CAPÍTULO VEINTICUATRO

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ANNIE

Desesperada porque su amiga aún no regresaba, pensó en escaparse, abandonar el plan y encontrarla. La única distracción que tuvo como pasatiempo fue escuchar al hámster caminar rápidamente sobre la rueda giratoria.

Para su buena suerte, escuchó un silbido en el exterior. Inmediatamente corrió hacia la ventana para arrimarse y sentirse afortunada de que sus tres amigos estaban con vida. No obstante, supo que había problemas. Mikasa no mostraba una buena expresión en su rostro. 

Floch ayudó a subir a la azabache con cuidado, y cuándo Mikasa consiguió entrar a su habitación, el pelirrojo le hizo una señal a Annie. Un rápido mensaje que la rubia supo adivinar en ese instante.
 
Floch y Jean se marcharon porque no debían estar muy lejos de su manada. Annie cerró la ventana y no titubeó en interrogar a Mikasa.

—¿Puedes decirme qué sucedió? 

Mikasa comenzó a llorar y no tuvo más opción que sentarse a su lado y abrazarla.

—Levi besó a Petra frente a mí —declaró, limpiándose las lágrimas con sus manos—. Siempre sospeché de esto pero no entiendo porqué me duele tanto.

— No justifico lo que hizo mi hermano pero… —le acarició su hombro— Quizás él trama algo.

—¿Tan poco le importo? ¡Es un idiota!

Annie prefirió no decir más nada que pudiera lastimar emocionalmente a Mikasa. Simplemente siguió abrazando a su amiga, esperando a que se calmara. Se molestó mucho con su hermano. No justificaba las acciones de Levi pero sospechaba que tramaba algo para proteger a Mikasa, y que todo ese dolor que le ocasiona tenía un propósito. 

Las horas pasaron y luego de asegurarse que Mikasa estuviera completamente dormida, la cubrió con otra manta y salió de su habitación para dirigirse al living. Bertholdt esperaba sentado en uno de los sofás  mientras miraba una serie policial. Armin decidió marcharse hace un par de horas.

—Es extraño cómo te has adaptado perfectamente a la vida humana.

—Debía distraerme —se sentó a su lado—. para no poder pensar en ti.

Bertholdt dejó el control remoto a un costado para contemplar a Annie de pies a cabeza. Su mirada la puso nerviosa.

—Lo siento mucho, debías entender que..

—Lo sé Berthold, simplemente lo sé, no tienes que decir nada...—contestó e intentó sonreír—. Esto me hace sentir idiota.

Bertholdt no respondió, solo la tomó de la cintura y la obligó a sentarse encima de sus piernas. Luego rodeó la delgada cintura de Annie con sus fuertes brazos. Ambos labios comenzaron a besarse en una perfecta sincronía que los hizo estremecer. El moreno lentamente descendió sus manos a los muslos de la rubia, atrayendo su cuerpo. Sin embargo, antes de que intentara subirle la blusa, Annie lo detuvo.

—Bertholdt no podemos...

—Lo sé —susurró entre besos—. pero su abuela me ofreció una habitación para huéspedes.

Bertholdt se refirió a la habitación en plata baja que anteriormente perteneció a los padres de Mikasa. Él esperó su aprobación y cuando Annie accedió, la sujetó fuertemente de los muslos y se puso de pie, caminando hacia ese lugar.  

Cerró la puerta de la habitación y por instinto Bertholdt succionó pequeñas partes de su cuello, dejando leves marcas sobre su piel y algunas mordidas sobre sus clavículas. Lentamente su contrario la recostó sobre la cama y cuando menos lo esperaron, ambos se encontraban desnudos, disfrutando sus cuerpos entre caricias y besos.

Sweet BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora