Miró fijamente las pendientes rocosas de las montañas que podían verse perfectamente, el cielo estrellado era mucho más claro en medio del bosque donde la gran silueta de la montaña más voluminosa destacaba por sobre las otras como si fuera la silueta de su sombra iluminada por la tenue luz plateada de la noche. Se tapó los ojos con un brazo mientras mordía con fuerza su otra mano, el dolor de la aguja suturando la herida no tenía comparación, pero con solo imaginarse al pequeño objeto traspasando su piel no podía evitar sentirse seducida por la idea de desmayarse. Contuvo todo lo que pudo los jadeos y lloriqueos, pero algunas lágrimas traicioneras se resbalaron por su ojo izquierdo.
- Ya casi terminamos. - musitó la única aprendiz del médico local. - No es tan grave, no hubo ninguna perforación hacia ningún órgano vital, pero como la herida tardará en cicatrizar por completo lo mejor es que hagas reposo.
- La pelirroja… ¿Ella está bien? - preguntó tras intentar calmarse.
- Mi padre la está asistiendo, no te preocupes, escuche que solo es una leve torcedura.
- Lo dudo, escuchar sus gritos cuando esa cosa casi le corta la circulación no me suena a leve. - dijo con sorna.
- Pido disculpas en nombre de todos, incluyendo de Einar, solo trataba de proteger nuestras tierras.
- No quiero ni necesito tus disculpas, eso no resolverá el hecho de que casi me mata. - suspiró. - Pero está bien, no estoy enojada contigo, sino con él o quizás conmigo por haber sido tan descuidada.
- Yo… - vaciló mientras cortaba el hilo con unas tijeras esterilizadas. - Hiciste un gran trabajo allá afuera.
- ¿Eh? - la miró confusa.
- Me dijeron lo que pasó, es raro encontrar a alguien que haya sido capaz de darle pelea a Einar por más de un minuto. Pero también es admirable.
- Uh. - miró nuevamente hacia las montañas.
Al aire libre, siendo las llamas de una sútil fogata lo que la protegía del frío de la noche, la presencia ajena no la dejaba tranquila. Le era imposible no estar alerta aún en recuperación.
- La herida de tu mano derecha. - mencionó la chica. - ¿Puedo verla?
No teniendo ganas de hablar simplemente se limitó a extender su brazo, miró con ojos vacíos las vendas sucias y manchadas de sangre, el panorama fue devastador. Nada había cambiado.
- ¿Desde cuándo tienes esto así? - había disgusto en su voz.
- No estoy segura, quizás hace un par de semanas.
- Por Dios ¿Te duele?
- A veces sí, suele doler mucho, pero ahora no siento nada.
- Por la medicina. - la regañó con la mirada. - ¿Cómo te la hiciste?
- Uh… Unos lobos me atacaron, después me torcí la muñeca peleando, la herida se infectó, se volvió a torcer mi muñeca, me hice un corte muy profundo… Es difícil no usar esa mano.
- No sé cómo sigues de pie, deberías estar ardiendo de fiebre.
- ¿Hay alguna esperanza? - fue directa sin expresar ningún sentimiento en el rostro.
- Si mi padre ve esto te dirá que hay que cortarte la mano entera.
- Ah.
- ¿Cómo puedes estar tan tranquila? - casi le gritó.
- No soy indiferente, estoy gritando por dentro. - volvió a taparse los ojos.
- En mi opinión, creo que hay esperanza, pero ya no puedes usar tu mano, bajo ningún concepto hasta su absoluta recuperación. ¿Lo entiendes?
- Solo haz lo que tengas que hacer. - musitó.
- ¡Te lo digo muy enserio! - le irritó su morbosa serenidad. - No hay signos de gangrena, pero estás a un paso de que eso pase, hasta entonces solo queda seguir lavando la herida para evitar cualquier tipo de infección. Te pondré un nuevo apósito y vendaré todo tu brazo, y para asegurarme que no lo muevas te lo voy a inmovilizar con una férula.
- De acuerdo. - dijo. - Pero no se lo puede decir a mi amiga.
- Tampoco tengo intenciones de romper el secreto profesional entre mi paciente y yo.
- ¿Cuánto tiempo debo esperar para la recuperación total?
- Un mes, sería preferible dos.
- Joder. - suspiró cansada.
- Te lo estás tomando de forma muy relajada. - comentó.
- No es eso. - se restregó los ojos para secarse las lágrimas. - Estoy muy cansada, no he dormido bien desde… Desde hace muchos días.
- Estoy casi segura que te vas a recomponer después del banquete que organizó la matriarca, ella misma mandó a sacrificar al cordero más jugoso. - intentó animarla.
Ante eso Electra rió, aunque su risa fue similar a un resoplido.
- Casi, eso es reconfortante. - dijo. - ¿Por qué se tomaría tantas molestias esa mujer?
- Bueno… - detuvo su acción. - Porque…
- ¿Es por esa persona llamada Génesis? - la miró con desdén.
- Pues sí.
- Ni siquiera entiendo de qué hablan cuando la mencionan. - suspiró otra vez. - Andrómeda y yo solo llegamos aquí por error, de haber sabido que estas tierras estaban ocupadas jamás nos hubiéramos involucrado.
- ¿Por qué dices eso?
- Solo quería ir a un lugar en específico, mi intención jamás fue despertar el lado sociópata de tu amigo.
- Einar y yo no somos amigos. - dijo secamente. - Y no entiendo a qué se refiere con evitarnos. ¿Acaso encontrarnos no fue planeado?
- ¿Por qué sería planeado? Por lo poco que entiendo son una pequeña civilización de la cual desconocía por completo hasta la fecha, repito, no sabíamos de ustedes.
- Ya veo. - dijo tras un silencio incómodo. - No sabe nada con respecto a Génesis ¿no?
- Ya escuché ese nombre antes. ¿Quién era?
- Supongo que le corresponde a la matriarca decirles.
- ¿Decirnos qué cosa?
- Olvídalo. - le regaló una sonrisa fingida que Electra en secreto rechazó. - Espero que la carne te guste, porque eres carnívora… ¿no?
- Como de todo, así que eso es un problema menos. - miró hacia otra parte.
- Ya terminé el vendaje, no sé si puedas levantarte.
- Creo que sí. - entre muecas y suspiros de dolor se sentó sobre el tronco de madera lenta y suave.
Todo el cuerpo le dolía. Era un infierno.
- No te pregunte ¿Pero cómo te llamas?
- Aimar.
- Aimar, gracias.
- De nada… Electra.
- Quién te dijo mi nombre?
- Tu amiga, la pecosa.
- Ja. - negó. - Mi preciada identidad.
- ¿Puedes caminar sola o quieres que te ayude?
- No me gusta que me toquen, así que lo haré sola. - tomó aire antes de apoyar los pies en la tierra. - Mierda.
- Pronto te acostumbrarás. - le sonrió gentilmente.
- Nunca me acostumbro. - dijo para sí misma.
Siguió de forma pausada, y casi aferrándose a algunos árboles, a Aimar quien la guiaba pacientemente por un sendero oculto entre muros de matorrales y las copas de los árboles en conjunto formando una ramificación natural que otorgaba protección en forma de techo, era pintoresco y acogedor mientras algunos bichos de luz volaban por los alrededores y su pequeña luz parecía tintinear de vez en cuando. Electra notó que aquella parte del bosque era más abundante en fauna que en cualquier otra parte, no parecía tener final, solo un absurdo inicio. Alzó una ceja y se detuvo al ver a Aimar parada en medio de un claro cubierto de hojas secas, notó de inmediato el acogedor calor del fuego proveniente de una hoguera donde alrededor se encontraba los miembros de una secta como los había llamado mentalmente, y sobre sus cabezas la impotente raíz de gran magnitud de un árbol que conectaba con las raíces y el tronco del árbol vecino. Estaban compartiendo ramas y raíces, la forma de techo, casi como una casa, le daba una apariencia aún más connatural incluso con la gente conviviendo amenamente en su interior.
Le pareció muy encantador.
- ¿Qué esperas? Anda. - le indicó Aimar. - Solo los miembros de la junta pueden sentarse ahí, y rara vez invitan a alguien que no sea del grupo, siéntete orgullosa, tu y tu amiga por esta noche están invitadas.
- ¿Tú no vienes? - la miró.
- No, debo volver con los demás. Pero no tengas miedo, camina.
Miró con desconfianza el entorno, avanzó con precaución no sólo por sus heridas sino por la intriga que la carcomía con cada segundo que pasaba. Al final su presencia dubitativa no pudo llamar más la atención, pero la alegría radiante de la pelirroja al verla descartó toda posibilidad de ser sigilosa. Trató de ignorar la vena palpitante en su ojo, y forzó una sonrisa que rápidamente borró a los otros miembros que desconocía por completo.
Con Andrómeda colgada de su cuello miró con frialdad a esa gente, acarició la cabeza de la pelirroja, tenerla cerca y saber que estaba bien era lo único que necesitaba. Al verla caminar y moverse con tranquilidad se relajó, Aimar no le mintió.
- Me tenías preocupada. - le dijo Andrómeda.
- Estoy bien, te prometo que me voy a curar. - le regaló una sonrisa consoladora.
- Mmm… eso llevas diciendo desde que nos conocimos. - la miró con recelo.
- Pero esta vez es de verdad, palabra de una mugrosa ordinaria. - bromeó.
- ¡No hables así de ti! - palmeó su hombro con fuerza causando una risa dolorida que no pudo disimular.
- Ya… No seas tan violenta conmigo, estoy rota. - continuó con su humor negro.
- Electra. - la miró seria la pelirroja.
Su pequeña burbuja se reventó cuando notaron la presencia de aquella mujer que con solo verla imponía respeto, entonces no le fue difícil deducir que se trataba de la matriarca.
- Me alegra verla bien, la estábamos esperando. - asintió en su dirección.
- Nunca dije que estaba bien. - dijo con brusquedad. - De hecho, apenas me recupero después de que su muchacho casi me arranca el apéndice con un destornillador.
Un silencio incómodo invadió la velada. Sintió un apretón en su brazo por parte de Andrómeda, aún así no se retractó.
- Le ruego que nos disculpe por su comportamiento, ya recibió un castigo por ello. Pero por favor sepa entender que últimamente ha estado nervioso por las visitas de esa extraña mujer y el joven que la acompaña, no han hecho más que desesperarnos a todos con su presencia.
- ¿De quién habla?
- Una antigua hija y hermana para nosotros, se fue hace tiempo, pero los malos pasos que siguió parecen no tener descanso. No ha parado de hacer maldades.
- ¿Maldades? - levantó ambas cejas.
- ¿Acaso será… ? - la miró boquiabierta Andrómeda.
- No. - negó de inmediato, pero aún así dudo. - ¿Cómo se llama?
- Uh… ¿La conocen? - les preguntó la matriarca.
- Es una ordinaria llamada Kasumi ¿Verdad? - insistió Andrómeda.
Tanto la expresión de la matriarca como de los demás miembros fue un bello poema en el cual Electra quiso desplomarse, estaba cansada de aquella frívola red de pistas inconclusas, pero irónicamente era consciente de que con cada paso que daba se acercaba más a la verdad.
- ¿Cómo la conocen?
- Ah. - suspiró sonoramente Electra. - Mierda, aquí vamos de nuevo.
- Si fue una de ustedes eso significa que son como ella ¿no? - señaló efusivamente Andrómeda a su amiga. - Son ordinarios como Electra.
- ¿Qué? - la miró sorprendida la matriarca. - ¿No tienes…
- ¿ADN animal para transformarme? - sonrió sin ánimos. - No, nací sin eso.
- Entonces eso significa… - exclamó uno de los miembros.
- ¿Qué? ¿De verdad son… ordinarios como yo? - interrogó escéptica Electra.
- ¿Por qué no nos sentamos y lo platicamos con calma? - sugirió con una sonrisa extrañamente amable la matriarca.
- Tenemos que poner las cartas…
- Sacar al muerto del ropero. - interrumpió Electra a su amiga.
Recibió un golpe en las costillas, apenas se contuvo.
- Por favor, sean bienvenidas. - esa mujer les dejó el camino libre.
Electra seguía desconfiando, pero al ver a su pelirroja de pecas hermosas avanzar no pudo echarse para atrás, continuó alerta.
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El despertar del alfa
Ciencia FicciónCuando ser diferente desde la concepción se volvió una maldición difícil de erradicar todo parecía perdido y destinado irremediablemente al fracaso. Pero cuando la diferencia se convierte en amenaza externa y una virtud unipersonal absolutamente tod...