Capítulo 22

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El astro rey se ocultaba, pero ella seguía ahí, apreciando la humilde belleza natural de las flores silvestres. Hizo caso omiso a la frialdad de sus dedos que poco a poco se congelaban por la heladez de la tarde, y del mismo modo ignoró el sonido del par de pisadas que se acercaban por detrás. 
Esperó pacientemente a que esa persona hablará, pero terminó por hartarse por sentir la fija mirada de dicha persona clavada en su nuca. Acabó por darse la vuelta por completo al oír un sonido seco, lo primero que vio fue al responsable arrodillado frente a ella y al instante se topó con su indeseable mirada mientras sus cabellos azabache eran sacudidos sutilmente por el viento.
Elián. 
Se quedó quieta y le sostuvo la mirada más por la impresión del momento que por querer protagonizar una nueva pelea. 
  - Narumi…
Y eso terminó de turbar todas sus emociones por dentro, reprimió a duras penas una mueca de desagrado pero no se contuvo para levantarse y alejarse de él. Escuchar su viejo nombre la enfermaba, pero estar en presencia suya le quitaba las ganas de vivir y respirar. 
  - Espera. - sintió su agarre.
Miró fijamente la forma en que sostenía su mano, parecía aferrarse de forma desesperada a ella y no supo entenderlo. 
  - No te vayas, vine a hablar contigo. - se paró frente a ella. - Soy consciente de que no puedes hablar, pero si incluso no eres capaz de responderme no me importa. Solo quiero que me escuches.
Realmente no le interesaba lo que tuviera que decir, y aún cuando intentó retirar su mano de su tacto él se apresuró a aferrarse de forma más intensa que antes. Lo miró como si se hubiera vuelto completamente loco, esa acción fue automática.
  - Por favor… Solo dame un minuto de tu tiempo, aún si no lo merezco. - dijo con la voz apagada. 
La única razón por la cual le permitió hablarle fue por la forma en que se lo había pedido, por primera vez no notó rechazo, hostilidad o aprehensión de parte suya y aquello le generó muchas dudas. Llegó incluso a desconocerlo por completo, pero no intentó decirle nada ni siquiera con señas o balbuceos. 
  - Yo… - dudo, después habló tanto que Electra pensó que llegaría a enredarse la lengua. - He estado reflexionando y quería hablar contigo sobre lo que pasó, sé que estás enojada conmigo y estás en tu derecho después de saber la verdad. No lo niego, ya no hay razón o motivos para seguir mintiéndote en la cara, tampoco quiero seguir mintiéndome a mí mismo. Para mí sigues siendo la misma Narumi de siempre, pero por más que te moleste no puedo cambiar la perspectiva que tengo de ti, lo siento. Perdóname por no haber sido sincero durante mucho tiempo… Es verdad que somos medio hermanos, lo supe desde que éramos muy jóvenes pero jamás dije nada por miedo. Es que yo… Jamás quise perderte y por eso creí que la única forma de tenerte era odiandote y alejándote, pero nunca funcionó, es decir, yo… 
Se quedó en silencio mientras por la mente de Electra la red de sus pensamientos se había desecho del mismo cruel modo en que la red de una telaraña se deshace con la lluvia. Se sintió caer en un vacío infinito del cual no creía que podría tocar fondo, pero irónicamente lo hizo y fue abrumador mientras los dedos cálidos de Elián alrededor de su mano eran brasas ardientes y hostiles magullando su piel. Se separó bruscamente de él, ya estaba dispuesta a irse. Quería irse. 
  - Por favor… - lo escuchó suplicar mientras volvía a arrodillarse. - ¿Recuerdas cuando me preguntaste si te odiaba? No, no te odio, Narumi. Yo te amo.
Se detuvo, no dio ni un paso más y tampoco hizo el ademán de respirar. Permaneció profundamente desconcertada, más bien, tocada por los sinceros disparates que salían de su boca y no cesaban de aparecer para atormentarla. 
  - Te amé desde que era un niño y te sigo amando. Es tan difícil de explicar cómo de creer, pero le prometí a nuestra abuela jamás decir nada, lo cierto es que siempre soñé con el día en que podría decirte la verdad pero… No es como pensé que sería ni tampoco imaginé que podría sentirse así de doloroso como si hubiera tragado muchas piedras y ahora me cuesta mucho respirar y hablarte con sinceridad tras todos estos años de mentira. Narumi… - inconscientemente cerró los ojos ante la mención de su antiguo nombre. - Soy una mierda de persona por quererte de esta forma ¿No es cierto? Peco en el intento. 
Terminó de convencerse. 
Esta vez escuchó a su cerebro y a su corazón en perfecta sincronía para decirle que él realmente decía la verdad, el verdadero Elián o la versión que siempre se le había presentado nunca había hablado con la poesía bañada en miel en los labios, y ahora parecía una versión distorsionada de la realidad, y dolía mucho. 
  - Debes pensar que soy una porquería, no te culpo, a diario pienso de esa forma sobre mí mismo. - lo escuchó reír, pero fue una risa tan rota y miserable que le recordó a ella tiempo atrás. - No merezco siquiera que me permitas estar tan cerca, pero…
Lo escuchó arrastrarse, avanzar aún de rodillas aplastando algunas flores en el proceso, al mirarlo sobre el hombro se encontró con un depresivo panorama que no le fue indiferente pero tampoco la empujó a sentir compasión o alguna emoción solidaria. Todo lo contrario. 
  - El impulso de poder tocarte, de poder sentirte, de poder decirte todas estas cosas ya no está para mantenerme callado desde las sombras. Yo… De verdad quiero estar cerca tuyo, sin importar lo que piensen los demás, sin importar nada más…
Quiso retroceder, pero se sintió atrapada cuando él se aferró a ella. Abrazó sus piernas y escondió su rostro en su vientre como un niño pequeño y necesitado de amor. Contuvo el impulso de acariciar su pelo porque la vocecita dentro de su cabeza le gritó con fuerza que debía alejarlo. Fue difícil escuchar a ambas voces, pero lo hizo, los escuchó a ambos con mucha atención. 
  - Incluso si me odias por todo lo que te hice, de verdad lo siento, realmente el amor es algo que no se puede esconder y aún así… He soportado media vida siendo un mentiroso. Yo realmente te amo, Narumi.
Lo miró boquiabierta y con el corazón a punto de reventar. Nunca conoció esa faceta de él, y tuvo miedo, le tuvo mucho más miedo que a la versión agresiva y despreciable que él mismo le mostró cuando la golpeó y le escupió en la cara tantas veces. 
  - Rompeme el corazón si quieres y haz lo que quieras con los pedacitos, por favor… Pero no te vayas, ya nunca más te vayas lejos. 
La gota que derramó el vaso fue cuando lo escuchó sollozar en voz baja, entonces el interruptor dentro de su cabeza se activó y reaccionó a tiempo para empujarlo con su único brazo. Retrocedió varios pasos mientras él permanecía en el suelo con algunas lágrimas asomando por sus mejillas enrojecidas. Entonces notó que el cielo se estaba oscureciendo y que la brisa nocturna era mucho más helada que antes, mucho más helada. 
Lo vio llevarse una mano al rostro y llorar como un niño pequeño. Contuvo el impulso de correr mientras un frío cruel se apoderaba de su ser en lo más hondo y sensible. 
  - Es verdad… no puedo pedirte nada cuando soy yo quien jamás ha sido bueno, ni siquiera un poquito contigo. Perdóname, pero esto me quema y me lastima tanto. Narumi… Es verdad que somos hermanos, pero si tan solo fuera posible que no lo fuéramos, pienso que las cosas serían muy distintas. 
Aquel último comentario sirvió para causarle fuertes escalofríos que le hicieron temblar el labio y para contenerse se lo mordió con tanta fuerza al punto de casi desgarrarse la piel. 
  - De tener una oportunidad, solo una sola, me aseguraría de hacer las cosas bien para que nunca más vuelvas a sentir que debes escapar… Realmente es lo que dicta mi corazón, y me dice que está enfermo y desesperado por estar contigo. Yo también estoy muy enfermo… - suspiró de manera profunda. - Pero de un cariño y amor que quizás nunca sean correspondidos por la chica... No, por la mujer de la cual me enamoré perdidamente. 
Sonaba sincero, pero Electra solo podía pensar en una sola cosa. En su insana obsesión olvidándose por un instante que alguna vez estuvo en su lugar y también padeció el agonizante dolor de no ser correspondida ni siquiera querida. 
  - Narumi. - se limpió las lágrimas. - Perdón, debo parecerte patético. 
Sí, eres patético pensó mientras finalmente el sol se había escondido y poco a poco la luna dominaba el cielo. El escenario no fue un bello consuelo, tampoco las flores o las dulces palabras recién salidas del corazón. Solo quedó el silencio con mil significados, pero un único claro. 

El despertar del alfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora