La mañana no estaba resultando como Sheila se había
imaginado. Después de que Oliver se hubiera marchado
dejándola allí plantada en la puerta con la boca abierta, le
había costado reaccionar. Primero porque, no esperaba que
el beso de un hombre que supuestamente detestaba la hubiera
dejado tan insatisfecha y con ganas de más. Y segundo, por
aquella respuesta. ¿Qué narices había querido decir con
aquello de que no la odiaba, que solamente se protegía? ¿De
quién se protegía? ¿De ella? Era absurdo. De mala gana
había cerrado la puerta, y una vez en los vestuarios había
seguido dándole vueltas a la cabeza con el mismo tema
mientras se ponía el uniforme. Samuel la había pillado en
Babia mirándose al espejo acariciándose los labios. Sabía
que era una locura, pero tenía la sensación de que su labio
inferior aún cosquilleaba por aquel beso. ¿Qué coño le
estaba pasando?
Aguantó estoicamente durante diez minutos las
burlas de su compañero que por lo visto creía que había
estado toda la noche como una quinceañera dándose el lote
con un tío. Según él, la delataban las rojeces que tenía
alrededor de su boca y sus labios hinchados, así que ni
siquiera se molestó en sacarlo de su error.No es que estuviera muy equivocado, porque sí que
se había dado el lote con un tío, pero no había sido durante
toda la noche. Solo había sido durante unos pocos minutos,
pero joder, qué minutos más intensos y placenteros.
A duras penas, consiguió que el cotilla de su
compañero dejara de hacer preguntas al respecto y se
pusieran manos a la obra olvidándose del tema.
Hasta ahora que, estando en sus veinte minutos de
descanso, volvía a estar pensando en lo mismo. La única
explicación que encontraba para sentirse así, era que había
pasado la noche prácticamente en vela y su cerebro estaba
atrofiado por el cansancio.
¿Qué otra cosa podía ser si no? Dio un último sorbo
a su café y miró la hora en el móvil, aún le quedaban tres
horas para terminar su turno. Tres horas que se le iban a
hacer eternas. Estaba deseando llegar a casa, darse un buen
baño, meterse en la cama y olvidarse del mundo, del rubiales
y de aquel puñetero beso.Oliver se despertó muy tarde, demasiado tarde para
lo que él estaba acostumbrado. Pero es que, cuando había
llegado a casa después de haber estado con la asturiana, no
había podido dejar de pensar en ella. En ella, y en lo que
aquel beso parecía haber despertado en él. Antes de
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Bienvenida al club,relajate y disfruta.(Lust #2)
RomantikSheila, una asturiana de armas tomar que abandona su tierra natal dispuesta a buscarse la vida, y de paso, recuperar el control de ésta, llega a Nueva York arrasándolo todo a su paso con su fuerte personalidad. Dos titanes que están destinados a enc...