«¡Mierda, mierda y más mierda!—Gruñía por lo bajo Sheila
vaciando por tercera vez el contenido de su bolso encima de
la cama—. ¿Dónde narices habré metido el teléfono?».
Volvió a guardar las cosas dentro del bolso y salió de la
habitación. Cogió el anorak que la noche anterior había
dejado en el respaldo de una de las sillas y buscó con
desesperación. Esa mañana, se había despertado con la
intención de enseñarle a Dairene los vídeos de Las Vegas, y
al no encontrar su teléfono donde suponía que debía estar, no
le dio importancia, era un puto desastre, ya aparecería. Pero
ahora que estaba a punto de irse a trabajar, el maldito
aparato no aparecía por ningún lado. Y lo necesitaba. O,
¿no? Bueno, daba igual, tenía que aparecer y punto. Buscó
por toda la casa, incluso miró dentro de la nevera por si le
había dado por dejarlo allí cuando cogió la cerveza antes de
hablar con su amiga, pero tampoco estaba. De repente, el
recuerdo de lo que había pasado en casa del rubiales asaltó
su mente con fuerza y se le encogió el estómago. La imagen
de ella con el teléfono en la mano y él, arrebatándoselo con
furia y tirándolo encima del sofá, la dejó sin respiración. No
podía ser que hubiera sido tan imbécil para irse de allí sin
haberlo recogido. Pues iba a ser que sí, que no sólo era
imbécil, además era una mema.¿Qué cojones iba a hacer ahora? ¿Plantarse en su casa para
recuperarlo? No, joder, no quería volver a ver al rubiales.
¿Entonces qué? Bueno, podía hablar con Dairene y que fuera
ella en su lugar. Tampoco es que lo usara mucho, a lo sumo
un día a la semana para hablar con su familia.
Ella no era de esas personas que se pasaban el día colgadas
del teléfono. Su círculo de amistades era bien escaso, y las
redes sociales se la bufaban. ¿Y si le pasaba algo a sus
padres o hermano y trataban de ponerse en contacto con ella?
Dios, se le estaba poniendo hasta dolor de cabeza con el
tema.
También podía comprar uno nuevo y llamar a sus
padres lo antes posible, se sabía sus números de memoria...
pero perdería las fotos de ellos que guardaba con tanto
cariño. Y los vídeos de su fin de semana loco en la ciudad
del pecado y el juego... Decidido, se lo diría a Dairene y que
fuera ella la que se rompiera los cuernos con su hermano.«Cobarde—le dijo una vocecita dentro de su cabeza
—. No quieres verlo porque tienes miedo de sucumbir a sus
encantos». Sacudió la cabeza con fuerza para zarandear
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Bienvenida al club,relajate y disfruta.(Lust #2)
RomanceSheila, una asturiana de armas tomar que abandona su tierra natal dispuesta a buscarse la vida, y de paso, recuperar el control de ésta, llega a Nueva York arrasándolo todo a su paso con su fuerte personalidad. Dos titanes que están destinados a enc...