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29 de enero

Apartamento de Rei y Kazuki

Las semanas comenzaron a pasar.

La rutina con el embarazo hizo que todo cambiase para aquel Alfa y Omega. Ahora dormían juntos (como en los primeros días del mes) en la bañera para que quien cargaba al bebé pudiese sentirse seguro con su entorno y así evitar cualquier incidente.

Con todo lo que habían pasado, Kazuki se había vuelto muy atento con él. Lo bañaba mucho con sus feromonas para indicarle que no pasaría nada porque Rei se notaba aún inquieto de que por cómo esto afectaría a la manera que cuidarían a su hijo por cómo fue criado en su adolescencia y tenía la impresión de que repercutiría tarde o temprano.

Era inevitable para el Omega no pasarse en todo ese periodo de tiempo con esa sensación de vulnerabilidad hasta el punto en el que su propia naturaleza exigía la compañía del Alfa que lo embarazó. Claro que, por sus ideales le avergonzaba, pero al saber que estaban solos en aquel departamento se dejaba llevar.

Como lo era, en esta ocasión, estando los dos juntos en el sofá, específicamente, encontrándose Rei encima del regazo de Kazuki mientras jugaba videojuegos recibiendo caricias en su abdomen de nueves semanas levemente abultado. Él dejaba que hiciese eso, le gustaba tanto que, hasta involuntariamente su esencia de pudin se dispersaba por el aire teniendo encantado a su acompañante de fragancia a pan por querer mezclarla con la suya.

—¿Cómo te has sentido? ¿Las náuseas se fueron? —inició como tema de conversación quien tenía su palma sobre el vientre del embarazado disfrutando del momento.

—¿Eh? Sí, desde que dejaste de cocinar pescado he dejado de sentir esos ascos —respondió con su vista puesta en el televisor—. Estoy bien. Desde esa misión, me he sentido mejor ¿por qué la pregunta?

—Oh, lo pregunto porque tus feromonas se están endulzado más de lo usual... —la voz del Alfa se volvió un poco grave—, y me gustaría asegurarme que te encuentras bien antes de hacer algo imprudente que afecte a nuestro cachorro...

Con ese comentario, Rei se desconcentró perdiendo su juego.

Él no podía creer que Kazuki estuviese pensando en volverlo hacer por tercera vez, realmente no le sorprendía del todo que se lo estuviese pidiendo, pero ¿por qué quería ahora? Él no estaba en celo como ese ocho de noviembre o en un efecto parecido como la víspera navideña que lo llamó, inconscientemente, para que le diese seguridad.

El Omega decidió levantarse de las piernas del Alfa para verlo directamente a esos ojos rojos. Ahí fue donde comprendió que la mirada roja de su compañero estaba de color un poco intenso y eso solo significaba una cosa en lo que recordaba de convivir en estos tres años juntos: el celo de Kazuki se acercaba.

—¿Ya pasaron tres meses?

—Aún no... —aquel Alfa se acercó al rostro del Omega—, pero debo saber si puedo hacerlo contigo otra vez sin perjudicarte a ti y a lo que llamas cosa... —sonrió haciendo que se sonrojara levemente—. Yo quiero saber si... ¿Me ayudarás?

Rei no supo que responderle teniendo sus mejillas encendidas y a ese hombre bastante cerca sintiendo sus respiraciones chocar.

Ciertamente, no sabía si podría corresponderle estando en todos sus sentidos, de alguna manera, solo se sentía incómodo. Tanto que, se alejó hasta el punto de que llegó a la orilla del sillón, del cual casi se cae, pero su compañero no lo permitió.

Kazuki lo volvió a poner en el mueble haciéndole darse cuenta de que se estaba dejando llevar un poco por su naturaleza y eso podría hacer que Rei pudiese salir lastimado.

Un Regalo Inesperado |Buddy Daddies| KazureiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora