Estaba más concentrada vendando sus manos que prestando atención a la mirada de los demás integrantes del grupo, no era una niña prodigio pero tampoco necesitaba ser muy inteligente para darse cuenta que no era bienvenida. Su secreto era que estaba tardando en vendarse las manos más que de costumbre para no tener que enfrentarlos, no quería perder el tiempo con absurdas peleas, preferiría demostrar todo lo que no podía decir con palabras en el cuadrilátero frente a cientos de ojos, de solo pensarlo su corazón se estrujaba a sí mismo como si quisiera suicidarse ahorcandose solo. Suspiró temblorosamente, estaba ansiosa.
Saltó en su lugar cuando las puertas se abrieron, no fue la única que miró al encargado con suma atención. Ya habían estado más de una hora esperando su turno para participar. Narumi ya había empezado a hacer cuentas, lo hizo desde el primer momento en que ingresó en el vestidor asignado y se mantuvo sentada en la esquina del cuarto aislada de todos. En total eran treinta y seis estudiantes, todos organizados en grupos de seis con seis integrantes cada uno. Se preguntó seriamente dónde estaban Nadir y Elián, tenía mucha curiosidad por ellos. Miró a su alrededor, los demás no sólo eran más altos que ella, incluso las dos mujeres del grupo, también podía percibir sin necesidad de usar alguna habilidad especial que su carácter arisco se debía a tener que estar en el mismo grupo. Pensó que la tensión en el aire la mataría más rápido que un contrincante armado allá afuera. Volvió a suspirar.
- Es su turno. - dijo con sequedad el encargado.
- Al fin, nos hicieron esperar. - se quejó el más alto y de cabello atado en una trenza.
- En realidad son los primeros.
La respuesta de todos, menos la de Narumi, fue quejarse. Casi por casualidad todos voltearon a verla cuando se rió en silencio, apenas fue una risa tonta, pero eso bastó para ganarse esas miradas repletas de veneno y cuchillas. Otra vez sintiéndose superiores solamente por existir.
Narumi apretó su mandíbula, no quería quedarse atrás mientras ellos se creían mejor. Avanzó entre algunos chocando sus hombros en el proceso, se ganó más miradas, pero no le importó, se adelantó antes que todos.
Su corazón latía a mil y la boca se le secó más rápido de lo que esperaba, aquel pasillo de piedra parecía interminable. Vio la apertura de entrada a la distancia, caminó hacia allí más rápido, pero no llegó muy lejos, una mano se aferró a su muñeca antes de que pudiera poner un pie afuera.
Miró con mala cara a Nadir sin saber que era él.
- Narumi. - la miró preocupado.
- Nadir. - se quedó perpleja. - Yo…
Sus demás compañeros pasaron por su lado, esta vez ni siquiera la miraron. Mejor para ella.
- ¿De verdad vas a competir?
- Sí.
- Pero es muy peligroso, la única vez que te vi pelear fue…
- Si mencionas a los ocelotes por amor a dios que no respondo. - exclamó. - Escuchame, Nadir. Pasaron muchas cosas desde ese año, una de ellas es que he cambiado y tú quizás no te diste cuenta.
- Narumi. - aferró sus dos manos como si fuera a perderla.
- Déjame ir, tonto. Si no voy con ellos no nos dejarán empezar.
- Yo… ¿Estás tan decidida a hacer esto?
- Ya te lo dije, yo…
- ¡No tienes que demostrarle nada a nadie, Narumi!
- Ese es el problema. - alzó sin querer la voz. - Yo no necesito la aprobación de nadie, ni siquiera la de Elián. Solamente…
- ¿Entonces por qué lo haces?
- ¿Por qué no quieres que vaya? Tú deberías estar con tu equipo viendo la pelea desde las gradas con ellos.
- ¡Por una vez tómame en serio! - gritó. - No quiero que nada malo te pase, no soportaría eso.
La abrazó con fuerza contra su pecho. Narumi se quedó sin habla, jamás lo había escuchado tan asustado en su vida.
Mocoso sentimental, pensó mientras correspondía el abrazo.
- Es tiempo de que aprenda a cuidarme sola. - le dijo dulcemente.
- Narumi. - se negó a soltarla.
- Ya suéltame, bobo.
- Yo… te quiero. - lo dijo muy bajo, apenas lo escuchó, pero ahí estaba. Era la verdad.
- Nadir. - aspiró su aroma. - Eres mi mejor amigo, yo también.
Permanecieron otros segundos de ese modo, él se negaba a dejarla ir y Narumi comenzaba a tener calor.
- Oye… me estoy cansando. - lo pellizcó en las costillas.
- Narumi. - ambos se separaron ante aquella voz.
Las pupilas de Narumi se dilataron al ver a su profesor parado en el umbral de la puerta.
- Te están esperando. - dijo con sencillez.
- Ya, me voy. - miró a Nadir. - Puedes mirarme desde las gradas, dame ánimos, yo te voy a estar escuchando.
Le sonrió con más seguridad, gracias a él el miedo se le pasó. Besó rápidamente su mejilla, se dirigió junto a su profesor.
- ¿Algo que decirme? - le preguntó mientras se tronaba el cuello.
- Sí. - lo miró atenta. - Cuídate.
- Claro que lo haré. - le sonrió.
No miró hacia atrás cuando empezó a caminar hacia su equipo que se mantenía en fila frente al otro equipo contrario. Su momento de crecer había empezado, incluso si se desgastaba como una muñeca de trapo lo iba a lograr, conseguiría algo más importante que la fama o un rango más superior. En el fondo solo quería reconocimiento como sustituto de amor.
Andrea, si después de esto no salgo tan ilesa como pretendo, me gustaría decir que lo quiero, pero eso va en contra de todo, pensó.
Los murmullos del público cesaron ante la presencia de Tristán, ese hombre impone más respeto que cualquiera en el escenario. Narumi aspiraba a eso algún día. Desde su palco junto con los otros concejales en lo más alto podía verlo y escucharlo todo, nada se le iba a escapar, en especial cuando su atención estaba fija en la nueva estudiante de último momento.
- Si ya todos están listos me gustaría decir unas palabras antes. No esperen palabras de aliento de mi parte, aún son jóvenes y les falta mucho que aprender, así que enfrenten esto hoy como una lección de vida de las muchas que va a tener a lo largo de su existencia.
Narumi suspiró. El discurso de Tristán no la conmovió ni la emocionó en absoluto, su atención estaba más en su hermano. Lo buscó con la mirada, estaba sentado en la punta más alta de la grada terciaria, se sentía afortunada de no tener que verle la cara frente a batalla, no después de lo sucedido ayer.
- Bien, pongan atención. - habló el coordinador.
A Narumi le pareció chistoso el silbato que llevaba en el cuello, como si eso fuera a detener a los jóvenes cuando estaban decididos a sacarse las tripas con las uñas mutuamente.
- Esto será de la siguiente forma, gracias a las nuevas formalidades impuestas en las últimas veinticuatro horas, la primera parte del torneo se dividirá en tres partes cuyos integrantes de cada grupo serán elegidos para competir mutuamente hasta que el número de participantes se reduzca a seis, después de esto, solo quedarán tres finalistas que pasarán y esperaran su turno junto con los otros, ¿se entendió?
Los murmullos no tardaron en aparecer y varias miradas se convirtieron en filosos puñales que se incrustaron en su nuca. No solo parte del público la miraba sino también su propio equipo.
Como si tuviera la culpa de este cambio de último minuto, pensó amarga.
- ¿Tanto van a mirar, joder? - dijo en un volumen razonablemente alto.
Contuvo el calor en sus mejillas, buscó calmarse.
- Bien, podemos empezar. - sacó su reloj del bolsillo de su uniforme. - El encuentro será de cinco minutos, una serie de tres.
Más números para añadir a la lista.
- Esto ya fue decidido minuciosamente con anticipación, así que cuando diga el nombre de los primeros participantes acérquense.
Sin darse cuenta Narumi empezó a rezar, su mirada estaba perdida en algún punto sin sentido. No estaba dando una buena impresión pero no le importaba, solo quería mantenerse serena cuánto tiempo más pudiera. Cerró los ojos un instante, de los nervios tampoco pudo dormir anoche, esto iba a ser largo y pesado.
- ¡Ey! - se sintió despertar por una fuerte sacudida.
Miró confundida a su compañero. Este la miró serio.
- Dijeron tu nombre, avanza. - la empujó antes de que pudiera recordar cómo caminar.
Bien, empezamos bastante bien, pensó.
Se fijó en que era una pelea simultánea, pero individual de tres contra tres. Su oponente solo era un año mayor, jamás había hablado con ella, pero la conocía por haberla visto durante los entrenamientos, sabía que era bastante buena. Sin querer, trago grueso.
- La primera ronda de la primera división. - anunció el coordinador. - Combate cuerpo a cuerpo. No se permiten objetos cortopunzantes, ni mordidas o piquetes de ojos, mucho menos técnicas prohibidas, lo saben.
Dejó de mirar a su compañera para fijarse en lo que había dicho. Si había técnicas prohibidas no las conocía, Andrea jamás le mencionó tal cosa.
- La primera que se rinde, que no se puede levantar o es empujada fuera del círculo que se les fue asignado inmediatamente perderá y será descalificada. Esto suma faltas cuyo límite es de cuatro, después de sobrepasar el número podrían perder.
- ¿Cuatro? Qué raro, pensé que sería otra vez el número tres. - sonó burlona sin darse cuenta.
La chica frente a ella se rió, Narumi la miró ligeramente relajada. Pensó que iba a estar bien.
- Si no hay objeciones pueden comenzar. - se apartó el coordinador.
Narumi se preparaba para estar en posición cuando el puño extendido hacia ella en señal de saludo la interrumpió. La miró anonadada un instante, los demás ya habían empezado, podía escucharlos darse certeros golpes mutuamente. Avanzó hasta la chica, se le ocurrió sonreír por esa muestra de amabilidad antes de…
- ¡Oh! ¿Qué fue eso? - se escuchó el grito de Nadir por sobre el resto.
Narumi miró dolorido a la chica desde el piso. No había terminado de saludarla cuando recibió un puñetazo cruzado en medio del pómulo, se sintió realmente estúpida. Lo siguiente que escuchó fue un bufido similar a una risa apagada. ¿Acaso ella era un chiste? No vino con intenciones de ser el bufón de alguien, ya no más.
- ¡Levántate, Narumi! ¡Ya!
- Te escucho. - murmuró en respuesta.
Se limpió la sangre de su ceja cortada, miró a su contrincante fijamente, se llevó esa gota de sangre a la boca.
Se puso en posición después que ella, puso sus brazos en guardia, agachó la cabeza y levantó los hombros. Se puso en guardia para pelear.
- ¿Y bien? Comienza. - exigió la chica.
- No, tú primero.
- ¿Con miedo?
- Sí, de que te rompas una uña. - le sacó la lengua.
Ambas avanzaron al mismo tiempo, parecía que ninguna quería acercarse a la otra por la posición de las manos de cada una. Iban a evitar mutuamente los ataques de la otra.
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El despertar del alfa
Ciencia FicciónCuando ser diferente desde la concepción se volvió una maldición difícil de erradicar todo parecía perdido y destinado irremediablemente al fracaso. Pero cuando la diferencia se convierte en amenaza externa y una virtud unipersonal absolutamente tod...