La mosca que volaba por la habitación intentó posarse sobre los labios de Lady Mariska, por suerte ella estaba lo suficientemente despierta tras la cirugía para soplar y así espantarla. La vio alejarse rápidamente, su mirada estaba fija en una sola dirección por el cuello ortopédico mientras el resto de su cuerpo estaba inmovilizado. Podía escuchar con claridad los pitidos del monitor mientras el catéter en su muñeca era molesto, pero no menos irritante que los tornillos de titanio y la varilla intramedular junto a la placa que le fue aplicado para estabilizar el hueso largo de su pierna que fue fracturado en la caída. Poco a poco el efecto de la morfina desaparecía y la tortura se haría insoportable, y aún seguía dándole vueltas a la cabeza con aquella misteriosa mujer. La extravagancia en ella nunca fue normal, pero tampoco fue un motivo principal de sospecha.
Apoyó la cabeza en la almohada y suspiró con el dolor de sus costillas fracturadas presente. Más malas noticias se presentaban, lo supo al ver a la enfermera de turno venir acompañada del doctor y a Tristán junto a ellos.
- ¿Acaso…? - intentó preguntar.
- Mi visita no es breve, Mariska. Hay cosas de las cuales tenemos que hablar seriamente. - dijo él.
- ¿Siquiera lograron atraparla? - preguntó sin esperanza.
Interpretó el silencio del patriarca como un no, ni siquiera se decepcionó.
- ¿Ha que a venido? Si tenía curiosidad, sigo con vida. - bromeó con dificultad.
- Ayer saliste del quirófano, considero que es un milagro que sigas con vida.
- Los barrotes del invernadero amortiguaron la caída. - dijo.
- No es motivo de gracia. - dijo serio.
- En realidad, no es ningún chiste. Realmente eso fue lo que pasó, las fracturas que se pueden ver en las placas son todas conminutas, es decir, durante la caída al aterrizar el hueso se fracturó en dos o más fragmentos, y no haber caído sobre el techo o las macetas con las plantas hubiera sido mucho peor.
- ¿Por ejemplo?
- Fractura abierta. - suspiró Mariska.
- Exacto. - la miró el doctor. - El hueso fracturado rompe tejidos vecinos y atraviesa la piel. Sé que no se ve favorable, pero es una suerte considerando que pudo ser peor de lo que ya es.
- Oh.
- Oh. ¿De verdad solo piensas decir "oh"? - miró en su dirección Mariska.
- No hay mucho que decir. - frunció el ceño. - Pero doctor, podría repetir lo que me dijo a mí en el pasillo.
- Por supuesto. - se puso tenso de pronto.
- ¿Qué clase de secretos me guardas, Tristán? - preguntó Mariska.
- Esto es importante, se trata de tu recuperación.
- ¿Quién tomará mi lugar en lo que estoy aquí atrapada?
- De eso no te preocupes, ya es tiempo de que descanses.
- Qué fácil decirlo, si tan solo pudiéramos descansar todos. - miró el techo con nostalgia.
- Doctor. - lo llamó Tristán.
- Sí. - avanzó un paso hacia la camilla donde estaba recostada. - Aunque la operación fue un éxito al igual que la reconstrucción de la mayoría de tus huesos fracturados tu situación sigue siendo crítica y de alto riesgo. Fue un milagro que ningún hueso se haya astillado al punto de provocar daños a los órganos internos, como las costillas rotas que fácilmente pudieron atravesar un pulmón, inclusive el corazón.
- Ah, este hospital tiene un personal excelente. Los paramédicos son unos genios. - divagó.
- Mariska, esto es serio. - la miró mal Tristán.
- Perdón, supongo que aún sigo medicada. - suspiró.
- Lady Mariska. - respiró hondo el doctor. - Aunque la mayoría de fracturas fueron simples y muy pocas fueron conminutas, hay ligamentos y músculos que se vieron severamente dañados, y dadas las circunstancias actuales tu porcentaje de cicatrización se redujo de forma alarmante. Aún desconocemos si la causa fue por los efectos secundarios de aquella potente droga natural o por la severidad de tus heridas internas, pero me temo que tus heridas no sanaran gracias a la genética animal a menos que consigamos un donante con tu misma sangre para adquirir sus plaquetas.
- ¿Entonces lo que me pasa se debe a un simple efecto secundario de esa droga? - murmuró.
- Sí, es posible. No lo sé con certeza. Los efectos secundarios tras probar una droga podrían ser tan variados como que no exista ninguno, y su tiempo de duración es desconocido.
- Mencionó algo sobre las plaquetas.
- Sí, los fragmentos de células en tu médula ósea no nos sirven para usarlos y así facilitar la cicatrización de las heridas, pero podemos buscar a quien sea compatible.
- Solo de esa forma sanarás, es lo más garantizado que tenemos. - la miró Tristán.
- ¿Cuánto… tardarán en buscar a alguien compatible? - preguntó.
- Bueno, considerando que no tienes familia aquí ni tampoco descendencia nuestras opciones se reducen, pero hay esperanza.
- Si usted así lo ve.
- Mariska ¿Sabes cuántos hombres darían hasta su riñón por ti? No puedes permanecer tan antipática y escéptica. - se paseó molesto Tristán por la habitación.
- No es eso. - suspiró. - Si lo deseas con un simple chasquido consigues lo que te hace falta, pero…
- ¿Pero?
- Es sobre lo ocurrido en esa habitación con esa mujer, debo hablarte sobre ella urgente.
- ¿Tan urgente es que no puedes esperar a tomar una decisión?
- No, eso lo puedo hacer después. - dijo severa.
- Muy bien. - aceptó a regañadientes. - Doctor, si nos permite…
- Por supuesto. - hizo una reverencia de inmediato junto a la enfermera antes de salir por la puerta.
El silencio que reinó en la habitación no llegó a ser molesto o intimidante, ni siquiera notaron que estaban rodeados de eso.
- Bien ¿Qué es eso tan urgente que me tienes que decir?
- Aún desconozco si lo que me dijo esa mujer fue cierto o no, como su nombre por ejemplo, pero sí tengo la certeza de que estaba buscando algo.
- ¿Cómo qué?
- Información. Aunque no se llevó ni revisó nada en los pocos minutos de ventaja que tuvo, sé que hay algo que la estuvo manteniendo inquieta, algo la molestaba.
- ¿De qué hablas?
- Ella sabía del lazo sanguíneo que los une a ambos hermanos Suzuki, actuaba tan normal, pero… ¿Por qué aparecer dos años después de la desaparición de uno de ellos? Y esa carta, aquel documento con el sello real…
- Era auténtico.
- Sí, y eso es lo más extraño. ¿Quién es ella que estaba buscando saber de la familia Suzuki?
- Algo me dice que no se infiltró aquí solo para investigar sobre Elián.
- Es la chica, Narumi. Estoy segura que es por ella, pero aún no termina de convencerme.
- ¿Qué cosa?
- ¿Qué puede querer de una ordinaria como ella? Pero la cosa no termina ahí, dijo cosas extrañas antes de empujarme del balcón.
- ¿Cómo cuáles? ¿Qué recuerdas? - se mostró genuinamente interesado.
- Habló sobre… genes mutantes, dominantes y no sé qué más. Además de ser una mujer muy rara, sabía cosas que solo nosotros podríamos saber. También mencionó los nacimientos de bebés no dotados con la genética desarrollada y su peligroso número en ascenso.
- Bueno, eso no es ningún secreto.
- Pero fue tan precisa y calculadora con sus palabras. ¿Qué opinas?
- No quiero ser supersticioso.
- Tristán, aún con todos los avances tecnológicos seguimos siendo una sociedad basada en lo conservador y clásico. Ser supersticioso no te matará.
- Pero es por eso que aún tenemos problemas para entablar lazos de amistad con las otras naciones.
- Dirás países de los otros continentes. - sonrió con malicia. - Ellos parecen estar cuatro pasos más adelante que nosotros, no son tan… chapados a la antigua.
- Pacifistas, no practican el arte de la guerra.
- No. - suspiró. - Y eso me preocupa, no digo que este bien que la historia este escrita con sangre en las piedras, pero…
- ¿Qué?
- Hasta ahora eso es lo que ha mantenido al imperio y a este pueblo en pie, subsistir a través de la pelea.
- Es difícil acostumbrarse al cambio, pero hay que hacerlo. Esta chica… Narumi, si no aparece enseguida no sé a dónde iremos a parar.
- Algo me dice que sin ella ni su código genético habrá más violencia y guerra de lo que ya estamos habituados.
- Tenemos que esperar lo mejor y prepararnos para lo peor.
- Como el patriarca a veces es una gran responsabilidad tomar cartas en el asunto, y el más mínimo error puede costarnos un alto precio.
- Solo si tienes miedo.
- ¿Acaso con tu experiencia cercana a la muerte dejaste de tener miedo?
- Nunca se deja de tener miedo, solo fingimos que no está y ya. - cabeceo cansada.
- Sea quien haya sido la responsable de esto las pagará caro.
- Esa es la voz de un líder. - lo miró con gracia.
- Me ocuparé de ella, supongo que será más fácil enviar a alguien a la embajada, incluso tras el escribano del difunto rey. Si damos con él podremos dar con ella y nos dirá todo lo que sabe sobre la Suzuki, además podemos matar dos pájaros de un tiro.
- ¿Cómo?
- Sencillo. ¿Por qué mandar a alguien más tras la chica cuando podemos seguir en silencio los pasos de esa mujer llamada Kasumi?
- A veces tus estrategias me causan escalofríos, pero lo más molesto del asunto es…
- ¿Qué?
- Que tienes toda la razón.
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El despertar del alfa
Ciencia FicciónCuando ser diferente desde la concepción se volvió una maldición difícil de erradicar todo parecía perdido y destinado irremediablemente al fracaso. Pero cuando la diferencia se convierte en amenaza externa y una virtud unipersonal absolutamente tod...