Capitulo 26

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A la mañana siguiente, cuando Oliver se despertó, lo

primero que quiso hacer fue enviar un mensaje de buenos

días a la asturiana y darle las gracias por esa oportunidad y

hacer que con sólo su presencia se sintiera tan

maravillosamente bien. Pero recordó que no tenía su número

de teléfono y se quedó con las ganas. Podía pasar por su

casa con la excusa de ver qué tal seguía su hermana, que

seguro que ni siquiera estaba porque ya habría ido a trabajar,

pero al menos podría verla e irse a los juzgados con esa

sensación que quedaba en él después de estar en su

compañía. Después de verla sonreír. Después de impregnar

sus fosas nasales de ese olor suyo tan característico. Olía tan

bien... una mezcla de cítrico y mora que incitaba a pegar los

labios a su cuello y dejarlos ahí, buscando también el sabor

de esas frutas. Miró el reloj. ¿No sería demasiado temprano

para atosigarla con su presencia? ¿Qué pensaría ella si lo

viera aparecer en el umbral de su puerta a las siete y media

de la mañana? ¿Se sentiría agobiada? Abrió el grifo de la

ducha y se metió debajo del potente chorro sin esperar a que

el agua estuviera del todo caliente. ¿No sería mejor esperar?

Sí, sin ninguna duda eso sería lo mejor, no precipitarse y

cagarla, que eso se le daba bastante bien últimamente. ¿Por

qué se sentía tan inseguro respecto a ella?«Paciencia, amigo, paciencia. Todo a su debido

tiempo»—le dijo al tío que lo miraba con cara de «¿qué

coño estoy haciendo?» desde el cristal. Entró en el vestidor

de su habitación y, se puso un traje de corte clásico de color

gris claro con una camisa blanca entallada y corbata verde

pistacho. Quizá esa tarde, si no tenía nada mejor que hacer,

fuera a verla a su trabajo. «¿Qué hay de esa paciencia,

tío?»—se regañó a sí mismo. Una vez listo, cogió las llaves,

el maletín que descansaba encima de la mesa de su despacho

y silbando se fue de casa.Caía la tarde cuando Sheila salió con Jenny en su

descanso a tomarse un café. Se sentaron en el mismo banco

de siempre. Su amiga le daba una calada profunda a un

cigarrillo y expulsaba el humo con lentitud mientras ella

miraba al frente perdida en sus pensamientos. Desde que se

había levantado esa mañana, sentía en su estómago un

cosquilleo que antes no estaba. Un cosquilleo que muchos

definirían como las clásicas mariposas que revolotean

descontroladas y que ella no se atrevía a dar nombre. Que

Bienvenida al club,relajate y disfruta.(Lust #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora