CAPÍTULO VEINTINUEVE

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MIKASA

— ¿Estás segura de que solo son tres cartas?

Jean no estaba para nada convencido.

—Si. De hecho, Eren las encontró primero —respondió Mikasa.

Floch les daba la espalda. El joven sólo se limitaba a observar a través de la ventana. A veces se lo escuchaba maldecir ineludiblemente.

Por otro lado, Levi le hacía compañía a la azabache, sentándose a su lado. Mikasa sostenía uno de los libros que sacó de la maleta roja pero Levi rápidamente se lo quitó de las manos.

—¿Hace cuanto no duermes, mocosa? —preguntó, asegurándose de que su tono de voz parezca un regaño—. Aún no eres un vampiro para que tu rostro demuestre que debes dormir.

Lo único que puedo hacer es sonreír amablemente. Levi no se equivocaba al descubrir que su rostro imploraba descansar pero su principal objetivo era descubrir qué información contienen esos libros. ¿Acaso las cartas tenían alguna relación con las otras cartas que Historia halló en su casa? Sin embargo, no era su única preocupación. No podía apartar su vista de Floch. Jamás lo había visto actuar de ese modo, como si estuviera ofendido y decidiera no ser parte del círculo.

—Levi quiero que me lleves a tu mansión —le ordenó a su compañero. Levi asintió e intentó besarla pero Jean carraspeó, no había tiempo para sentimentalismos—. Lo siento —se disculpó—. Sospecho que la difunta madre de Historia ayudó a mi madre para protegernos.

Notó como Floch miró sobre su hombro luego de escuchar sus palabras.

—Debemos esperar a que tu abuela regrese —sugirió Jean, guardando las pertenencias en la maleta—. Ella debe darte respuestas.

—Claro.

La persona más concentrada en su trabajo era Jean. Su deseo de buscar soluciones le hizo saber a Mikasa lo mucho que será de ayuda para la investigación. Levi chasqueó la lengua, sacó su celular y se levantó del sofá para llamar a Ymir. Luego caminó rumbo a la cocina.

La fémina no sabía que su abuela se encontraba en la mansión de Levi pero antes de perder el tiempo en preguntar sin obtener respuesta, prefirió ponerse de pie y dirigirse donde Floch con intención de comprender qué demonios le sucedía. Jean se dedicó a cerrar la maleta con la llave que Mikasa le pasó anteriormente.

Se arriesgó a dirigir su mano al hombro masculino y se alivió al percatarse que el cuerpo tenso de Floch ahora se relajaba al sentir su tacto. También, descubrió una disimulada sonrisa de parte del pelirrojo.

—¿Qué tanto miras? ¿Qué hay afuera?

—Peligro —respondió su compañero—. Más del que te imaginas.

Procuró mirar el mismo lugar que Floch observaba y pudo notar en la vereda de enfrente, que daba directo al bosque, como Hitch le pegaba a Connie por hurtarle un pedazo de pizza. ¿Ese era el peligro? Dos personas de la manada peleándose por una porción de pizza que seguramente le robaron del living de su casa?

—¿Estás enojado conmigo?

—Contigo, jamás.

¿Cuál era su punto? ¿Por qué actuaba de esa manera con ella?

—¿Entonces?

—¿Recuerdas la promesa que hicimos cuando éramos niños? —Mikasa asintió con su cabeza—. Bueno, no nos conocíamos mucho pero me defendiste de esos abusivos, aún sin saber mi nombre.

—Si, lo recuerdo —desliza su mano desde el hombro masculino hasta el antebrazo—. Disfruté darles una paliza a esos idiotas pero ¿por qué no me dirigiste la palabra después de defenderte? Me evadiste mucho. Solo teníamos seis años.

Sweet BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora