Idas Frías

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     ―¡Maldita sea! ―bramó Dans. Disparó un par de tiros contra su objetivo y se giró para continuar trotando―. No dejan de aparecer los muy bastardos.

     El grupo apresuró el paso, los chillidos se iban haciendo cada vez más extensos y el tiempo era un factor imprescindible que no podía descuidarse.

     ―Agradece al cielo que solo son uno o dos ―agregó Tychus―. Imagínate si fuera todo el maldito enjambre que dejamos allá atrás. Se me ponen los pelos de punta de tan solo pensarlo.

     Habían esperado tener una huida tranquila, pero simplemente los cadáveres andantes no dejaban de llegar de los corredores adjuntos. Parecían ser rezagados o solitarios que vagabundeaban por las instalaciones sin un rumbo fijo, como olvidados de un grupo mayor que priorizaba el hambre antes que a los suyos. Dans se preguntó si realmente esas cosas tenían consciencia o estaban muertos del todo. ¿Acaso la muerte tiene consciencia?  No, eso simplemente era un reflejo irracional de su estrés, pero... El muerto de antes literalmente les había cortado el paso, tanteó el panel de control de esa compuerta y la cerró, y estaba seguro de que los había visto fijamente en el momento en que lo hizo.
     ¿Qué carajos había pasado ahí abajo? ¿Lo mismo que en Jebble? Todo parecía indicar que sí, pero el desastre de Jebble era una infección, los necromorfos eran seres vivos, mutados de las formas más horrendas y espantosas posibles, pero estaban vivos al fin y al cabo. Pero estos... estos eran literalmente cadáveres, ya estaban muertos, tenías que destrozarles los cráneos para que quedaran inhabilitados, abatidos. Tenía que haber una explicación, una causa, una razón... pero algo dentro de él le hizo sentir que algunas cosas era mejor no saberlas nunca. Y solo Dios sabía lo que había sucedido tanto en Jebble como ahí mismo, en Mechis III.

     ―¡Allá al fondo! ―Earri apuntó a una compuerta con el logo de unas escaleras en la parte superior central del marco metálico. Era justo lo que estaban buscando, el ascenso del infierno al mundo de los vivos. Qué irónica metáfora.

     ―¡Sigan corrieron! ―instó Bo-Katan―. No hay que confiarse con esas cosas.

     ―¿Seguras que la puerta está abierta? ―inquirió Tychus, visiblemente preocupado―. Les recuerdo que la última carga explosiva ya la utilizaron.

     ―Sí, claro que lo está ―aseveró Grabbel―. Earri se aseguró de eso antes de que todo se fuera al garete.

     ―¿Qué pasa, Tychus? ―dijo Dans―. ¿Te dan miedo unos cuantos monstruos comehombres?

     ―Vaya que sí, amigo majara ―respondió el exconvicto―. Tanto miedo que ahora mismo estoy corriendo de ellos junto a ti con los huevos en la garganta.

     Hubo un par de risas antes de que el chillido agudo de un cadáver en la lejanía les cortara el buen ánimo. Ya habría tiempo para reírse y olvidar los problemas, ahora solo tenían que asegurar entrar a la columna estructural por la que las escaleras serpenteaban por las cuatro paredes de la vasta estancia y arribar hasta los túneles superiores para escapar del condenado planeta.

     Con algo de esfuerzo arribaron a la compuerta, Earri rápidamente conectó su datapad a la consola de la cerradura y comenzó a piratearla, todos los demás se giraron para cubrir a los pocos seres que les habían seguido el paso y que les estaban dando el alcance desde tres corredores distintos, todos menos Grabbel, que se quedó junto a Earri para cuidarla de cualquier cosa que pudiera salir de más allá de la compuerta.
     Los llantos de bláster hicieron su aparición, los gritos guturales también, se oyeron zarpazos y golpes secos que estuvieron acompañados del parpadeo azul de los tiros que terminaba pintando brevemente las paredes antes de desvanecerse y darle paso a otro destello.
     Un minuto después y, por lo menos, veinte cadáveres apilados en grupos disímiles, la compuerta se abrió y Grabbel mantuvo su arma en alto por precaución. Inspeccionó el lugar de forma rápida y cuando se cercioró de que estaba despejado, fue la primera en ingresar. Todos la siguieron cuidando la guardia y Earri pudo cerrar y bloquear la compuerta cuando estuvieron del otro lado.

Fuego Estelar: A Star Wars Fan History IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora