Apenas se recuperaba, su cuerpo se encontraba postrado en absoluto reposo mientras su mente seguía atrapada en la cruel e injusta violencia de aquel día, no paraba de temblar aún convaleciente con su temperatura volando peligrosamente. Pudo sentir una mano acariciar su frente, al abrir brevemente los ojos pudo jurar que se trataba de Elián sentado a orillas de la cama, pero no estaba segura, no tenía cabeza para pensar y aunque así fuera, realmente creería que solo era una alucinación más. Pero el tacto cálido y amoroso de ese recuerdo confuso guardaba muchos secretos que su joven corazón no podía comprender, no estaba realmente segura de los matices de blanco y negro cuando todo estaba gris. También creyó escuchar una conversación en torno a ella, era de lo único que daba fe de tratarse de la verdad.
- ¿Qué hace aquí? - la voz de Elián y su tono de voz como si estuviera en presencia de una gran amenaza no pasó desapercibido.
- Vine a verla, tu abuela me dejó pasar.
- Uh. - chasqueó su lengua con indiferencia.
- ¿Cómo está?
- ¿Usted cómo cree? - había rencor en su voz. - Está así desde ayer en la noche, no ha comido nada sólido en días y apenas puede mantenerse consciente, y todo gracias a usted.
- Mi intención nunca fue desearle el mal. Sinceramente jamás pensé que ella sería capaz de llegar a tanto, estoy tan indignado como tú, pero también preocupado.
- ¿Por qué? No es más que nuestro antiguo profesor.
- Digamos que aprendí a tenerle cariño, a sus manías, a su actitud decidida y algo rebelde. Elián… yo no hice esto para demostrarle algo al comité, sería incapaz de usar a una chica vulnerable a mi favor para explotarla y abusar de ello para impresionar a alguien de alto rango como el gran patriarca.
- ¿Entonces por qué lo hizo? - parecía bastante molesto. - ¿Por qué ella?
- Ni yo lo sé. - le pareció haber escuchado una pequeña risa. - Cuando menos me di cuenta esta chica ya se encontraba peleando y presumiendo que yo la entrene.
- ¿Estaba de acuerdo con eso?
- No. - su voz dejó de sonar cálida. - De haber sido por mí no la hubiera dejado pelear, solo hay que ver el penoso estado en que se encuentra.
- No finja que le interesa, nadie nunca se ha interesado por ella jamás.
- No estoy fingiendo. - dijo tranquilamente. - Lo que siento es puramente sincero. Le tengo aprecio a tu hermana.
La habitación se llenó de una severa tensión en cuanto escuchó un golpe seco, algo ligero pero cargado de resentimiento. Lo que Narumi no podía saber es que Elián golpeó la mano de Andrea en cuanto alargó su brazo para acariciar la cabeza de la chica. Tampoco podría imaginar la intensa mirada del azabache hacia el peliblanco.
- No la toque. - dijo entre dientes. - Lo quiero lejos de ella.
- Elián. - dijo sereno. - No busco causarle ningún daño, de veras.
- En ese caso puede irse y no regresar jamás, ella está así por sus tonterías de luchar hasta la muerte y pretender ser superior.
- Yo solo la entrené al igual que a ustedes, a mi parecer fue otra cosa lo que la empujó a poner su cuerpo al igual que su vida al límite. - guardó las manos en sus bolsillos. - Llego a pensar que quiso desesperadamente la atención de cierta persona, alguien muy importante para ella que nunca la supo valorar cuán hermosa es realmente.
- ¿Qué quiere decir? No se vaya y explique eso. - se puso en pie.
- ¿No te haces la idea de quién puede ser? - lo miró de costado. - De todas formas, solo vine a saber como estaba… como dije al principio. Le di a tu abuela remedios y ungüentos medicinales de mi tierra, sé que los va a necesitar y que está en buenos cuidados contigo por primera vez a su lado.
- Bien, váyase. - no cambió su actitud.
- Bien, pero una cosa más. - se detuvo junto al umbral de la puerta.
- ¿Qué?
- Me iré muy pronto de la aldea, pienso volver a mi país, así que no tienes que preocuparte por volverme a ver la cara. Solo pasaba para… bueno, despedirme. De verdad espero que vuelva a ser la misma de antes.
- ¿De qué habla? Si fue derrotada.
- Perdió el encuentro, pero ganó la batalla… todas en realidad. - sonrió antes de desaparecer por el pasillo.
El aroma de vainilla, miel y cedrón. Ese era su aroma, lo podía recordar claramente, y mientras él se alejaba de su vida, el recuerdo del calor de un hogar verdadero solo seguía presente en su cabeza porque en su pecho ya no palpitaba tal sentimiento. Ya no más sonrisas afectuosas o caricias que demostraban mucho más a pesar de su naturaleza, sus tardes de genuina felicidad se acabaron cuando menos lo pensó. Un motivo más fuerte para ser infeliz se había presentado, y al despertar no solo había cambiado el mundo para ella sino que ella cambió de forma drástica y agresiva para el mundo. No volvió a ser la misma, la recuperación física no era nada a comparación de la recuperación emocional y mental. Seguía vulnerable, y aquello solo la deprimió aún más.
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El despertar del alfa
Ciencia FicciónCuando ser diferente desde la concepción se volvió una maldición difícil de erradicar todo parecía perdido y destinado irremediablemente al fracaso. Pero cuando la diferencia se convierte en amenaza externa y una virtud unipersonal absolutamente tod...