Capítulo 16

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Los músculos de sus cuerpos estaban entumecidos, el sudor corría por sus morros al igual que la sangre de sus heridas y raspones. La respiración de ambos era irregular, en un gran intento por matarse solo consiguieron lastimarse en vano, ninguno pudo acabar con el otro. 
Andrea al darse cuenta que hubiera sido más fácil noquear a Andrómeda en su forma humana que con una puñalada con su propia cuerna tuvo ganas de golpearse así mismo, entonces volviendo a su forma humana jadeante y muy adolorido ante la mirada agresiva de la pelirroja, se negaba a bajar la guardia por más lastimada que estaba. 
  - Qué estupidez, no tiene nada de sentido lo que estamos haciendo. - se limpió el sudor de la frente. - No estamos consiguiendo nada, solo cansarnos.
  - Habla… por ti… mismo. - dijo con la respiración irregular.
  - Ya fue suficiente, ninguno ganó. Volvemos a estar cansados.
  - Te estás haciendo viejo.
  - Hablas como si me conocieras.
  - Electra me contó todo sobre ti, es increíble que la abandonaras.
  - Tuve mis motivos. - fingió que aquello no le sorprendió. 
  - Sí, claro. - rió sin ganas. - Al hablarme de ti parecía que mencionaba a su persona favorita en esta vida, pero quizás me equivoqué… Me niego a creer que ella sienta algo por ti, ni siquiera piensas en lo que quiere.
  - Solo busco lo mejor.
  - ¿Para ti o para ella?
Se miraron fijamente, sus pupilas transmitían un sentimiento mucho más enardecido y claro que las palabras que salían de sus bocas. Al final sucedió lo que tuvo que suceder, Andrómedo rascó la tierra con su casco antes de caer, volver a su forma humana fue más abrumador de lo que recordaba. Electra se lo advirtió, pero no la escuchó, aún no se recuperaba de sus heridas. 
Al abrir los ojos se encontró con la capa de Andrea cubriendo su desnudez, lo miró alarmada, se había hincado a su lado para concederle aquel detalle tan inesperadamente cortés. 
  - Se acabó, ya no voy a seguir peleando  contigo. - musitó él. 
Para alivio de Andrómeda ya se encontraba vestido. 
  - Te la vas a llevar. - intentó incorporarse. 
  - Yo… ya no sé qué hacer. - murmuró con tono de lamento. 
  - Profesor. - lo llamó mientras con una mano sujetaba la capa para que no se cayera. - Usted es un tipo muy raro. 
Permanecieron en silencio, los brazos de Andrómeda temblaban y aquello no pasaba desapercibido para el adulto. Alargó su mano y acarició su cabeza, la reacción de la chica fue ser arisca.
  - No me toque. - lo rechazó. - No me tenga lástima. 
  - No te tengo lástima, solamente… - no terminó su oración. 
Volvió a quedarse en silencio, aquello irritó de manera intensa a la pelirroja. Lo vio alejarse hasta sus cosas, al verlo tan ocupado queriendo colocarse su cinturón otra vez no tuvo mejor idea que arrastrarse hasta el cuerpo de Electra, hurgó en sus bolsillos con desesperación, cuando palpó lo que tan ansiosamente buscaba se permitió sonreír con cinismo.
  - ¿Qué haces? - escuchó la voz de Andrea detrás suyo.
  - Ni un paso más. - dijo.
Con el cuchillo de Electra en su poder amenazó a Andrea.
  - Andrómeda, realmente no quiero pelear.
  - No te rindes, ¿eh? - condujo el filo del cuchillo hacia el cuello de su amiga. - Más vale que abandones esa estúpida idea que tienes porque primero morirá desangrada antes de que puedas hacer algo al respecto. 
  - No… no serías capaz. 
  - Mírame. - lo retó. - No me da miedo cortarle la garganta ahora que no puede defenderse. 
En el fondo no quería cumplir con su amenaza, solo buscaba atacar en su punto más débil que era ella porque a veces las situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas. Ella no quería jugar, solo quedarse en paz con Electra. 
  - Pensé que era tu amiga. - murmuró aún lejos de ambas.
Andrómeda no le respondió, se limitó a acercar más el filo del cuchillo hacia la piel de su cuello. Un grito desgarrador cortó la tensión en el aire e irónicamente provocó un sentimiento mucho más pesado entre ellos, provenía de detrás de los árboles y del conjunto de matorrales a varios metros de distancia como si el eco de aquel sonido hubiera viajado hacia ellos, seguido de un sollozo que removió las entrañas de ambos, el primero en reaccionar fue Andrea. Lo que le llamó la atención a Andrómeda fue que dejara a Electra de lado como si se hubiera olvidado de ella para perseguir aquel grito, se quedó en su lugar a la espera, bajó el cuchillo totalmente confiada. Y ese fue su error. 
Alguien jaló su cabello con fuerza obligándola a estar indefensa mientras su brazo ileso era inmovilizado, reconoció de inmediato la voz que le susurró al oído y tembló de impotencia sin poder evitarlo. 
  - Pelirroja, cuánto has crecido. 
  - Tú… Eres la perra de Akira, cómo olvidarte. - le habló al omega. 
Se quejó cuando volvió a sentir que jalaba su pelo con más fuerza, no se desmayó del dolor cuando la obligó a ponerse de pie porque no quiso, no pretendía mostrarse débil, no tan fácilmente. 

El despertar del alfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora