CAPITULO TREINTA Y CUATRO

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MIKASA

Su digno contrincante sería Porco, el chico que bromeaba reiteradas veces y molestaba constantemente a Floch con el único fin de hacerlo enfadar. Porco, el nuevo galán de la preparatoria. Jamás se había detenido a hablar con él, solo deseaba que no sea un egocéntrico más del montón.

Antes de prepararse, Ymir le regaló un par de zapatillas deportiva en color rojo,  y Levi un conjunto deportivo color negro digno de una deportista de Olimpiada. El conjunto le hacía resaltar su excelente fisionomía y la musculatura que poseía producto de su entrenamiento.  

Antes de partir se detuvo a hablar con su abuela, insistiendo si quería hacerle compañía en el viaje a la preparatoria así no llegaba tarde al torneo.

—¿Segura que no quieres venir con nosotros? —insistió con desdén—. Si el torneo comienza temprano te perderás la competencia. 

—Creo que Mike se quedará conmigo y luego me acompañará —contestó su abuela, apoyándome ambas manos en los hombros—. Prometo llegar temprano, te visitaré en los vestidores antes de que compitas ¿Está bien? 

—Abuela pero puedes dejar de lado los quehaceres de la casa. No quiero que te pierdas ningún momento, eres importante. 

Ambas estaban en una batalla sin fin, luchando por quien convencía a la otra mientras sus espectadores inmortales simplemente esperaban a que terminaran.

— No debes preocuparte, mi niña —su abuela sonrió—. Te aseguro que todo estará bien, terminaré de hacer mis cosas y llegaré a tiempo para ver a mi talentosa nieta ganar el torneo de atletismo. 

Mikasa le dedicó una mirada a Levi para que la ayudara a convencer a su abuela pero el vampiro hizo todo lo contrario.

—Tu abuela también es un ser humano y créeme que quiero que venga con nosotros pero si ella dice que tiene cosas que hacer es porque no está mintiendo —le dijo el vampiro, Mikasa chasqueó su lengua en señal de protesta—. No pongas esa cara, mocosa. Solo escúchame. Tu abuela también necesita un tiempo para ella misma y nadie, humanos, híbridos, vampiros y licántropos pondremos convencerla 

—Exacto, Mikasa. —Annie los interrumpió—.  Además, Mike la protegerá. 

—Pero Mike es el encargado del torneo —protestó. 

—¿Y eso no te convence? —Annie le tiró un mechón de cabello cariñosamente—. Con más razón tu abuela llegará temprano. Si bien Mike debe obedecer órdenes, él también tiene que asistir temprano. Por lo tanto, nos da la certeza de que ambos llegarán a tiempo.   

Evidentemente nadie planeó estar de su lado y no tuvo otra alternativa que acceder ante su abuela. Sin embargo, no evitó sentirse mal, realmente quería que su abuela la acompañe en todo momento. Antes de partir, la abrazó amorosamente demostrándole lo muy agradecida que estaba con la mujer que la cuidó y protegió.

Desde la muerte de sus padres en aquel trágico accidente, su abuela fue su soporte emocional, en quién confió y expresó sus sentimientos que tanto la atormentaban. 

Un nudo en la garganta se formó como si le atravesarán una cuchilla, Mikasa no deseaba llorar pero sus lágrimas se asomaron sobre las cuencas de sus ojos y sin ningún disimulo le expresó cuando la amaba.  

—Sólo promete que llegarás a tiempo ¿Si? Estaré esperándote. Si tú no llegas no competiré —advirtió, su abuela sonrió de nuevo—. Estoy nerviosa, solo desearía que mamá y papá estuvieran aquí conmigo y contigo. 

No quería apartarse de su abuela y sabía que ella tampoco. La anciana la tomó de ambas manos y le dedicó una sincera mirada. 

—Ellos estarían orgullosos de ti, cariño. Te aman y te seguirán amando así como yo te amo —recitó su abuela—. Quiero que ganes esa carrera y traigas ese trofeo a casa. Le daremos un altar. 

Sweet BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora