Capítulo 14

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Iban de la mano, apenas tenía trece años, pero seguía siendo un chico demasiado bajo, aún así no le molestó ir a la sombra de su nueva tutora. El día era soleado, muy hermoso y despejado de nubes, los yuyos del campo por el que cruzaban acariciaban sus piernas desnudas llegando a causarle cosquillas. Sus ojos redondos e inocentes contemplaban el delicioso panorama silvestre, las flores pequeñas eran sus favoritas, le gustaba aquel canto particular que producían las aves, allí en ese momento con ella todo sencillamente era muy hermoso. 
  - Dorian. - pronunció con aquella voz tan melosa. 
La miró. Sus llamativos ojos amatistas por el síndrome de Alejandría tal vez lo hipnotizaron, no estaba seguro, todo de ella desprendía una belleza rara, pero igualmente maravillosa. 
Sintió los delicados dedos de ella revolviendo sus cabellos oscuros, aquel gesto le gustó sin darse cuenta. 
  - Me parece que va siendo hora de contarte el porque te escogí de entre todos los otros chicos de tu edad en el orfanato. - soltó como si nada.
  - ¿De verdad? - la miró fijamente. 
  - No has parado de insistir, es molesto. - le sonrió. - Pero esa perseverancia tuya me encanta. 
  - ¿Acaso soy especial?
  - No. Nadie es especial, ni siquiera yo. 
  - ¿Entonces esa mujer que tanto observa en pinturas y esos libros viejos tampoco es especial?
  - Ella… pues solamente fue una mujer que ganó su lugar en este mundo, pero era una mortal más como tú y yo. 
  - Murió muy joven, ¿verdad? - apartó la mirada.
  - Tal vez. - se agachó a su altura. 
Al chico le sorprendió que ella tomará su mano y empezará a acariciar las líneas de su palma sin borrar aquella sonrisa tan particular, no había palabras para describir lo que transmitía. 
  - Tú me vas a ayudar. - dijo sin apartar los ojos amatistas de su palma. - Sé que tu propósito es serme de utilidad, y no tengo ninguna duda al respecto.
  - ¿Qué hace? - la miró intrigado.
  - Leyendo tu destino. 
  - ¿Puede leer el futuro? - la miró con escepticismo. 
  - No, sólo suponerlo. - le regaló otra sonrisa. - ¿Sabes lo que imagino?
Dorian negó con la cabeza. 
  - Nos veo a nosotros haciendo cosas pequeñas, pero con un impacto brutal. A veces menos es más, y pienso que los dos tenemos algo que nos une en común. Queremos destacar.
  - ¿Por qué me escogió? - fue directo. - Había otros niños mucho más jóvenes que yo, no entiendo por qué…
  - No me interesa ser madre, y mucho menos darle felicidad a otro ser humano, Dorian. - respondió. - Solamente te vi y te escogí porque noté cierta enigmática presencia en ti. 
  - ¿Presencia?
  - Dije que no eres especial, pero prometes mucho más de lo que cualquier otro chico de tu edad podría darme. Me gustaría conquistarlo todo.
  - ¿Qué es todo? - ladeó su cabeza hacia un costado.
La mujer se levantó, volvió a entrelazar su mano con la de él y avanzaban muy despacio entre los yuyos y las flores. A la distancia podía verse aquella vieja torre que ya nadie usaba, se detuvieron ante las aguas sucias de aquel estanque de gran dimensión y profundidad, su fama en el pasado se debía a lo peculiar y anormal que era, para nada parecido a un estanque. 
  - Debes saber que la genética es lo que une a las personas desde tiempos de antaño. No es la religión, la ambición, la debilidad o la simple naturaleza de errar en nosotros, lo que nos une es herencia biológica que pasa de generación a generación; por ende cada individuo hereda dos alelos para cada gen, uno del padre y el otro de la madre. A partir de esa base se conoce lo que hoy en día llamamos gen dominante y gen recesivo. ¿Tienes idea de lo que es eso?
  - No. 
  - Bien. - volvió a acariciar su cabeza. - Al nacer heredamos cierta información genética, nuestro ADN es individual, único, pero papá y mamá debieron otorgarnos algo que indiscutiblemente nos hace familia, una de sangre. En tu caso, es posible que esa piel blanca como la porcelana haya sido un regalo de alguno de tus dos padres como resultado del gen dominante aún cuando el recesivo no pueda verse a simple vista. 
  - Sigo sin entender.
  - Es sencillo. Los alelos de cada gen se dividen en dominante y recesivo, del mismo modo que en esta vida existen las personas con dos grandes diferencias que las separa y aún no se dan cuenta. - lo miró. - No importa lo que digan, Dorian, siempre ten presente que tú y yo somos el gen dominante. No somos menos o invisibles como ellos piensan, es lo que nos hace igual.
  - Dijo que lo que nos iguala es el querer destacar.
  - Así es. - asintió. - Tú y yo destacamos naturalmente gracias a la genética, precisamente por eso somos dos dominantes sin importar nada. No somos dos mutaciones genéticas sin ningún tipo de valor, quiero demostrar que no somos el resultado de la secuencia alterada de un gen. 
  - Pero yo… sí puedo convertirme, ya casi manejo a la perfección mi impulso animal.
  - Tú lo dijiste, casi. - se puso seria. - Vete acostumbrando a esta verdad, de ese modo dolerá menos, Dorian, pero biológicamente estamos construidos para nacer, crecer, reproducirnos y morir. No morimos sencillamente en vano al final, buscamos en el proceso la diversidad genética, ese es nuestro único propósito en común. 
  - ¿Entonces qué se supone que soy? - miró sus propias manos. - ¿Soy solo una mutación o en realidad un dominante?
  - Mira. - se paró frente a él. - He investigado y estudiado suficiente para saber que dentro de un par de décadas las personas ya no serán capaces de volar, correr a la misma velocidad que una bola o respirar bajo el agua. Se llama evolución, y ya hemos pasado por ello antes. Por eso, no me gustaría que te tortures a ti mismo por lo que eres, fijate en lo que haces. Puedes volar, magnífico, pero de qué me sirve si yo no te exijo que vayas a tres metros sobre el cielo. Quiero otra cosa, y lo sabes. 
  - Usted… ¿Por esto de la evolución en su genética no puede convertirse como yo?
  - Sí. - hubo cierta indiferencia en su mirada. - Pero no lo necesito, aunque las personas digan que sí, no es verdad, soy fuerte a mi manera.
  - Kasumi. - la llamó. - Si puedo convertirme eso significa que soy un gen recesivo, ¿no? ¿O acaso soy un gen dominante?
  - Antiguamente las personas no podían hacer lo que hoy, todos eran iguales aún con sus propias mutaciones genéticas. Es confuso aún en la historia, pero empezaron a vivir de modo que se acostumbraron a someter sus mentes al instinto animal, pero yo no busco que seas un animal sin capacidad de razonamiento, Dorian. No puedo desearte eso. Se cree que el gen dominante es el tótem animal, pero poco tiene que ver con eso, en realidad son las personas iguales a mí el verdadero gen dominante.
  - ¿Personas como tú? - la miró pasmado. 
  - Aunque se hable de mutación, en realidad ellos son la mutación. 
  - Eso significa… - volvió a mirar sus manos.
  - Tranquilo. - posó la mano en su hombro. - No tiene nada de malo ser mutante ¿Sabes lo que sí es malo? Hacer sentir mal a otros creyendote superior. Vamos, Dorian, no me digas que no te sientes aislado o incluso maldecido solo por ser el único de tu especie aún en esta parte de la región. 
Como si lo hubieran regañado, el chico escondió sus manos en los bolsillos de su chamarra mientras apartaba la mirada. Había dado en el blanco.
  - Los buitres podrán no ser las aves más atractivas, pero ser bonito en esta vida no basta. Necesitas más que eso para sobrevivir en este mundo, y yo puedo enseñarte todo al respecto.
Extendió su mano hacia él, tímidamente volteó a verla y lentamente, casi con duda, entrelazo sus dedos con los suyos. 
  - Vamos, me lo vas a agradecer algún día. 
  - Kasumi. 
  - ¿Uh?
  - ¿Por qué siempre venimos para ver el estanque? - ya se estaban alejando.
  - Bueno, porque aquí… Este lugar es especial para mí, cierta persona descansa en algún lugar de por aquí.
  - ¿Quién?
  - Una grandiosa mujer.
  - ¿Dónde está?
  - Ojalá lo supiera con más certeza. Está enterrada en alguna parte. 

El despertar del alfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora