CAPÍTULO QUINCE

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ANNIE 

Consolar a su mejor amiga era su única opción adecuada, apenas Mikasa subió al vehículo de Ymir, rompió en llanto; pero luego de abrazar y esperar a que se calmara llevó a la azabache hasta su hogar y la obligó a tomar un cálido baño. Su siguiente plan era mantener a Mikasa entretenida mirando una película de terror de zombies.

—Si yo fuera un zombie ¿Me matarías? —preguntó; tratando de levantarle el ánimo.

La escena en la película mostraba como un zombie mordía al mejor amigo del protagonista.

—No, definitivamente no.

Mikasa contestó desanimada. 

—Pero estaré muerta e intentaré morderte.

—Annie tú ya estás muerta y jamás intentaste morderme. 

La respuesta de Mikasa la dejó estupefacta. Tenía lógica.

—Buen punto, pero no soy un zombie, soy un vampiro —refutó pero debió pausar la película cuando el timbre sonó—. ¿Tienes visitas?

Sabía que la abuela de Mikasa estaba ocupada haciendo trámites en el centro del pueblo, pero recordó claramente decir a la anciana que regresaría antes de la tarde noche.

—No, que yo recuerde.

Con el tarro de palomitas de maíz, inmediatamente se puso de pie y caminó rumbo a la entrada. No tenía deseos de teorizar que Petra sea capaz de tocar la puerta y decir "Buenas tardes ¿nos dejan pasar? Venimos a asesinar a Mikasa". Sin embargo, percibió un extraño aroma, uno conocido pero a la vez indescifrable. Dispuesta a enfrentar cualquier cosa que se encontrara al otro lado, abrió la puerta pero su tarro de palomitas cayó al suelo, sin poder creer que presenciaban sus ojos.

Se trataba de Armin.

—Lo siento, hice que se cayeran —se disculpó el rubio señalando las palomitas del suelo—. Te ayudaré a limpiar.

Sus irises celestes no tardaron en examinar el aspecto del masculino. Armin vestía completamente de negro, poseía una cadenita fina de plata —con extrañas inscripciones— que rodeaba colgando en su cuello y un perfecto cabello corto sumamente acomodado. Sin mencionar la palidez de su piel que extrañamente remarcaba sus facciones, especialmente su mirada.

Armin parecía un modelo hot, creado por artesanos.

—N-no es necesario —tartamudeó pero desesperadamente se agachó para colocar las palomitas de maíz dentro del tarro—. Me distrajo.

Armin también se agachó, con intenciones de ayudarla.

—Siento ser esa distracción —la sinceridad de su comentario la paralizó—. Es extraño porque tu eres la mía

Armin observó sus labios con desdén pero Mikasa llegó a tiempo para salvarla.

—Annie ¿Por qué tardas tanto? —ambos miraron al mismo tiempo a Mikasa—. Ya veo por qué... ¿Tú quién eres?

Al momento de ponerse de pie junto con Armin, el cambio de personalidad del rubio la inmuta completamente. Armin ahora se mostró tímido y sereno, una manera diferente a como actuó hace unos minutos.

—Soy Armin —se presentó el rubio, sonriendo amablemente—.  Quizás tu abuela habló de mí, seré tu médico hasta que tu salud mejore.

—¿Médico? —contestó Mikasa hasta recordar las palabras de su abuela—. Lo siento, había olvidado ese detalle. Pasa por favor.

Annie sintió deseos de abofetearse a sí misma por no darse cuenta de la situación. Aunque no tenía certeza que Armin, además de trabajar en la biblioteca, también era médico. Solo esperaba que Bertholdt no se enterara de la existencia del rubio; de lo contrario estaría en graves problemas.

Sweet BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora