Los días pasaban igual de rápido que el segundero de un
reloj. Volaban. A lo tonto y a lo bobo, ella y Oliver llevaban
casi tres semanas en completa armonía. Durmiendo juntos
casi todas las noches. Amándose. Recuperando el tiempo
perdido en disputas tontas y ridículas por ver cuál era el
mejor cagando fuera de la pota. Odiándose sin odiar, porque
en realidad lo que verdaderamente sentían era una atracción
tan fuerte que por idiotas se les estaba enquistando muy
adentro. Menos mal que el rubiales era un valiente y había
perseverado en sus sentimientos, de lo contrario estaría
perdiéndose la relación más importante y bonita de su vida.
Abrió los ojos, parpadeando y se desperezó. Los rayos del
sol entraban con fuerza en la habitación, calentando su tibia
desnudez. Buscó a tientas el cuerpo que con sólo un roce
mantenía su temperatura corporal por encima de los grados
habituales, pero no lo halló. De ahí que su piel estuviera fría.
—Buenos días, perezosa—se giró hacia el otro
lado, donde un Oliver en ropa interior, la contemplaba
sentado en una silla con el teléfono en una mano.
—Buenos días, ¿otra vez haciéndome fotos mientras
dormía, rubiales?—Mimosa sonrió.—Sí, no puedo evitarlo. Me encanta verte dormir.
No tienes ni idea de lo sexi y bonita que estás ahí en mi
cama. Me obligo a despertarme sólo para contemplarte, eres
mi obra de arte particular, nena—se levantó y con paso lento
se acercó a la cama—. ¿Quieres verlas?
—Sabes que no me gusta que me hagan fotos, me da
mucha vergüenza...
—Pues yo estaría todo el día inmortalizando cada
uno de tus gestos y no me cansaría.
—Exagerado.
—Exagerado no, enamorado—hizo a un lado las
sábanas, se tumbó sobre ella y acercó su boca para darle un
beso.
—Oliver, acabo de despertarme y no me he lavado
los dientes.
—¿Crees que eso me importa? Todos tus besos me
saben a gloria, asturiana—pasó la lengua por su labio
inferior y se lo mordisqueó.
—¿Te has levantado juguetón?—Dijo con guasa.
—¿Tú qué crees?—Presionó un poco con las
caderas para que fuera consciente de hasta qué punto le
apetecía jugar.
—Vaya, tu cosita está muy, muy dura—murmuró.
—Sí, tan dura que podría partir melones con ella—
sonrió—. Ese es el efecto que causas en mí. Por tu culpa casi
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Bienvenida al club,relajate y disfruta.(Lust #2)
RomanceSheila, una asturiana de armas tomar que abandona su tierra natal dispuesta a buscarse la vida, y de paso, recuperar el control de ésta, llega a Nueva York arrasándolo todo a su paso con su fuerte personalidad. Dos titanes que están destinados a enc...