Capitulo 29

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Los días pasaban igual de rápido que el segundero de un

reloj. Volaban. A lo tonto y a lo bobo, ella y Oliver llevaban

casi tres semanas en completa armonía. Durmiendo juntos

casi todas las noches. Amándose. Recuperando el tiempo

perdido en disputas tontas y ridículas por ver cuál era el

mejor cagando fuera de la pota. Odiándose sin odiar, porque

en realidad lo que verdaderamente sentían era una atracción

tan fuerte que por idiotas se les estaba enquistando muy

adentro. Menos mal que el rubiales era un valiente y había

perseverado en sus sentimientos, de lo contrario estaría

perdiéndose la relación más importante y bonita de su vida.

Abrió los ojos, parpadeando y se desperezó. Los rayos del

sol entraban con fuerza en la habitación, calentando su tibia

desnudez. Buscó a tientas el cuerpo que con sólo un roce

mantenía su temperatura corporal por encima de los grados

habituales, pero no lo halló. De ahí que su piel estuviera fría.

—Buenos días, perezosa—se giró hacia el otro

lado, donde un Oliver en ropa interior, la contemplaba

sentado en una silla con el teléfono en una mano.

—Buenos días, ¿otra vez haciéndome fotos mientras

dormía, rubiales?—Mimosa sonrió.—Sí, no puedo evitarlo. Me encanta verte dormir.

No tienes ni idea de lo sexi y bonita que estás ahí en mi

cama. Me obligo a despertarme sólo para contemplarte, eres

mi obra de arte particular, nena—se levantó y con paso lento

se acercó a la cama—. ¿Quieres verlas?

—Sabes que no me gusta que me hagan fotos, me da

mucha vergüenza...

—Pues yo estaría todo el día inmortalizando cada

uno de tus gestos y no me cansaría.

—Exagerado.

—Exagerado no, enamorado—hizo a un lado las

sábanas, se tumbó sobre ella y acercó su boca para darle un

beso.

—Oliver, acabo de despertarme y no me he lavado

los dientes.

—¿Crees que eso me importa? Todos tus besos me

saben a gloria, asturiana—pasó la lengua por su labio

inferior y se lo mordisqueó.

—¿Te has levantado juguetón?—Dijo con guasa.

—¿Tú qué crees?—Presionó un poco con las

caderas para que fuera consciente de hasta qué punto le

apetecía jugar.

—Vaya, tu cosita está muy, muy dura—murmuró.

—Sí, tan dura que podría partir melones con ella—

sonrió—. Ese es el efecto que causas en mí. Por tu culpa casi

Bienvenida al club,relajate y disfruta.(Lust #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora