XXXII

177 19 63
                                    

A veces me pregunto qué cojones se comen los profesores para desayunar, y cómo cojones pueden hablar a esa velocidad que casi no permite que se les entienda. Nuestro profesor lleva una hora y media haciendo un monólogo, y he estado toda esa hora y media con los ojos en la pantalla del ordenador y los dedos en el teclado. Escribiendo, borrando, corrigiendo y estando atenta para no perderme nada importante.

Paul está sentado a mi lado, y de vez en cuando suelta algún comentario por lo bajo que me hace sonreír casi de forma invisible. Se agradece ese tipo de entretenimiento. Y más cuando ya parece que tenemos exámenes en nada. El descanso de Navidad solo era una trampa para relajarnos.

Vale, lo sé. En verdad queda unas pocas semanas para exámenes, pero una debe prepararse bien. Y yo llevo las últimas dos preparando y pasando a limpio los apuntes. Haciendo resúmenes y tarjetas para estudiar. Por un lado quiero quitármelos de encima, pero por otro soy consciente de que cuando los termine volveré a casa por una semana entera. Creo que no estoy lista para despedirme de mis compañeros de piso de nuevo.

Joder, ¿desde cuando soy tan sentimental? Bueno, supongo que no es nada malo que me guste la compañía de ellos.

Quizás exagero, es más fácil de lo que pienso seguramente. Pero duele irse del sitio en el que finalmente has empezado a abrirte, a crecer. Sin embargo, sé que disfrutaré de ver a mamá y a la señora Dawsey otra vez. Las vacaciones de Pascua son un abrir y cerrar de ojos en comparación con las de Navidad.

La primera hora llega a su fin, y mientras Paul se aleja para irse a su aula, veo una chica de pelo negro azabache que me intercepta en el camino.

—Hola, eres Brie, ¿no? —me pregunta.

—Brielle, pero me llaman Brie —la corrijo.

«¿Quién es esta chica?»

—¿Puedo hablar contigo un momento?

Miro el móvil para asegurarme de que llegue a tiempo a la siguiente clase, solamente debo subir una planta. Vuelvo a mirarla, sus ojos castaños parecen vivos y llenos de energía, su piel es de un tono parecido.

—Claro, pero solo tengo dos minutos.

—Tranquila, es tiempo de sobras —sonríe—. Bueno, hola, soy Savannah. Capitana del equipo femenino de vóleibol de la universidad, y estudio Periodismo en la facultad de al lado.

«¿Vóleibol?»

—Sé que no me conoces de nada y eso. Pero hace unos días te vi entrenando con el equipo masculino en un partido amistoso, y quería decírtelo antes pero ya sabes, la universidad, los trabajos y esas mierdas.

Dios, parecía un discurso preparado. No obstante, eso no era lo que me importaba, sino la pregunta que rondaba en mi cabeza que quería saber lo que quería decirme.

—Creo que deberías hacer las pruebas para entrar en el equipo después de Pascua.

—Pensaba que eso siempre se hacía en septiembre —frunzo el ceño.

—Es que muchas que se apuntan en septiembre son gente de intercambio que se viene tres meses. O simplemente se apuntan al principio y lo van dejando por falta de organización.

—Ah.

—Deberías hacerlas.

—No sé yo... No terminé muy bien la última vez.

—Mira, no tengo ni idea de tu pasado con el voley. Pero te puedo asegurar una cosa: no va mal para desahogarse y olvidarse del estrés de la universidad. Lo digo por experiencia —dice con una sonrisa.

Cállame con besos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora