas contiendas.

No se trataba únicamente sobre sexo. Lo sabe mi alma, también mi corazón.

Alguien no puede fingir tan bien, ¿cierto?

Gruño, me enfado conmigo misma por confiar en un tipo que gritaba "no me enamoro" por todos lados.

¿Qué sé sobre él además de que es muy guapo, un semental que me hizo descubrir un lado sensual de mí misma que creí no tener, un policía de Chicago que fue criado por un matrimonio genial y que ha tenido habituales problemas de comportamiento adolescente?

¿Qué más sé sobre este tipo que persigue la justicia, que ha sido partícipe de casos resonantes en su ciudad y que vive con una gata de raza persa?

¿Qué más sé acerca del hombre al que he dejado vivir conmigo por un puñado de días y al que no puedo quitarme de la cabeza, del cuerpo ni de mi mente?

Me prometí no caer por un hombre, juré no liarme con alguien por un buen rato y sin embargo, aquí estoy, mendigándole a uno que se quede conmigo.

Y si aceptaba, ¿qué pasaría al momento de llegar a casa? Él es un jugador de la primera hora, tiene un buen empleo y su hogar está lejos del mío.

¿Podríamos funcionar a la distancia? ¿Tomar un avión todos los fines de semana es posible?

La respuesta sale más rápido de lo que quiero: no. Él no tiene material de novio y pues yo no tengo material de mujer que no se apega.

Como el despojo que me siento me pongo de pie, resoplo y vuelvo a ordenar las prendas desparramadas. Voy al baño, me lavo el rostro y me observo fijamente, encontrando a una mujer distinta.

Recuerdo haber llorado mucho cuando encontré a mi marido siéndome infiel. Me sentí traicionada, acomplejada, culposa. Durante un tiempo, creí ser quien había arrojado a los brazos de otra a mi esposo a causa de mis desatenciones y mi falta de carisma como ama de casa.

Luego, tras aceptar que en una relación las cosas terminan por responsabilidad de ambos, acepté que él ya no me quería como antes y que yo tampoco lo hacía; que lo nuestro había mutado hacia un lado cómodo y aburrido, y que era yo quien se encontraba cómoda en ese aburrimiento.

En este momento, mi llanto se siente diferente.

Fabien se ha mostrado como quien era: un tipo acostumbrado al coqueteo, a mantener a raya su independencia, a satisfacer íntimamente a una mujer con todo su arsenal disponible.

Yo, como tonta, caí en su encanto, en sus caricias territoriales y en su hábil jugueteo verbal. Jamás prometió quedarse a mi lado más de lo necesario, mucho menos trazar planes a futuro.

Me avergüenza reconocer que he pasado algunas noches imaginando cómo sería tener a Fabien como compañero de vida y el pedido que acabo de hacerle no es más que un reflejo de mi necesidad por ser valorada, querida y respetada.

Nunca he tenido un hombre que me pusiera en primer lugar; Robbie dejó en claro que su profesión lo era todo y que yo sería su amiga sentimental.

Yo también era una máquina de trabajar cuando nos casamos, mis jornadas de casi dieciséis horas diarias no daban lugar a encuentros íntimos variados o vacaciones en playas paradisíacas, donde la piel se combustiona con solo mirarse.

"Soy tu venganza" CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora