La Carnicería de Krell

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     ―General Krell ―saludó Rex mientras se acercaba al jedi que tenía los ojos clavados en el ventanal de la sala de control―, vengo a pedirle que no envíe a Cincos y a Jesse a consejo de guerra.

     ―Las acciones de los clones 5555 y 5597 son un claro acto de traición y rebeldía hacia mi mando ―respondió el jedi―. Si no reciben castigo, otros empezarán a desobedecer como ellos. Y ya suficiente tengo con la clara insubordinación de ciertos oficiales... como el capitán Ryder. ¿Tiene idea, soldado, de lo peligroso que es tener a un capitán en clara rebeldía contra su oficial superior? La cadena de mando existe por una razón y si un elemento no se adhiere a ella, entonces debe ser extirpado de raíz.

     ―Pero, señor, los hombres lo apoyan. Es solo que algunos sienten que ponen su vida en riesgo... sin necesidad.

     Había inquietud en las palabras de Rex, era normal, tenía muy buenas razones para poder debatir con el general y en cierta medida incluso tenía más argumento que él respecto a sus acciones y la forma en la que estas eran percibidas.

     ―Con mayor razón debo dejar en claro que yo estoy a cargo y que la insubordinación no será tolerada ―Krell no iba a dar su brazo a torcer―. A decir verdad, estos clones tienen problemas respetando la autoridad desde el principio. He visto casos así, algunos clones son... defectuosos. No son capaces de respetar la autoridad. ―Hizo una pausa, cavilando en los hechos suscitados a lo largo de toda la campaña, no podía permitirse más afrentas, bajo ningún concepto―. Tiene razón, capitán. No irán a consejo de guerra. Solo sería una pérdida de tiempo y eso es algo que no tenemos ―se dio la vuelta estableciendo contacto visual con el capitán Rex. Dio dos pasos serenos y, cuando estuvo a su altura, posó una mano indulgente sobre la hombrera azul del oficial clon―. Temo que tendrán que ser eliminados. Prepare un escuadrón para ejecutarlos.

     ―¿¡Qué!? ―exclamó Rex, atónito―. ¡Pero, señor!

     ―¡YA OYÓ CAPITÁN! ―gritó el general Krell. Todos los clones ahí presentes se sobresaltaron con sus palabras―. ¡HÁGALO DE INMEDIATO O LO HARÉ YO MISMO!

     Las palabras de protesta se ahogaron en la garganta de Rex. No sabía cómo reaccionar, sintió un vacío en el estómago y un nerviosismo horrible recorriéndole las palmas de las manos.

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     ―¿¡QUE HIZO QUÉ!? ―el sobresalto de Dans estremeció la barraca de la 31va Compañía de Vanguardia de la 501. Los clones a su mando se quedaron en silencio, espectantes, quietos, como estatuas, y clavaron los ojos en la mesa cerca a la puerta principal del sitio donde Carter le había dado la trágica noticia a su capitán―. ¿¡CÓMO SE ATREVE!? ―quedó preso de la furia, no pudo controlarse, en ese corto periodo de tiempo perdió los estribos, tomó una de los bancos metálicos y lo arrojó con tanta fuerza contra la pared que incluso llegó a doblar el asiento―. ¿¡Dónde están ahora!?

     ―El capitán Rex y algunos de sus hombres están yendo a las celdas de detención, señor ―prosiguió Carter. Su voz era monótona, no se sentía cómodo informando eso, pero tampoco podía permitirse expresar sus emociones, sobre todo si el capitán mismo ya lo hacía en nombre de todos, aunque no lo supiera―. Está programado. Es inevitable ahora.

     ―¿¡Así es como Krell trata a los hombres que con tanto valor dan su vida en el frente!? ―sus palabras cayeron como gujas puntiagudas sobre todos los que lo escucharon, algunos intercambiaron miradas, otros se quedaron fijos observando el piso. Había una clara molestia entre las tropas y la incertidumbre del momento no hacía más que acrecentar ese sentimiento―. Krell no es un general, es un imbécil. Bien... Si esas tenemos, entonces no me queda más que intervenir.

Fuego Estelar: A Star Wars Fan History IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora