18

267 62 30
                                    

"Ni se te ocurra llorar, ni se te ocurra llorar", me repito constantemente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

"Ni se te ocurra llorar, ni se te ocurra llorar", me repito constantemente.

Fabien está guardando sus cosas en su mochila y en unos minutos se irá de casa. Me he acostumbrado a su presencia, a su olor y a su cepillo de dientes junto al mío.

A que deje la tapa de inodoro bien puesta, a que organice los rollos de papel higiénico en la alacena y a su ropa doblada por color.

Estoy enamorada de Fabien Venturi y si no se ha dado cuenta hasta entonces, aun sin falta de palabras que se lo manifiesten explícitamente, es porque no quiere.

Intento ser optimista, aferrarme a la esperanza de que podremos mantener esto que construimos a pesar de la distancia, pero una voz interna me dice que quizá solo resulte por el tiempo.

¿Qué hombre viajaría cada fin de semana de su vida solo para ver a su novia por cuarenta y ocho horas? Eso, ignorando que su jefe puede llamarlo y necesitarlo en cualquier momento.

La distancia será un gran problema y es motivo por el cual me encontré evaluando opciones en Chicago. Es una ciudad grande y llena de oportunidades tanto o más que Cleveland. También hay hospitales de renombre y posibilidades de progreso.

Me muerdo las uñas, nerviosa.

No quiero apresurarme y arruinar el aquí y ahora, pero mi mente hiperactiva y ansiosa no maneja bien la incertidumbre.

Maldita sea.

Fabien me evalúa con su mirada crítica de policía. Sonríe de lado y se acerca.

―Roni, me iré y regresaré más pronto de lo que crees. Serán días locos, lo reconozco, pero ni siquiera notarás mi ausencia ―sus manos callosas acarician mi mandíbula temblorosa.

"No llores, no llores, no llores".

―Te echaré de menos en la cocina. ―digo, puchero mediante.

―¿Solo en la cocina? ―me toca la punta de la nariz con su dedo y me sonrojo.

―No, sabelotodo ―ruedo los ojos y mis mejillas se tiñen de rojo. Ugh, soy tan patética ―. También en la cama, en la ducha, en la alfombra ―respondo con los restos de picardía que me quedan. Estoy devastada y no quiero que piense en mí como la novia pegajosa y pesada que no tiene vida propia.

En menos de dos días debo regresar a mi empleo y no tardaré en meterme en la rutina que por tanto tiempo me acompañó. Será fácil e inmediato. ¿Qué más puedo pedir?

A él.

¿Será fácil e inmediato realmente?

Ja.

―Y tú, ¿me echarás de menos o buscarás consuelo en alguna muchacha bien dispuesta? ―Toco distraídamente los botones de su impecable camisa blanca, esa que se aferra con perfección a sus bíceps y a sus abdominales de lavar.

"Soy tu venganza" CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora