Capítulo 32

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La metamorfosis no era más que la transmutación del código genético por medio del desarrollo biológico, el cambio en las propiedad de los grupos de organismos en el curso de las generaciones se vio simplificado a simples minutos en el cual el cuerpo sufría una natural mutación producto de los mutágenos en la organización del ADN de cada ser vivo que le permitía una nueva organización espontánea de los nucleótidos por medio del cambio. La respuesta a porqué las personas cedían a sus instintos animales estaba presente en la sangre, eran uno mismo, conectados, la evolución biológica de su ser había dado un gran paso. Pero ya era tiempo de que el pasar de los siglos trajera nuevos cambios, una variación de las características del ADN en sangre que surgió de forma espontánea al principio, pero fue volviéndose parte de la descendencia. Aunque a ciencia cierta no se sabía si la causa de la regresión del hombre a sus raíces naturales al sufrir una metamorfosis se debía a lo que los religiosos llamaban tótem o los expertos nombraban como sencilla selección natural, Génesis era la única en su tipo, un idóneo híbrido producto de la unión entre un sobrehumano y un omega con instintos básicos de un lobo de Alaska. 
No se molestó ante el hecho de tener la espada dentro suyo, después de todo, la transformación sólo tenía causa y forma para ello. Sonrió de forma socarrona aún con el cuello estirado en dirección a su fallecido capitán, y dejó que su cuerpo mutara por primera y última vez desde su despertar. Su cabello castaño no solo se oscureció más mientras crecía de forma simultánea y alarmante al igual que el vello de su nuca y espalda, y del resto del cuerpo hasta complementarse como un perfecto pelaje simétrico. El tamaño de su mandíbula, la forma de su boca que evolucionó en un hocico mientras sus dientes también padecían la transformación al igual que el resto de su cuerpo. Sus manos y pies humanos cambiaron, sus huesos por dentro se flexionaron y se dividieron en partes para proporcionarle la larga cola negra que tanto caracteriza a su especie junto con sus orejas. Al abrir los ojos era una persona diferente, y el instinto animal de todos lo puede reconocer.
Era un alfa, y con su imponente peso y complexión la espada incrustada parecía un mondadientes, ignoró el objeto aún en su interior mientras se incorporaba en esas cuatro patas mucho más delgadas, pero rápidas y pesadas que las de un tigre. Su pelaje completamente gris, casi negro en el dorso y en el frente, en contraste con la luz de la luna la hacía verse más imponente y fanstasmal. Era una verdadera bestia.
La loba no dudó en gruñir con fuerza al ver al cadáver armado frente a ella, el gruñido salió del fondo de su pecho, fue salvaje y monstruoso al igual que sus ataques. Era una auténtica bestia salvaje.
Con sus movimientos sumamente rápidos y ágiles el instinto animal al cual se había entregado completamente la impulsó a atacar sin contemplar las posibilidades de cómo cazar a su presa. Simplemente ignoró el filo de su espada, procedió a morder su cuello o los huesos de este con fuerza hasta destruirlo bajo el peso de su poderosa mandíbula para después desgarrar la poca carne que había en la región cervical, y en realidad era relleno. Mordió con fuerza la armadura hasta casi deformarla, y su cuerpo se movió preso del entusiasmo de la caza mientras desgarraba las huesudas articulaciones hasta no dejar nada de él. Absolutamente nada. Del mismo modo en que un perro juega con un palo hasta destrozarlo, el teniente fue rematado hasta el cansancio entre sus dientes. No quedó más que cenizas. 
  - ¿Génesis? - exclamó Kasumi a sus espaldas.
Pero Génesis ya no era ella misma, sino el alfa. Al escucharla, y sentirla, el pelaje de su lomo se crispó y mostró los dientes al mismo tiempo que agacha las orejas dispuesta a atacar. Al mirarla, sus ojos salvajes solo ven la expresión relajada de una mirada triste y una boca con una sonrisa forzada. Pasó por su lado, Kasumi no le interesaba. 
  - ¿E-Electra? - otra vez esa voz.
Se detuvo y miró con su misma expresión indescifrable la mirada perpleja y melancólica de Andrea, tampoco le dio importancia. Pretendía marcharse hacia el bosque, hacia la tumba de Cadie, su olfato seguía presente en su mente, y deseaba buscar la tierra donde descansaba para dejarse morir allí con el comienzo del alba. 
  - Morirás aunque tengas que matarme en cien vidas más. - exclamó Andru harto de que siguiera de pie.
Nadie, ni siquiera ella, pudo detenerlo cuando sacó la espada de su cuerpo y la hemorragia era imposible de controlar, pero no sentía dolor ya que su capacidad biológica le permitía regenerarse, el verdadero problema era como su propio organismo comenzaba a destruirse a sí mismo ante el cambio brusco del código genético en el cual el ARN mutante de Electra evolucionó de forma contraproducente en un ADN animal. A este paso irremediablemente ambas morirían. Los trucos bajo la manga de Génesis se acabaron. 
  - ¡Maldito bastardo! 
Mientras Darcy corría hacia él con la intención de apuñalarlo en el cuello con el puñal de Dionisio, Andru simplemente se limitó a golpear la boca de su estómago con el mango de la espada, fue tanta la fuerza que Darcy no sólo escupió sangre, también estuvo a punto de desmayarse del dolor.
  - ¡D-Darcy! - gritó Andrómeda a lo lejos, sus ojos miraban impotentes todo. 
  - Se los dije… - rió Andru. - Nadie puede vencerme, ni siquiera una burda copia.
Génesis olfateó la herida y probó el sabor de su sangre. Sabía que no tenía cura, e iba a ser el fin, por eso se obligó a sí misma a recuperar la conciencia y a tomar cartas en el asunto. Corrió hacia Andru y se abalanzó sobre él, no le dio tiempo de usar el arma, simplemente aterrizó sobre él con tal fuerza que dejó sus garras marcadas en su pecho antes de seguir adelante y desaparecer por detrás de los escombros de la torre donde se escondió de la vista de todos. Nadie pudo seguirla porque el ejército de muertos seguía avanzando, eran la menor de sus preocupaciones, pero su presencia y carencia de noción de la muerte hacían imposible exterminarlos a todos al mismo tiempo, ya comenzaban a cansarse. Sus cuerpos pedían a gritos un descanso.  
  - ¡Mierda! - protestó Andrea tras recibir una cortada por parte de uno de ellos en el dorso de la mano, tuvo que cambiar de posición su arma. 
  - Se nos acaba el tiempo, va a amanecer y Electra sigue herida. - vociferó Darcy mientras chocaba su espalda con la de su profesor. - ¿Por qué Génesis no los mató cuando tuvo la oportunidad? ¿Por qué no lo hizo? Tenía la posibilidad y no la aprovechó.
Aunque se lamentará en voz alta al igual que el resto, no entendería que el tiempo de Génesis no solo fuera escaso sino también su fuerza. El velo ya no la protegía y el daño interno producido por la metamorfosis, un proceso antinatural para su débil cuerpo, solo acortaba sus minutos de vida. Sus fuerzas se verían más desgastadas en su forma lobuna, luchar siquiera en esa forma consumía mucha energía, y su estrategia consistía en usar sus últimos momentos para luchar en su forma más efectiva, la humana. Era su última carta. 
  - ¡Esto es inútil! - exclamó Elián al ver la misma cantidad de muertos que al principio.
Su decepción se debía principalmente a saber que la forma lobuna de Génesis no sólo era más poderosa que él como pantera sino que cualquier otro lobo al cual se hubiera enfrentado, y el saberlo perfectamente era lo que lo carcomía vivo junto con su desesperación por cumplir su promesa. Proteger a su hermana.  
  - Es tan inútil como tu presencia aquí. - se escuchó la queja de alguien.
El primero en voltear fue Dionisio. 
  - ¡Gé-Génesis…! - enmudeció al ver el puño de ella viajar a una gran velocidad rozando su mejilla.
Rápidamente, y de forma confusa, trozos de un cráneo roto junto con dientes volaron por los aires, incluso algunos pedacitos se enredaron en su pelo, y mientras el cadáver caía hecho trizas un acceso de tos con sangre impulsó a Génesis a apoyarse en sus rodillas. 
  - ¿Qué tienes? ¿Por qué sangras? - la miró alarmado. 
Por supuesto, ella no contestó su pregunta, ya que en realidad sentía como algo le estrujaba el corazón por dentro con fuerza. 
  - Creo saber cómo deshacernos de toda esta mierda y de tu amigo. - señaló a Andru tras limpiarse la sangre de la barbilla. - Estoy segura que sigue con la idea de matarnos. 
  - ¿Qué hay que hacer? - preguntó Darcy aún pegada a la espalda de Andrea. 
  - Dejámelo a mí. - se incorporó con una mueca, por primera vez, de dolor.
  - ¿Y qué hay de ti? - insistió Dionisio. 
  - ¿De mí? - rió brevemente. - Es mi fin, pero tú puedes hacerme un favor… O al menos por quien quieras salvar.
  - ¿Qué tengo que hacer? - apretó los puños con fuerza.
  - Sostén a Andru por detrás, que el niño te ayude, el resto déjamelo a mí. - le guiñó un ojo y le sonrió.
El hecho de que se viera tan confiada y sangrando al mismo tiempo causó un revuelo de emociones internas difícil de explicar, y el que más la padeció fue Elián. 
  - Escucha, pude escuchar que hiciste una promesa. - le dijo tan bajo para que solo él oyera. - Pero no es tu culpa que no hayas podido hacer nada, estaba predestinado a ocurrir, niño.
Y todo se detuvo, ya no hubo regreso ni forma de alterar la línea ya escrita. Fue el final. 
Las piernas apenas resistían el peso del cuerpo al igual que sus manos que estaban gravemente heridas, apenas podrían hacer algo realmente, toda su energía ya había sido bastante consumida, y lo último que quedaba era para darle un final a la pesadilla. 
  - Quédate aquí, te voy a usar. - sujetó la mano de Andrea.
Ella no lo supo por la insensibilidad de sus extremidades, pero él acarició el dorso de su mano ya que en el fondo no podía evitar pensar en Electra. 
  - Dime qué quieres que haga. - dijo Darcy en posición para defenderla de Andru. 
  - Muchas gracias.
A pesar de todo, sus movimientos seguían siendo demasiado rápidos. En un abrir y cerrar de ojos le arrebató de los frágiles dedos la cuchilla hecha con la costilla de Dionisio para después patearla con fuerza de tal forma que cayó varios metros apartados de ellos. Se aferró con fuerza al mango, y mientras contemplaba la mirada sanguinaria del sobrenatural, sus últimas palabras para Andrea fueron:
  - Que ridículo que diga esto, pero no fue tan malo pelear junto a ustedes. - musitó sin mirarlo.
  - ¿Electra? 
  - A la de tres levántame en el aire, y hazlo con todas tus fuerzas. - se preparó.
  - ¿Qué?
La relatividad del tiempo era un misterio. Mientras Andru caminaba directo hacia ellos preparado para matarlos, Génesis solo tuvo que darle la orden a Andrea. Del mismo modo en que dos patinadores desarrollan sus poses y bailan con elegancia sobre el hielo causando un gran impacto por parecer ángeles en medio de un escenario, con la luz de las estrellas… pasó algo similar. Cuando flexiono sus rodillas, Andrea ya sabía que lo que sea que haya planeado Génesis nada bueno saldría para ella, pero no pudo opinar o retractarse, ya se había impulsado y con sus manos alrededor de su cintura donde sintió cosquilleos por palpar sus huesos la elevó sobre el aire del mismo modo en que se eleva a un pájaro que aprende a volar tras meses de recuperación tras una lesión. El resto fue autómata. Su cuerpo se movía sin perderla de vista, esquivó por inercia las garras del sobrehumano mientras giraba como una bailarina en el aire, y al momento de descender todo sucedió al mismo tiempo. 
Ella cayó y los brazos de Andrea volvieron a recibirla, él aferró sus brazos con fuerza alrededor de ella, pero sin herirla más de lo que ya estaba, y mientras naturalmente sus delgados brazos se entrelazaron con los suyos como uno solo, al dar vueltas en el mismo eje por obra natural de la técnica en el acto, los pies de Génesis patearon con gran fuerza mayormente impulsada por Andrea las columnas vertebrales, quijadas, calaveras, incluso cajas torácicas de cada soldado fulminando a cada uno de una vez y para siempre en el acto. Ella usó lo último que tenía de velo para mandarlos de regreso a la tumba. 
  - ¡Dionisio, ya! - exclamó, y apenas sus pies tocaron el suelo frente al sobrehumano donde tuvo que desprenderse del tacto de Andrea, la cuchilla ya iba directo a su cuello. 
Ignorando la debilidad del cuerpo por marearse y perder el eje de su centro, se concentró en solo enfocar sus pupilas en el blanco. Andru no pudo articular palabra al verse nuevamente engañado, solo sonrió con perplejidad al sentir el fuerte agarre de Dionisio sosteniendo sus brazos mientras Elián se aferraba a sus piernas mordiendo con fuerza, hubiera podido mandarlos a volar, pero esta vez no. El filo de la cuchilla rápidamente cortó la piel de su cuello y la sangre emanaba de forma abrupta y salvaje, era un auténtico manantial de sangre. 
Las gotas rojas bañaron la palidez en el rostro de Génesis quien no cambió la expresión gélida de su rostro al verlo caer frente a ella con la misma sonrisa plasmada. Los sobrehumanos técnicamente eran casi imposibles de matar, pero ese casi le favoreció porque ella solo era un conciencia usando de recipiente a alguien más, y su hora se acercaba más rápido de lo que hubiera codiciado. 
Andru murió con coraje, o al menos eso pensó antes de bajar el cuchillo y la guardia en sí. 
Aquel escenario era un auténtico campo de batalla, los soldados volvieron a ser lo que eran, un montón de huesos que debían volver a ser polvo para la tierra, está bañada en sangre donde miembros mutilados se encontraban esparcidos por doquier junto con los escombros de lo que alguna vez fue la torre de las ruinas circulares, armas y cuchillos abandonados a su suerte. Un símbolo de lo que una huella puede dejar en la historia. 
Todo era silencio en aquella madrugada, el cielo empezaba a aclararse por el horizonte mientras algunas estrellas y la propia luna seguían siendo los únicos espectadores del evento paranormal que allí había ocurrido. Los colores del cielo variaban desde un azul demasiado oscuro a un sútil amarillo en las puntas que tocaban las copas de los árboles del otro lado del bosque, la brisa de la madrugada era suave, fría, pero reconfortable. Lo único que quedaba era el dolor y el entumecimiento de los músculos mientras el corazón latía despacio, en especial el suyo.
Pudo escuchar las voces frenéticas, entusiastas, perplejas, incluso preocupadas de los otros, pero no quería pasar sus últimos momentos entre extraños. Por inercia de sus extremidades anestesiadas por el dolor soltó la cuchilla y avanzó entre piedras, huesos y restos hasta llegar a su viejo capitán, se agachó únicamente para sostener su cabeza deformada en la cual descansaba el casco, que a pesar de sus años, se veía intacto como la primera vez en otro siglo. Contempló brevemente los ligamentos podridos del rostro desgastados, la quijada inexistente y esas cuencas oculares indescifrables, sostuvo la cabeza entre sus manos hasta la altura de sus ojos, acarició la fría superficie del acero con la punta de los dedos antes de dejarlo caer al suelo como la inservible basura que era. Sonrió por dentro sin darse cuenta, ella había ganado. Ganó después de casi dos siglos.  
  - ¿Génesis? 
Ni siquiera había recorrido la mitad del sendero, seguía aún lado de la torre, y ya escuchaba la voz de alguien clamando su nombre. Por sobre el hombro distinguió la cabellera rubia de aquella mujer ordinaria cuya belleza era rara, pero exquisita, aprecio como el viento hacía bailar en el aire la punta de su cabello, pero no se atrevió a verla a los ojos. Sabía que solo encontraría las pupilas amatistas ajenas, y no los preciosos ojos de Cadie. 
Pensar en ella le traía amargos sabores a la boca y un indescriptible sentimiento en su corazón, volvió a sentir como si se lo aplastaran con fuerza desde dentro y cerró los ojos, el final estaba cerca. Jadeó en silencio con la imagen de Cadie en su mente y siguió avanzando con el alba presentándose lentamente en el firmamento, no intentó recordar cómo eran sus ojos porque sabía que sería útil, sus memorias eran solo trozos de papel inconclusos y arrugados por el paso del tiempo. Solo tenía certeza de una cosa, saber desde lo más profundo de sus entrañas, circulando la verdad en sus venas, que nunca le importó los ojos de Cadie por ser claros u oscuros, simplemente se aferró a esa parte de ella, porque esos ojos pertenecieron a Cadie y sencillamente le parecieron los más hermosos que había visto en toda su vida. 
Sus órganos no empezaron a fallar uno por uno, sus organismo en general simplemente actuaba como una red eléctrica que sucesivamente se prendía y apagaba, intentaba aguantar tanto como pudiera porque no quería volver a morir en aquel cementerio, pero aunque se obligará a caminar más de lo que podía con sus temblorosas piernas sabía que jamás podría llegar al bosque o a los principios de este, así que solo se conformo con recorrer débilmente y con muchas hemorragias internas en su interior el viejo atajo que conducía más rápido a la colonia. Como si fuera empujada por una fuerza mayor terminó en el pasadizo de rosas, aquel paraíso soñado donde alguna vez sus restos podrían descansar junto a los de su amiga. Cadie. 
No llegó a recorrerlo todo, apenas avanzó un poco, y su mano acarició los pétalos de varias rosas amarillas donde su sangre se impregnó en ellas mientras la suavidad de su textura le trajo un último momento de paz junto con su romántico aroma. Pensó una vez más en Cadie y en el futuro que le hubiera regalado si hubiera podido seguir sus pasos por el bosque, hubieran tenido un jardín y quizás hubieran sido felices por el resto de sus días, pero ya no lo sabría. Como tampoco sabía si alguna vez fue perdonada por haber roto su promesa de ir por ella aquella noche. Seguía sin creer en la reencarnación, pero como ya no tenías más fuerzas para darle vueltas al asunto simplemente disfrutó una vez más el aroma de las flores antes de caer.
Su cuerpo perdió el eje, sus piernas ya no tuvieron fuerzas para sostenerla, y cayó hacia el frente con la vista perdida y un poco de su sangre manchando las piedras del sendero. Su corazón, su cerebro, sus pulmones y demás órganos dejaron de funcionar al mismo tiempo, todo de ella se detuvo como un instrumento de relojería que ya no tenía forma ni motivos para seguir dándole cuerda a su propio mecanismo. Génesis murió por segunda vez con los ojos cerrados, y sin darse cuenta una rosa que fue arrancada por su mano anestesiada en dolor permaneció entre sus dedos, y la acompañó hasta el último minuto. Aquello fue todo.
Los únicos que lloraron su muerte fueron los jóvenes, de entre todos Andrea, quien al seguirla y correr con todas sus fuerzas al ver su cadáver echado en el piso no pudo evitar sentir una inmensa desesperación por Electra. Pero aún así, entre lágrimas y balbuceos, de su boca salió el nombre verdadero por el cual ella había aprendido a sentir odio con el tiempo.
  - ¡Narumi! Narumi, por favor… No me hagas esto. 
Con las manos temblorosas e intentando ser delicado, movió su cuerpo, y al ver la sangre de su herida sólo pudo atinar a desesperarse más. No supo en qué momento pasó, pero su mente no conectaba con su cuerpo, y por eso no supo explicar el momento en que la acogió en sus brazos queriendo sentir el calor de su cuerpo que poco a poco desaparecía. 
Sostuvo su mano y comprobó lo fría que estaba, lo peor era no saber si era por el frío de la mañana o por otra cosa.
Miró angustiado hacia el sendero queriendo que los demás aparecieran para ayudarlo.
  - ¡Chicos…! - no se dio cuenta que lágrimas habían comenzado a descender de sus ojos.
Se las limpió con brusquedad. Se sacó la chaqueta queriendo tapar la hemorragia en el costado, aunque el panorama de por sí parecía inútil.
  - Por favor… Por favor, aguanta. - dijo con los dientes fuertemente apretados para no dejar escapar un sollozo.
La abrazó con dependencia, y sostuvo su cabeza apoyada contra su pecho queriendo transmitir un poco de su calor hacia ella, lo que menos quería era perderla. En ningún momento dejó de apretar la herida bajo sus costillas. 
No podía darse cuenta por estar demasiado ocupado lamentándose, pero en la lejanía las siluetas de los jóvenes preocupados fueron aproximándose, y al llegar pensaron en lo peor al verlo tan destruido con el frágil cuerpo de la chica en brazos. Pero fue una ilusión, nada más, otro colapso suyo. 

* * *

El único recuerdo que conservaba en su inconsciencia tras haber perdido demasiada sangre sin imaginar el motivo o las circunstancias, había visto con la vista borrosa y confusa un sendero cubierto de césped y tiernos dientes de león mientras las montañas podían verse a la distancia bañadas en la deliciosa luz que las nubes enrojecidas de la arrebolada otorgaba al panorama mientras una humilde cerca de alambres los separaba de una profunda cuesta abajo. Ella nunca lo recordaría porque su cerebro apenas era capaz de conservar los recuerdos más recientes tras despertar, pero supo que estaba a salvo en los brazos de Andrea, sabía que era él quien la cargaba en su espada por el aroma a cedrón, vainilla y miel perfectamente sincronizado impregnado en su cuello. Con su cabeza apoyada en su hombro solo disfruto el calor de su cuerpo antes de volver a desmayarse. 
  - ¿Narumi? - le pareció que él le preguntó al darse cuenta que recuperó la conciencia por breves instantes.
Pero ya no pudo responderle, había vuelto al país de los sueños.

El despertar del alfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora