Manos Frías

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     —Earri, cierra las compuertas —ordenó Bo-Katan.

     La mandaloriana asintió, pero antes de que pudiera dar un paso, Dans la detuvo.

     —Un momento.

     —¿Qué crees que estás haciendo?

     —Solo guarden silencio un segundo.

     Dans entrecerró los ojos y contuvo la respiración. Se concentró todo lo que pudo, clavando la mirada en la entrada de la sala de control. El aire a su alrededor era pesado, pero eso no significaba que no pudiera estudiarlo, sentir pequeñas brisas súbitas que no deberían de existir en un lugar sin vientos o corrientes fuertes le alertaban de algo que él trataba de averiguar qué era.
     Bo-Katan y Grabbel intercambiaron miradas creyendo que el agente estaba siendo demasiado imprudente, dejar la compuerta expuesta con todos esos seres rondando por ahí les causaba mucho nerviosismo.
     Aguardaron un minuto completo, un minuto de total silencio y tensión. Ninguno había movido un músculo y no tenían intenciones de hacerlo a menos que fuera necesario.
     Entonces Dans oyó algo, apenas un golpeteo en la pared, poco más que un roce captado por su buena audición. No supo qué era ni de dónde venía exactamente hasta que el ruidillo se hizo más grueso y a la vez suave, forzado pero constante. El sonido ondulaba por el aire con tanta lentitud que bien podría haberse confundido con los producidos por los cientos de sistemas instalados en todo el complejo, aparentaba ser solo uno más de los tantos cientos de susurros escondidos entre las frías paredes de metal, pero Dans no era tonto y tenía suficiente experiencia como para darse cuenta de la verdad y fue por eso que terminó abriendo los ojos como platos.

     —Los conductos de ventilación —dijo y miró hacia la rejilla que había por encima de sus cabezas—. ¡Están viniendo por los conductos de ventilación!

     —Eso es imposible —increpó Bo-Katan—, ¿cómo esas criaturas pued...?

     El ruido de una de las placas del falso techo del pasillo posterior que se desprendía alertó a todos. Los arañazos, siseos y gruñidos bajos de los seres se derramaron por los cables hasta llegar a sus oídos.

     —Los delgados conductos y las paredes revestidas de duracero de la sala de control nos mantendrán relativamente a salvo —comentó Dans—. Pero será mejor que encontremos una vía de escape.

     —Primero necesito descargar los planos del complejo —indicó Earri a la par que pirateaba la consola principal—. Luego tomaremos la puerta opuesta allá a la derecha y descenderemos al ala de gestión, tantearemos la zona y subiremos de regreso al hangar en el que estábamos. —Miró a Dans con algo de premura—. No es por nada, pero tu informante tiene planos un poco viejos.

     —Con todas las nuevas galerías que hemos visto... no me sorprende.

     —Entonces, ¿cuál es el famoso plan para esas cosas? No podemos dispararles si es que se están moviendo por dentro de las paredes —Bo-Katan lanzó un escupitajo al piso, estaba nerviosa.

     —No soy fan de esto, pero habrá que hacerlas salir a los pasillos —Dans miró sus blásteres, casi notando el reflejo de su rostro en el metal del cañón de uno de ellos—. Prefiero dispararle a un blanco visible.

     —Allá tú si quieres hacerlo —se mofó Bo-Katan—. Me gustaría conservar mi piel intacta si no fuera mucho pedir.

     —Podríamos retrasarlos si desviamos su atención —señaló Grabbel—. Eso le daría tiempo suficiente a Earri para revisar las cámaras de seguridad que sigan operativas y para estudiar el plano a fondo.

     —Ella tiene razón —apoyó Dans—. Por suerte sé cómo hacerlos salir —dijo mientras deslizaba su mano dentro de su gabardina—. Aún me quedan un par de explosivos de mano.

Fuego Estelar: A Star Wars Fan History IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora