A la mañana siguiente, cuando Oliver se despertó, lo
primero que quiso hacer fue enviar un mensaje de buenos
días a la asturiana y darle las gracias por esa oportunidad y
hacer que con sólo su presencia se sintiera tan
maravillosamente bien. Pero recordó que no tenía su número
de teléfono y se quedó con las ganas. Podía pasar por su
casa con la excusa de ver qué tal seguía su hermana, que
seguro que ni siquiera estaba porque ya habría ido a trabajar,
pero al menos podría verla e irse a los juzgados con esa
sensación que quedaba en él después de estar en su
compañía. Después de verla sonreír. Después de impregnar
sus fosas nasales de ese olor suyo tan característico. Olía tan
bien... una mezcla de cítrico y mora que incitaba a pegar los
labios a su cuello y dejarlos ahí, buscando también el sabor
de esas frutas. Miró el reloj. ¿No sería demasiado temprano
para atosigarla con su presencia? ¿Qué pensaría ella si lo
viera aparecer en el umbral de su puerta a las siete y media
de la mañana? ¿Se sentiría agobiada? Abrió el grifo de la
ducha y se metió debajo del potente chorro sin esperar a que
el agua estuviera del todo caliente. ¿No sería mejor esperar?
Sí, sin ninguna duda eso sería lo mejor, no precipitarse y
cagarla, que eso se le daba bastante bien últimamente. ¿Por
qué se sentía tan inseguro respecto a ella?«Paciencia, amigo, paciencia. Todo a su debido
tiempo»—le dijo al tío que lo miraba con cara de «¿qué
coño estoy haciendo?» desde el cristal. Entró en el vestidor
de su habitación y, se puso un traje de corte clásico de color
gris claro con una camisa blanca entallada y corbata verde
pistacho. Quizá esa tarde, si no tenía nada mejor que hacer,
fuera a verla a su trabajo. «¿Qué hay de esa paciencia,
tío?»—se regañó a sí mismo. Una vez listo, cogió las llaves,
el maletín que descansaba encima de la mesa de su despacho
y silbando se fue de casa.Caía la tarde cuando Sheila salió con Jenny en su
descanso a tomarse un café. Se sentaron en el mismo banco
de siempre. Su amiga le daba una calada profunda a un
cigarrillo y expulsaba el humo con lentitud mientras ella
miraba al frente perdida en sus pensamientos. Desde que se
había levantado esa mañana, sentía en su estómago un
cosquilleo que antes no estaba. Un cosquilleo que muchos
definirían como las clásicas mariposas que revolotean
descontroladas y que ella no se atrevía a dar nombre. Que
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Bienvenida al club,relajate y disfruta.(Lust #2)
RomansSheila, una asturiana de armas tomar que abandona su tierra natal dispuesta a buscarse la vida, y de paso, recuperar el control de ésta, llega a Nueva York arrasándolo todo a su paso con su fuerte personalidad. Dos titanes que están destinados a enc...