Rostros Muertos

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     —Está ahí delante —indicó Bo-Katan.

     —Y no debería estarlo —respondió Dans—. Ojos en cada acceso, no importa si es una rejilla pequeña.

     —No se mueve —dijo Earri, inquieta.

     Los nervios se acrecentaron en el grupo. La figura humana ubicada al fondo del corredor los miraba con los ojos desorbitados y con una sonrisa fría en el rostro.

     —¿Eso...? ¿Eso es su estómago? —Grabbel estaba petrificada. Dans se volteó a mirarla y la jaloneó del brazo para que pudiera reaccionar.

     —Concéntrate, no es momento para pensar las cosas —le espetó el joven. Acto seguido, se dirigió hacia la entrada del pasillo con la intención de encontrar un panel que le dijera que había una puerta. Bo-Katan se prestó a ayudarlo y entre los dos revisaron las cercanías de la jamba.
     Nada.
     Era un gran corredor vacío, con las paredes revestidas en metal al igual que el resto del complejo, sin ninguna puerta y sin ningún vano en el qué ocultarse. A sus espaldas, los pasos naturales de la cueva que habían sido acondicionados para servir como vías cortas de entrada parecían extenderse.
     ¿Pero cómo?
     La zona era un acceso secundario, un punto auxiliar desde el cuál realizar el envasado del tyrazine en caso de que la planta principal estuviera dañada o en reparaciones, en teoría no deberían de haber más accesos que ese corredor y la entrada por la que habían accedido al complejo, a menos que...
     Se dio media vuelta en dirección contraria al umbral, recorrió las paredes con los ojos y atisbó luces tenues en el tramo posterior. Tragó saliva manteniendo la calma y dio unos cuantos pasos hacia ahí.

     —Maldita sea —masculló frustrado y lleno de desesperanza cuando vio que habían corredores adicionales recientemente construidos; no deberían de tener más de tres semanas, el revestido de sus paredes estaba muy bien hecho y el piso no mostraba signos de mucho uso. Eran nuevos, posiblemente resultado de una remodelación de última hora, ninguno figuraba en el plano original que consiguió Nema—. Estamos en problemas. Tomemos las bombonas y larguémonos.

     Todas se giraron a verlo.

     —Aún nos faltan dos bombonas más —dijo Earri.

     —¡Pues hay que llenarlas de inmediato!

     —¿¡Y así de simple ignorarmos eso!? —increpó Bo-Katan antes de apuntar hacia la figura al fondo del corredor sin quitarle los ojos a Dans.

     Dans intercaló miradas entre las tres mandalorianas, sabía que tendría que ceder si quería que colaboraran en su huída, así que se guardó el orgullo.

     —Entonc... —las palabras se ahogaron cuando sus ojos cayeron en cuenta de que la figura horripilante había desaparecido—. ¿¡Dónde está!? ¿¡A dónde se ha ido!?

     —Estaba ahí hace un instante —contestó Earri.

     —¡Mierda! —no lo dudó, sacó sus armas y se cercioró de que estuvieran completamente operativas. Sabía que hacerlo solo pondría más nerviosas a las tres mandalorianas al lado suyo, pero le dio igual, nada importaba cuando la vida de uno estaba en juego—. ¡Las bombonas!

     Grabbel y Earri desconectaron rápidamente el par de bombonas que acababan de llenarse, cerraron las válvulas y las empujaron hacia el corredor al mismo tiempo que traían las otras dos y las conectaban en los dispensadores. Estaban a punto de tirar de la palanca de llenado cuando un leve mar de gemidos apareció en lo profundo de la caverna, justo por los corredores nuevos que Dans acababa de reconocer. Ninguno se movió.
     Fue recién cuando el golpe seco de una vara de metal cayéndose de algún lado que los cuatro miraron hacia esa dirección y el ruido de los lamentos se tornó cada vez más pesado e intenso. Earri tenía la mano puesta sobre el mango de su pistola bláster mientras que Grabbel retrocedía un paso en silencio. Bo-Katan hizo una seña y ambas se pusieron en posición de guardia, quería saber qué es lo que estaba sucediendo para si quiera al menos tener en cuenta a qué se enfrentaba.
     Nada de eso era normal, de hecho, la misión no parecía serlo desde un principio, ¿para qué querían el tyrazine en primer lugar? Podían haber obtenido la misma cantidad de dinero haciendo otras cosas, ¿y el agente? ¿Por qué la República enviaría un único agente a territorio separatista? ¿Por qué saquear una planta envasadora solo para conseguir un puñado de bombonas llenas? ¿En qué los beneficiaba en su guerra?
     Trató desesperadamente de encontrarle respuesta a cada una de las preguntas que surgían en su mente, pero ninguna parecía tener la coherencia necesaria para tomarla como cierta, estaba perdiendo el tiempo en algo que al final no revelaría por su cuenta y... el agente.
     Se concentró todo lo que pudo y volteó a mirar a Dans solo para ver cómo sus S-195 apuntaban hacia un estrecho corredor, poco más que una grieta en la pared rocosa que debía de conectar con algún lugar amplio en su otro extremo; era apenas lo suficientemente ancha como para que una persona pasara a través de ella de costado.
     Bo-Katan pudo jurar que las manos de Dans Ryder estaban temblando.
     Dijo su nombre con el objetivo de llamar su atención, pero él ni se inmuto, solo seguía mirando fijamente aquella grieta, aquella abertura en la pared tan oscura que se asemejaba al vacío del espacio. Esa actitud suya estaba comenzando a ponerla nerviosa, claro, más de lo que ya estaba y que no podía demostrar en frente de sus guerreras. «Dans», volvió a decir, y nuevamente se quedó sin respuesta.
     No pasó mucho tiempo hasta que decidió tocarle el hombro para hacerlo reaccionar, pero poco antes de hacerlo, se oyó un crujido extraño provenir del corredor adjunto más cercano en dirección a la salida.

Fuego Estelar: A Star Wars Fan History IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora