Había parado en una tienda de esas que estaba abierta las
veinticuatro horas para comprar unas cervezas. Su madre,
muy sabia ella, decía siempre que era de muy mala
educación presentarse de improviso en casa de alguien y
encima hacerlo con las manos vacías. Bueno, sus manos ya
no lo estaban... Escuchó pasos ligeros que se acercaban a la
puerta. ¿Lo habría despertado? Joder, ¿y si estaba
acompañado? No pensó en esa posibilidad cuando salió de
casa toda ufana, en realidad no había pensado en nada, de lo
contrario en ese preciso instante estaría metida en su cama y
no ahí esperando a que el rubiales apareciera de un momento
a otro. ¿Qué iba a decirle cuando por fin lo viera? ¡Mierda!
Otra cosa más que había pasado por alto. Entonces se le
ocurrió hacer algo para quitar hierro al asunto de presentarse
allí sin ser invitada y tal. Sacó un pañuelo blanco de papel
del bolso y de repente la puerta se abrió. Tragó saliva.
¿Cómo podía ser que ese hombre estuviera tan sexi con un
puto pantalón de pijama? La miraba entre sorprendido y
extrañado.—Vengo en son de paz—dijo agitando el pañuelo frente a
sus narices—, y he traído bebida—mostró la caja de
cervezas—. He ido a casa y he comprobado que tu hermana
dormía como un bendito bebé. Y no sé por qué estoy aquí,
bueno, la verdad es que sí lo sé, quiero decir que... ¿Puedo
pasar? O no, creo que lo mejor será que me marche. No
quiero molestar... no... —Oliver tiró de uno de sus brazos y
la metió en el interior de la casa—. No deberías dejarme
hablar, ahora mismo el filtro cerebro boca está desconectado
o fuera de cobertura y no sé ni lo que digo. Lo siento, estoy
un poco nerviosa...—Oliver la atrajo hacia él y posó sus
labios sobre los de ella.
Un beso que a ella le supo más dulce que la misma
miel. Un beso cargado de ternura. De sentimiento. Abrió
ligeramente la boca para que sus lenguas se reconocieran.
Joder, en la vida la habían besado así...
—Yo también estoy nervioso, mira—llevó su mano
al pecho, donde el corazón latía desenfrenado—. ¿Lo
sientes?—Asintió—. Sólo tú, con tu presencia consigues
esto—. La besó de nuevo. ¡Ay señor! Lo que estaba
sucediendo no se le había pasado por la cabeza ni de coña.
Ella sólo quería hablar... Pero desde luego aquello era
muchísimo mejor que las palabras. Se podía llegar a decir
tantas cosas con los besos...—. ¿Mejor?
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Bienvenida al club,relajate y disfruta.(Lust #2)
RomansaSheila, una asturiana de armas tomar que abandona su tierra natal dispuesta a buscarse la vida, y de paso, recuperar el control de ésta, llega a Nueva York arrasándolo todo a su paso con su fuerte personalidad. Dos titanes que están destinados a enc...