Capitulo 11

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Subió en el ascensor retorciéndose los dedos de las manos,

hecho que no pasó desapercibido para su amiga Dairene,

aunque ésta no dijo nada. El corazón le martilleaba en el

pecho. A sus pulmones les faltaba aire. ¿Qué leches le estaba

pasando? Inspiró varias veces intentando tranquilizarse, pero

en cuanto el ascensor se detuvo y las puertas se abrieron en

la planta donde vivían sus amigos, hasta se mareó. Angeles,

con una sonrisa radiante las esperaba apoyada en el quicio

de la puerta para darles la bienvenida. A ella apenas le salía

la voz, por eso simplemente la abrazó y le dio un beso en la

mejilla. La siguieron por el pasillo hasta el salón.

Rápidamente paseó la mirada por éste para tener localizado

al rubiales, y al no verlo empezó a respirar con un poco más

de normalidad. Felicitó efusivamente al cumpleañero.

Saludó a los padres de éste, que sólo los había visto un par

de veces y a continuación le presentaron al hermano pequeño

de Ricardo y a su novia. Muy guapa por cierto. En el salón,

habían dispuesto una especie de mini barra de bar para tener

a mano las bebidas para la cena, y en cuanto pudo se acercó

a ella para servirse una copa de moscato azul. Sí, azul. Ella

también se había sorprendido cantidad la primera vez que lo

vio. Nunca antes en su vida había bebido un vino que tuviera

ese color. Y desde el día en que lo probó le gustó tanto, queaparte de la cervecita, se convirtió en su bebida preferida.

Estaba dándole un sorbito, cuando notó una mano en su

cintura. Un escalofrío recorrió su cuerpo de pies a cabeza.

Sin lugar a dudas, sabía perfectamente a quien pertenecía

aquella mano.

—¿A mí no vas a saludarme, asturiana?—Le dijo

bien alto para que todos los allí presentes lo oyeran. Ella se

giró despacio y lo escrutó con la mirada.

—La verdad es que no te había visto...

—Pues ahora me tienes delante de tus ojos—el muy

capullo la estaba buscando, pero ella no iba a caer en su

jueguecito. ¡No, señor! Todos estaban pendientes de ellos y

no le daría ese gusto.

—Cierto—sus labios se curvaron en una sonrisa

muy, muy falsa—. Hola, rubiales—saludó con retintín. Luego

acercó la boca al oído de éste y, susurró—. Date por

saludado, campeón—. Entonces él soltó una carcajada y con

un leve movimiento de cabeza, depositó un tierno beso en la

comisura de su boca, descolocándola. ¿A qué coño estaba

Bienvenida al club,relajate y disfruta.(Lust #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora