Capítulo 15. No fingí. Me gustas de verdad

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Habían pasado dos días desde que Law había conseguido las llaves del apartamento del pecoso. Sin embargo, durante ese tiempo, se quedó en el suyo vigilando. No quería entrar e irrumpir en la habitación del otro y que eso le diera aún más motivos para odiarlo.

Maldita sea.

Comenzaba a anochecer y seguía sin tener noticias del moreno. Suspiró pesadamente y cogió su abrigo. Tal vez debía arriesgarse a moverse aunque eso significase que Ace le despreciase aún más de lo que había demostrado en su última llamada. Al fin y al cabo, igual en su apartamento había alguna pista sobre su paradero. Volvió a suspirar mientras cerraba la puerta. No podía esperar más.

Necesitaba verlo de nuevo.

Al entrar en el hogar de puño de fuego, descubrió con sorpresa que al contrario de lo que sucedía con su anterior habitación, ésta se encontraba impoluta. No había rastro de las montañas de ropa que había visto en las otras ocasiones que había visitado el cuarto ajeno. Tampoco había platos sucios o comida por el suelo. Realmente había huído del lugar en el momento en el que le dieron las llaves. Se notaba a la legua que el segundo comandante de Barbablanca se había largado sin pasar ni un segundo en ese nuevo apartamento.

Mierda.

Se sentía frustrado y triste. Tenía un nudo en el estómago que parecía aumentar su vacío por dentro poco a poco. Estaba derrotado por no haber tenido la oportunidad de explicarse. Tenía la seguridad de que el menor debía odiarlo imaginando lo peor sobre él y su participación en la guerra. Se obligó a sí mismo a calmarse cuando notó como un hilo rojo manchaba las uñas que se clavaban en la palma de su mano. ¿Cuándo había comenzado a apretar sus puños? Estaba tan frustrado que apenas podía respirar con normalidad.

De pronto, el sonido de la puerta abriéndose le paralizó. Jamás había sido un hombre complaciente ni solía preocuparse en exceso por otras personas. Sin embargo, en ese momento, sintió como su garganta se secaba mientras veía aparecer en el lugar a un pecoso con marcas de lágrimas en sus ojos. Se obligó a sí mismo a tomar aire y calmarse.

Él era Trafalgar Law y no pensaba dudar. Tenía claro lo que quería y en ese instante, lo que quería estaba delante de él.



Portgas D. Ace pensó que aquello debía ser una broma. Cuando abrió la puerta de su nuevo apartamento y se encontró de lleno con la persona que menos quería ver, deseó que la tierra le tragara y no dejase ni rastro de su persona. ¿Por qué demonios tenía tan mala suerte? ¿Qué iba a hacer ahora?

-Ace-ya

Antes de que Law pudiese continuar hablando, un puñetazo certero aterrizó en su mejilla. -CÁLLATE MALDITA SEA. ¿Tú eres el Shichibukai de los periódicos? ¿Y aún tienes la cara de aparecer por aquí? Joder debí haberlo imaginado. ¡Supongo que te has divertido de lo lindo riéndote de mí! -Gritó

-Cálmate por favor. No es como crees, Ace-ya. -Dijo el cirujano mientras acariciaba su propia mejilla recién golpeada y escupía un poco de sangre. Se había mordido el labio.

-¿Que me calme? Lárgate de aquí o te prometo que te mataré.

El odio y el dolor estaban tan presentes en la mirada del menor que por un instante, Trafalgar se planteó largarse de ahí. Sin embargo, no podía dejar las cosas así. Los ojos grises se encendieron con ira y tristeza. El pecoso dudaba de él sin importar todo lo sucedido después de esas últimas semanas y eso dolía. Él no había hecho nada malo pero nada de eso parecía importar al comandante de Barbablanca. A pesar de todo lo que sentía en esos momentos, decidió ignorar las amenazas del contrario y contar su historia. Ni siquiera le importaba ya si el otro no quería creerle pero, no dejaría que le echara de allí sin poder explicarse antes.

So Cold And WarmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora