Aunque podía ver y entenderlo todo, no podía reaccionar. Como si hubiera olvidado cómo desenvolverse ante situaciones así.
Lo único que pudo hacer, de forma automática y sin dominio de sus propios fragmentos mentales, fue ponerse de pie lentamente, cada músculo del cuerpo palpitaba de forma desgarradora, estuvo a punto de caer de cara al piso de no haber puesto la suficiente fuerza de voluntad para mantenerse en pie unos segundos ante la atenta y shockeada mirada de todos. Las lágrimas en sus ojos le impedían ver su camino, estaba muy mareada y confundida, en cualquier momento iba a colapsar. No entendía por qué seguía de pie.
Apenas dio dos pasos, casi tres. Ya no estaba en sus facultades, ni físicas y mucho menos mentales. Caminó sin rumbo por aquel valle de muerte, rodeada de cadáveres y de mucha sangre tanto suya como de otros, apenas un vago nombre salió de sus labios de forma susurrante.
- Kasumi. - quería buscarla, acabar con todo de una vez, pero no podía ir más allá.
- Ja. - rió entre dientes Andru.
Volvió a acercarse, pensaba apuñalarla por la espalda, solo tenía que darle el golpe de gracia y todo habría acabado. Y mientras se dirigía decidido a ser su verdugo, ella no podía darle importancia a lo cerca que estaba de la muerte, un poco más y podría sentir como le respiraba en el oído. El resto sucedió en un segundo.
Una helada ráfaga de viento pasó por su lado, muy cerca, casi tocándole el hombro, y de pronto cayó de rodillas otra vez mientras apenas podía respirar. La luz de la luna le dio forma a su sombra y a la de ambos sobrehumanos que se encontraban muy cerca de ella.
Andru miró sorprendido, después con una sonrisa cínica la forma en que Dionisio frente a él sujetaba su puño con fuerza mientras en sus ojos había una seriedad digna del mismo diablo.
- Ni se te ocurra tocarla. - dijo entre dientes.
Mantuvo su agarre con más firmeza, como si quisiera romperle la muñeca. Pero sin mucho esfuerzo, Andru se liberó para volver a ser bloqueado por Dionisio quien no dejó que su otro puño lo atacara directamente. Le sonrió ampliamente.
- Otra vez nos vemos. - lo miró con diversión. - Dionisio.
- Esta vez te voy a aniquilar. - en sus ojos había un fuego más caliente que el mismo infierno.
- Solo un sobrehumano puede matar a otro, pero tú estás muy por debajo de mí.
- Ahora estoy motivado. - avanzó un gran paso que lo hizo retroceder a la fuerza.
- Esta noche cada vez se pone más excitante. - amplió su sonrisa, se relamió los labios.
- ¡Dionisio! - gritó Darcy antes que todos. - ¡Él está de parte de nuestro patriarca, intenta matar a Electra…!
- Y a Kasumi, lo sé. - suspiró sin dejar de mirar a su rival.
- ¿Qué? - protestó Nadir. - ¡Y por qué mierda no…
- ¡Acabo de enterarme! - exclamó.
- ¿Quién te soltó la verdad? - interrogó Andru.
- Ya habrá tiempo de aclarar las cosas. - procedió a tronarse el cuello con elegancia. - En cualquier otra circunstancia no tendríamos porqué pelear, pero… Te metiste con algo que es sagrado para mí.
- ¿Qué? Tú también vas a defender a esa humana, pero si es una porquería igual al montón… - su risa burlona fue brutalmente interrumpida por el fuerte puñetazo en medio de la nariz.
Retrocedió varios metros, estuvo a punto de caer pero se las arregló para mantenerse en pie. Dionisio mantenía su puño aún en el aire, los nudillos raspados que rápidamente comenzaron a cicatrizar y sanar mientras la expresión burlesca en el rostro de su rival fue reemplazada por un gesto de gran desconcierto al ver gotas de sangre brotar de sus fosas nasales al mismo ritmo que las gotas de agua emergen de una canilla mal cerrada. Todo se volvió silencioso, pero no por mucho.
- A ella la respetas, te guste o no, la respetas. - exclamó con la hostilidad impregnada en la voz. - No te perdonaré por nada de lo que le hayas hecho a ella y a los demás, por eso te mataré cuantas veces sea necesario, Andru.
- Alabado sea señor… - pudo jactarse a pesar del pequeño shock. - Por fin es hoy, ¿no?
Su sonrisa cínica evolucionó con cada segundo que transcurría, parecía más feliz que molesto. Se relamió la sangre con la lengua, sus ojos brillaron con más deseo y satisfacción que antes mientras se preparaba.
- ¡Dionisio! - lo llamó desesperado Andrea.
Como no tenía tiempo ni oportunidad de distraerse con nada, con sus propias garras cortó la piel, incluso la carne de su costado e introdujo la mano con una mueca de asco y dolor para arrancarse una costilla. Con la luz de la luna y la sangre impregnada en el hueso el panorama era sencillamente horroroso. Usó sus dedos para afilar el hueso, es decir, le dio una forma puntiaguda como de daga, y sin mirarla realmente, solo viéndola por el rabillo del ojo arrojó el arma a los pies de Nadir.
- Libérense con eso y saquen a Electra de aquí. - ordenó. - Esto se pondrá feo.
- Pero…
- ¡He dicho! - protestó, y en un segundo ya había recibido el primer golpe de Andru.
Toda la fuerza inhumada, la salvaje bestialidad de sus movimientos y la monstruosa capacidad de causar tanto daño se redujo cuando Dionisio supo tolerar el impacto de los nudillos de Andru en su pómulo, y volteó el rostro para verlo con ira contenida. A partir de ese punto, ya no iba a contenerse nunca más. Los movimientos de ambos salvajes, invisibles para el ojo humano, pero sobre todo autodestructivos, incluso con todo a su alrededor.
No fue sencillo para Dionisio contener a Andru del mismo modo en que para él no fue difícil seguirle el ritmo a los rápidos y agresivos ataques de Dionisio sin tanta poesía en sus movimientos como antes. Progresivamente se fueron alejando dejando a su paso destrozos, profundos pozos en la tierra por sus pisadas como si un tornado hubiera arrasado con las pocas ruinas que quedaban. Sencillamente se descontrolaron.
Electra apenas había reaccionado ante aquello. Quería tirarse al piso a fallecer allí durante mil años, el sentimiento depresivo la hacía sentirse profundamente anestesiada. No había otra palabra para describirlo.
- ¡Electra! - el primero en correr hacia ella fue Nadir.
Ignorando el dolor de sus articulaciones, y dejando a Darcy sola para que se hiciera cargo de Andrea, solo actúo según su principal impulso de abrazarla y protegerla entre sus brazos. Haberla visto tan vulnerable e indefensa le revolvió las entrañas, pero ni siquiera pudo apaciguar aquel miedo intenso de perderla, tampoco pudo llegar a tocarla por culpa de la barrera de fuego que se extendió entre ellos separándolos en cuanto un ramo de rosas amarillas en llamas hicieron contacto con el charco de alcohol que el demonio había dejado. Las rosas ardieron con la misma intensidad que el sol, o eso parecía para Nadir quien vio con incredulidad la escena. Al dirigir sus pupilas hacia la torre, a los pies de esta se encontraba Kasumi, la causa y perdición de todo.
Ella había tirado las rosas, en sus manos llevaba un soplete antiguo de aquellos que ya no se podían conseguir por ser de bronce. Único en su clase. Contemplaba con cierto grado de adversidad el desastre cometido en su ausencia, pero su presencia no daba tanto miedo como la figura que poco ascendía a la luz desde las sombras del subsuelo por las escaleras. Andrea, Nadir y Darcy miraron horrorizados la sangre que bañaba la cabeza del chico, el subordinado de Kasumi, quien mantenía una daga de gran filo cerca de la vena yugular del cuello de Andrómeda. Apenas podía caminar por la herida de su muslo, la cual un pequeño hilo de sangre comenzaba a emanar por la presión, entonces nuevamente volvían a estar como al principio. No tenían ninguna carta a su favor.
- No te le acerques. - ordenó Kasumi. - Ninguno de ustedes tiene derecho a tocarla.
- ¡Tú… ! - reaccionó Darcy.
- ¡Darcy detente! - exclamó Andrómeda con la voz ahogada por el cuchillo en su garganta.
- Electra. - dirigió sus pupilas amatistas al cuerpo moribundo de la chica. - Ahora la idea de encerrarte en esa cajita de cristal no es tan bizarra, ¿no?
- ¿Pero de qué estás hablando? - preguntó Andrea con los puños fuertemente apretados. - ¿Qué quieres de ella?
- Algo muy sencillo. - sonrió de costado. - Ahora ella vendrá conmigo, olvidaremos lo que pasó aquí y empezaremos una nueva vida, solo tú y yo, Electra.
Avanzó hasta ella, aunque mantuvo la distancia al ver el deplorable estado de su cuerpo.
- ¡Primero muerto antes de permitir que le hagas algo! - vociferó Nadir estando a nada de transformarse.
- Tsk, tsk… - negó Kasumi. - Si lo intentas, y esto va para todos, la sangre de vuestra alteza bañara toda esta tierra. ¿De verdad quieren eso?
- Eres una víbora. - dijo entre dientes Darcy.
- ¿Con el apoyo de quién cuentas? - elevó la voz Andrea. - Tu socio te traicionó. ¿O aún no te enteraste?
- ¿Qué? - lo miró con una sonrisa condescendiente.
- ¡Ahora que Andru no tiene motivos para seguir protegiéndote estás en gran desventaja! ¡Tristán siempre tuvo el control! - gritó Nadir. - ¿Qué te parece?
- ¿Qué dices? ¿Qué Tristán tiene el control? - abrió los ojos despacio, como si no fuera consciente del papel que en realidad representaba.
- Si Dionisio no acaba con él primero, irá tras de ti. Pero también tras Electra para matarla… Tristán lo ordenó. ¿De verdad quieres seguir con esta enfermiza idea tuya aún a costa de la vida de Electra? - prosiguió Andrea.
- No permitiré que nadie le ponga un dedo encima. - juró con la voz más gélida posible. - Y si ese fenómeno es capaz de alzar su poder contra mí es porque aún no me conoce.
- ¿Qué no lo entiendes? - le dijo Darcy. - ¡Las matará, nos matará a todos, de verdad lo hará!
- ¿Y? Solo me importa ella y nadie más. - se encogió de hombros. - Si puedo hacer que Génesis vuelva el resto no importará, será imparable aún contra el mismo demonio.
- No seas hereje. - dijo con dificultad Andrómeda. - Usar la magia negra tiene su precio.
- ¿Y tú vas a venir a decirme cómo debo usarla? - la miró sarcástica. - Hay más poder fluyendo en mis venas que en cualquiera de ustedes, pero eso sus mentes ignorantes y primitivas jamás lo entenderían. Además, de ser cierto que Andru pretendiera traicionarme entonces no entiendo porqué no lo hizo cuando tuvo la oportunidad allá en campo abierto.
- ¿Qué? - exclamaron.
- Pudo matarme a mí y a Electra, pero no lo hizo aún cuando todo iba a su favor tal y como ahora. - sonrió ampliamente. - ¿Lo ven? Ustedes los carnívoros siempre se equivocan.
- ¡Estás mal, muy mal! - gritó Andrómeda.
Dorian aplicó más presión al punto de cortar la epidermis de su fina piel y que un leve rastro de sangre manchara las pecas de su cuello.
- ¡A-Andrómeda! - tanto como Darcy y Andrea se asustaron.
- En ese entonces él no pudo matar a ninguna porque… - intento decir.
- El trato no fue concretado. - susurró Electra para ella misma, pero aún así todos pudieron oírla.
- ¿Electra? - la miró preocupado Andrea.
- ¿Qué fue lo que dijiste? - interrogó Kasumi.
- El trato no fue concretado… Hasta que él te defendió aquella vez. Increíble… - sonrió sin darse cuenta. - Un sobrehumano por naturaleza de su propia ética no puede matar a la persona con la que pactó un acuerdo a menos que haya cumplido su parte, y él la cumplió, solo espero el momento para tenernos a las dos.
- ¿Pero cómo puedes saberlo…?
- Convivir a la fuerza con un sobrehumano no es poco, jaja. - negó. - Ahora se me cayó la ficha… ¡Pero por supuesto!
Comenzó a reírse como si le hubieran contado el mejor chiste del mundo. Su risa era una carcajada sincera, pero cínica y con un deje de ironía en su esencia. Se rió tan fuerte que levantó la cabeza y estiró el cuello mientras sus dientes podían verse entre pequeñas lágrimas que salían de sus ojos por el éxtasis que solo ella compartía. Ella misma causó un miedo aún más profundo en el resto al punto de que no la reconocieron, había tocado fondo, perdió el juicio.
Su renegada y espontánea locura influyó tanto en el resto, en especial en Dorian que aflojo el agarre del cuchillo sin darse cuenta mientras Kasumi solo podía observar en silencio, nadie decía nada ya sea por temor o inseguridad, solo la risa desquiciada de Electra se oía y viajaba en el aire con más efecto e intensidad que la sangrienta pelea que estaban protagonizando ambos sobrenaturales a varios kilómetros.
- ¡Tristán es un hijo de perra, lo sabía! - exclamó sin dejar de reír. - Siempre fue así, por eso todos estamos aquí…
- ¿De qué hablas? - hizo la pregunta que nadie más quería hacer Kasumi.
- No eres la única que me necesita con desesperación y deseo. - se acarició el cuello por el dolor de sus cuerdas vocales, su sonrisa anestesiada hacía imposible que los demás apartaran los ojos de ella mientras la crepitación del fuego seguía su curso. - Casi matas a Lady Mariska o eso dijeron, ambas somos tan famosas como peligrosas para el resto. Tenemos que morirnos, ¿no crees?
- ¡E-Electra! - balbuceó Andrea.
- Tú y Tristán… - musitó. - Son un gran dolor de muelas, pensando solo en sí mismos por unos bebés que aún no han nacido. Pobrecitos.
Kasumi no decía nada, solo seguía ocultando sus pupilas amatistas entre sus mechones de cabello rubio, color ceniza a la luz de la luna.
- Estás sola. Todo se jodió, ¿no? - la miró con cinismo Electra.
Para sorpresa de todos, incluso de la propia Electra, la reacción de Kasumi fue avanzar hacia ella e hincarse en una rodilla. Le tendió la mano mientras la miraba directo a los ojos como si estuviera a punto de proponerle matrimonio. Locura retorcida impactando con cinismo puro y maldito. Ambas estaban mal por distintos motivos.
- Ven conmigo. - fueron las palabras que salieron de su boca. - Te garantizo más felicidad y poder del que jamás podrás tener en ninguna otra parte, yo… Puedo hacerte inmensamente feliz.
- ¡Electra, no la escuches! - chilló Andrómeda.
- No va a doler, te prometo que será como dormir, y al despertar… - la sonrisa de Kasumi fue un misterio. - Todo será mucho mejor, más alegre y dotado de gracia para ti. Di que serás mía, Narumi…
- Vida en la muerte. - la interrumpió Electra con los ojos casi cerrados por el cansancio.
Esas palabras fueron como una puñalada.
- Resucitación del alma y del cuerpo, que la negra noche se apiade del ángel y que la luz del sol haga caminar al muerto. - prosiguió. - ¿Por qué mierda me sigues considerando una niña? Bruja.
- Electra. - musitó con una sonrisa incomprensible, difícil de descifrar.
- Leí tu diario, ya lo sé todo. No eres la única que puede hacer tratos ilegales e invocar conjuros. - escupió con sorna.
Si las miradas matasen.
- Si ya conoces el secreto ¿Por qué te contienes?
- Solo quería ver tu cara al saber que no tienes el control de nada. - se relamió los labios rojos por la sangre.
- Ja… - rió en voz baja antes de ponerse en pie y caminar hacia el centro. - Es inútil que intente convencerte con su vida cuando ya arruinaste la sorpresa.
Chasqueó los dedos y el cuchillo en la garganta de la pelirroja dejó de hacer presión allí, Dorian obligó a Andrómeda a ponerse de rodillas, pero esta vez sin un cuchillo de por medio.
- Mi intención nunca fue matarla.
- No, solo arrancarme el corazón para tu brujería. - dijo entre dientes por el dolor Andrómeda.
- Si de todas formas planeas dejarla morir… - musitó Electra. - ¿Qué te hace pensar que eso será suficiente para que cambie de opinión?
- Por favor, no quiero recurrir a otros métodos. - se acarició el cabello Kasumi con desdén. - Te lo diré una vez más, ven conmigo.
- Nos trajiste aquí con engaños. - negó. - Por tu culpa mi hermano está como está, todos aquí están heridos y tú no dejas de perseguirme.
Se llevó las manos al rostro con desesperación, y por la angustia se clavó las uñas en la piel hasta lastimarse.
- ¿Cómo puedes seguir preguntando si quiero irme contigo? - gritó con profundo odio.
- ¿Me veo obligada a hacerlo por las malas? - la mirada en los ojos de Kasumi se oscureció.
Nadir junto con Darcy fueron los primeros en reaccionar, rodearon la barrera de fuego y no dudaron en tomar a Electra entre sus brazos de forma protectora. Al sentir el tacto de ambos tuvo ganas de llorar, y su corazón no pudo soportarlo más al ver como Andrea se interponía entre ellos y Kasumi. En ese momento, supo que no estaba completamente sola.
- Somos tres contra ti, jamás podrías…
- ¿No te importa la vida de la princesa? - ladeó su cabeza. - Aunque la voy a matar de todas formas, no es ningún misterio, sería demasiado gentil de mi parte intercambiar una vida por la de otros.
- ¿Ahora de qué hablas?
Al escucharla, al sentir su sonrisa maliciosa, no pudo evitar estremecerse, y cuando quiso hacer algo fue demasiado tarde.
Sonrió como solo ella podía hacerlo.
- K-Kasumi… - quiso detenerla.
- Manantial de sangre.
Al mismo tiempo que pronunciaba esas palabras acercó aquel silbato de plata a sus labios, en cuanto sopló con fuerza por el pico un pitido inexistente para ella y Electra se ejecutó lastimando los oídos de los demás. El primero en caer de rodillas mientras escupía una gran cantidad de vómito por la boca desde el fondo de las entrañas fue Andrea, seguido de Darcy y Nadir que tras comenzar a sangrar por los oídos no pudieron hacer otra cosa más que retorcerse del dolor. Electra miraba horrorizada como los 115 dB les causaba daños irreparables en sus oídos internos y el intenso color negro de la sangre manchando las manos de Electra al atrapar débilmente a sus amigos entre sus inútiles brazos fue la gota que derramó el vaso. Las lágrimas salieron por sus ojos por sí solas ante la impotencia de ver a su gente agonizar de forma inhumana. Quería gritar hasta desgarrarse la garganta.
Dorian soltó el cuchillo ante el dolor.
- ¡Nadir! - lo tomó entre sus brazos, y lo sacudió en vano.
El color de su piel bronceada no hacía más que desaparecer y ser sustituida por un amarillo enfermizo, tenía miedo. No soporto verlos así.
- ¡Ya basta, para! - le gritó a Kasumi. - ¡Detente, los matarás!
- ¿Una vida vale más que otra? - preguntó ella. - Ponle un precio ¿Quién vale más? ¿Ellos o ella?
- Yo… - solo pudo mirarla sin dejar de llorar.
Darcy vomitó una gran cantidad de sangre viscosa en su regazo, la miró horrorizada.
- Si de todas formas Andrómeda va a morir, al menos haz que valga la pena y deja que vivan. Prometo parar si tomas una decisión.
- No… No puedo… - se sujetó la cabeza con desesperación.
- Decide. - sopló con más fuerza causando más dolor en el resto.
- ¡E-Electra! - suplicó Andrómeda, pero no era capaz de verla por la agonía.
Clavó las uñas en la tierra mientras su pequeño cuerpo sufría los temblores de sus fuertes sollozos, una imagen que pocos esperaban ver de ella, la máscara había vuelto a caerse.
- ¡Ya basta, haré lo que me pidas… Solo déjalos en paz! - exclamó entre lágrimas. - ¡Tómame a mí, pero déjalos, ya no los hagas sufrir!
Apenas pronunció esas palabras el dolor desde las entrañas, el calor sofocante y la hemorragia se detuvo, la tortura fue anulada por la misma mano de Kasumi quien fue extendida hacia Electra para que la tomara. La miró expectante.
- ¡Electra no, mejor huye! - le gritó con debilidad Andrómeda. - Por favor no vayas con ella… Te lo imploro, por favor…
- Yo… - las últimas lágrimas limpiaron la sangre de sus palmas.
- Narumi. - la llamó Kasumi. - Ven.
Con las piernas temblorosas, el estómago revuelto y la conciencia hecha pedazos se levantó entre torpes pasos aún cuando sus amigos intentaron detenerla con sus limitadas fuerzas. Se detuvo a un paso de tocar la mano de Kasumi. Aunque había aceptado, si lo hacía completamente y vendía su alma sabía lo que le deparaba en aquel oscuro sitio bajo tierra donde el cadáver de su vida pasada también estaba secuestrado. Por dentro temblaba, incluso agonizaba, tenía miedo de ir y dejarse dominar en nombre de la ciencia y el conocimiento, simplemente tenía miedo.
Miró en shock la mano de Kasumi.
- Vamos. - se pasó la mano por la boca con desdén. - La noche es joven, pero ambas lo seremos por siempre.
Con mucha inseguridad miró sus propias manos, entonces algo dentro de su maquiavélica mente surgió. El último plan de la encrucijada sin retorno para ella antes del adiós.
Miró la cicatriz en su palma y pensó en él. Solo en él.
- Kasumi… Tenías razón. - susurró para que solo quedara entre ellas. - El villano sacrifica al mundo y al universo por su amor, y yo… - trago la poca saliva que tenía. - Esta heroína se sacrificara por el mundo y a quienes ama de verdad.
Sin previo aviso, como siendo poseída por una fuerza superior, le robó el cuchillo a Kasumi o al menos intentó arrebatarle el arma, pero en su torpeza y nerviosismo solo atinó a enredarse, su cadena alrededor de la mano de la bruja mientras la obligaba a abrazarla, y por ende, soportó el dolor de una puñalada en el vientre.
- ¡Pero qué hiciste! - exclamó Kasumi.
Apoyándose en ella para no desvanecerse mientras los demás poco a poco recuperaban el conocimiento y Andrómeda gritaba su nombre con furor, pronunció con gran dificultad las palabras sagradas.
- ¡Andru, pedazo de mierda, ven! - exclamó.
Del otro lado, casi colina abajo, el cuerpo desmembrado de Andru aún consciente y a punto de ser ejecutado finalmente por las garras de Dionisio respondió según la voluntad de su instinto, y deshaciéndose rápidamente del dolor, uniendo nuevamente sus extremidades cercenadas y haciendo uso de su monstruosa curación acudió al llamado de la mortal. Dionisio maldijo su suerte por haber estado tan cerca y tan lejos de acabarlo.
- Hagamos algo. - dijo Electra para el sobrehumano. - Matarás a Kasumi una vez que yo muera por mi propia mano, se te hará más fácil cumplir el trato y… Dejarás a mis amigos en paz.
- ¿Qué estás haciendo? - exigió saber Kasumi.
- ¡Electra, no! - exclamó Andrómeda que pretendía arrastrarse al no sentir el agarre de Dorian.
Él estaba igual o más trastornado que el resto.
- ¡Te ofrezco mi sangre! - separándose de Kasumi de una patada mientras el cuchillo era sacado de su cuerpo a la fuerza para después caer a los pies del sobrehumano, Electra simplemente se dirigió hacia la torre sin mirar atrás.
Andru contempló el objeto usado en el trato bañado con la sangre de esa chica, no hizo nada para detenerla, solo miró con un deje de ironía y curiosidad lo que había hecho.
- Antes de que el sol salga y los muertos revivan. - musitó mientras se agachaba a recoger el cuchillo. - De lo contrario el trato se anula.
La luna solo fue un testigo más de la horda de emociones humanas y su moral en juego junto con su cordura e insano sentido de la bondad.
El sobrehumano lamió la sangre de su servidora en el filo de la hoja, y dejó que se fusionará con su lengua.
- Mejor apresúrate, subir todas esas escaleras tomará tiempo. - dijo mientras le daba la espalda a la torre.
Kasumi estaba en shock, no podía hacer algo para reaccionar, su musa y razón de ser simplemente había tomado el propio rumbo de su existencia. Como la creación se revela ante su creador, simplemente el caos perdura más que la ilusión de utopía.
A lo lejos, el remoto canto de sutiles campanadas una detrás de otra, provenientes de la iglesia abandonada podía oírse, el instrumento siendo movido dulcemente por el viento, llegó a los oídos de los presentes mientras Electra hacía lo posible por subir de dos en dos los peldaños en medio de la oscuridad y telarañas.
Los gritos de su gente no se hicieron esperar, todos clamando su nombre, el verdadero y el nuevo con desesperación y desconsuelo.
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El despertar del alfa
Ciencia FicciónCuando ser diferente desde la concepción se volvió una maldición difícil de erradicar todo parecía perdido y destinado irremediablemente al fracaso. Pero cuando la diferencia se convierte en amenaza externa y una virtud unipersonal absolutamente tod...