Apenas sintió aquel par de nudillos golpearlo en la cara cayó al piso con el sabor de la sangre presentándose, al tocarse los labios supo que de allí provenía la sangre, y no pudo estar más impactado ante las gotas carmesí cuando había pasado demasiado tiempo de la última vez que lo hicieron sangrar a la fuerza. Desde la adopción, al lado de Kasumi jamás había recibido maltrato por estar bajo su protección, pero ahora el destino había dado un giro casi desalentador para él. Los golpes de ese profesor y su alumna eran igual de certeros y fuertes, entonces lo entendió, definitivamente ella venía de la misma rama que él aún cuando su fuerza padecía una pequeña pero considerable variación para la violencia.
Miró con los ojos entornados a Andrea, el mayor lo veía serio, pero la mirada en sus ojos llegaba a ser fría y cortante de lo que jamás hubiera imaginado.
- ¿Qué haces aquí? - le preguntó.
Dorian no apartó sus ojos de él, sus posibilidades de enfrentarlo y huir eran escasas por no decir inexistentes. Un ligero atisbo de miedo se presentó en su interior, pero era demasiado bueno ocultando aquello en el fondo de su ser.
- Te reconocería en cualquier parte, estabas con esos lobos que lastimaron a mis alumnos y estuvieron a punto de matarlos. - dijo igual de serio. - ¿Por qué estás aquí?
Apretó con fuerza la tierra debajo de sus palmas, sea cual fuese su siguiente movimiento no tendría oportunidad. Andrea no solo era más alto y fuerte que él, su experiencia para pelear resultaba aterradora a comparación de Dorian que parecía un cervatillo recién nacido intentando dar sus primeros pasos.
- No he visto a Electra desde hace un rato, tú tuviste algo que ver ¿no?
No pudo contenerse, un sútil brillo de verdad se asomó por sus pupilas delatandolo en el proceso. Andrea frunció el ceño, y sin darle tiempo a reaccionar lo sujetó con fuerza por las solapas de su camisa obligándolo a levantarse. Desde lejos la escena era especialmente curiosa, un tipo grande manipulando a un muñeco de trapo que apenas podía tocar el suelo con los pies.
- Dime dónde está. - ordenó entre dientes. - ¿Qué le hiciste?
Desvió la mirada de aquellos ojos y esperó el golpe de gracia, fue tan evidente lo que pasaba por su joven mente que Andrea no se contuvo como usualmente lo hubiera hecho. En cuanto lo dejó en el suelo le dió un puñetazo que le hizo voltear el rostro de manera brusca, pero no se detuvo ahí, continuó con una patada en medio del vientre que lo mandó al piso donde allí se quedó, apenas retorciéndose, apenas respirando. La fuerza y resistencia de Dorian no eran especialmente poderosas, sino todo lo contrario, aquellos golpes fueron contundentes al punto de dejarlo en una condición crítica. Quizás la cualidad más admirable del chico era guardarse todo al punto de parecer una roca inescrutable frente a sus enemigos, pero esa especialidad suya tenía un límite, si los golpes no cesaban se desmayaría del dolor y todo su esfuerzo habría sido en vano. Decepcionará a Kasumi y a sí mismo en el proceso, no podía concebir aquello cuando estaba tan cerca de saber la verdad.
Con las pocas fuerzas que logró concentrar retuvo el puñetazo de Andrea que estaba yendo directo a su cara, pudo ver la sorpresa en sus ojos, pero la satisfacción de mostrarse fuerte duró poco.
- ¿Es divertido golpear gente? - le preguntó con hilos de sangre brotando de sus labios.
Por un instante el adulto encima suyo se paralizó, pero de la forma que esperaba.
- ¿Dónde está Electra? ¡Dime! - lo atrajo por el cuello de la camisa con ira contenida.
- ¿Es divertido golpear gente? - insistió.
La cabeza de Dorian rebotó contra la tierra, de haber sido concreto y no césped hubiera caído inconsciente de inmediato ante el puñetazo directo a la boca que recibió y le hizo doler las encías de manera surreal.
- Sí, es divertido. - dijo sombríamente Andrea.
Dorian supo de inmediato que no estaba siendo racional, pero de nada servía contradecirlo cuando estaba preparando su puño para golpearlo nuevamente con fuerza en el nombre de la demencia. Cerró los ojos esperando el dolor de sus encías sufriendo el afloje de sus dientes, pero al final solo consiguió escuchar un quejido agudo, seguido del peso de Andrea desapareciendo.
- Debería darte vergüenza. - dijo una voz que conocía perfectamente.
Al abrir los ojos su vista nublada por las lágrimas le permitió ver a Kasumi posicionada detrás de Andrea con una jeringa vacía en su mano derecha, entonces comprendió la situación al ver la expresión dolorida del adulto mientras presionaba su cuello.
- No eres el mismo Andrea que conocí. - se jactó.
- Ah… Tú. - dijo visiblemente histérico.
- Sí, yo. No entiendo qué hacías encima de mi pupilo, pero voy a dejar bien en claro que no puedo permitir que lo toques.
- Kasumi. - exclamó Dorian aún en el piso.
Ambos vieron como Andrea cayó hacia un costado, los efectos de la droga estaban pasando factura al cuerpo agitado del profesor que no pudo hacer otra cosa más que removerse en vano queriendo recuperar la movilidad de su cuerpo. Pero al final no tendría éxito.
- Diazepam. - dijo la rubia. - Usualmente se la utiliza para tratar a las personas con ansiedad y a los recién ingresados en hospitales, pero la situación realmente lo ameritaba. Es tan fácil, se la puede comprar en cualquier droguería.
Pero en el fondo Dorian sabía que su sótano era una droguería, además de un laboratorio bien equipado.
- Levántate, verte en el suelo me desanima. - le dijo con seriedad.
Con esas palabras consiguió salir del estupor, pero fue incapaz de pararse por su cuenta, las piernas le temblaban como hojas movidas por el viento y la cabeza le dolía de forma espantosa. Su cuerpo definitivamente era débil.
- Increíble. - musitó Kasumi antes de quitarse la capa y posarla sobre los hombros del chico. - Ya no puedo dejarte solo.
Consiguió estabilizar su peso al apoyarse en ella por completo, después de todo era un chico delgado y vulnerable en situaciones de esa índole.
- Electra… ¿Qué quieren con ella? - escucharon que murmuró con las pocas fuerzas que tenía Andrea.
- Uh, sigues despierto todavía. - dijo Kasumi con desinterés. - No te preocupes, ahora solo busco que los dos podamos retirarnos en paz, este encuentro fue un error, adelantado a su momento.
Dorian tragó grueso en silencio, por su culpa aquel encuentro surgió de forma precipitada.
- ¿Dónde está? ¿Dónde la tienen? - insistió a punto de dormirse.
- ¿Eh? - ladeó la cabeza confundida. - Pero…
Al verla callar para después sonreír de forma sútil entendió que ya había encontrado la respuesta por sí sola. El cerebro de Kasumi a veces resultaba lo más escalofriante en comparación a una droga letal o un arma de doble filo.
- Ya entiendo. - rió de forma casual. - Aunque me gustaría verla todavía no puedo presentarme, se arruinaría la sorpresa.
Dorian miró expectante como Kasumi lo dejaba apoyado contra un tronco para ir hacia Andrea y agacharse a su altura para mirarlo a los ojos.
- Aún no me recuerdas, pero ya tuvimos nuestra plática en un evento en común. Fue obvio que no te caí bien, pero tú me compraste desde el primer momento, Andrea. - rió otra vez. - Hasta me animó a decir que fue tan delicioso y excitante estar contigo, el comité y Tristán en la misma habitación. Uno de mis recuerdos favoritos.
- ¿Qué? - susurró sin fuerzas.
- Duérmete ya. - cerró sus ojos con delicadeza antes de levantarse y caminar hacia Dorian.
- Kasumi… - la miró sin armas con las cuales defenderse.
- Creí haberte dicho que solo vigilaras a Electra, y que te dejaras golpear por ella, no por él.
- Me equivoqué. - agachó la cabeza como un perro regañado por su amo.
- A pesar de tu error te perdono, tu necesidad por acercarte a ella es entendible, pero admito que me sorprendiste. - miró sus uñas con gracia mientras esa sonrisa no hacía más que ensancharse más. - Nunca pensé que tendrías la iniciativa ¿Sabes?
Por un momento se asustó ante la idea de que ella supiera todo, el beso, la cercanía, el tacto innecesariamente afectuoso, pero sobre todo, que supiera sobre la muestra de sangre. Aún así se contuvo.
- No pasó nada, y lo sabes. - dijo serio.
- Tan humilde como siempre. - le tocó el pelo. - A la próxima sé más precavido, por algo dios te dio alas.
- No sé si existe un dios. - musitó.
- Uh, yo tampoco. - se encogió de hombros. - Pero pensar que pretendemos matarnos todo el tiempo sin que haya alguien observando hace que las peleas dejen de tener sentido ¿Sabes? Recuerdo cuando mi último esposo me preguntó sobre la existencia de algún ser omnisciente allá arriba.
- ¿Y qué le dijiste?
- Le dije que pronto él lo sabría, aunque yo no. Fue antes de matarlo. - le sonrió de aquella manera especial.
- ¡Kasumi! - una voz cargada de determinación y furia rompió la quietud de la naturaleza.
La susodicha comenzó a sonreír aún más incluso antes de voltear para verle el rostro a la chica detrás de ellos, reconoció el vibrato de su voz al instante. Y las pisadas de terceros acompañándola lo hacía más interesante aunque nunca estuvo en sus planes.
- Andrómeda. - dijo Dorian casi en un suspiro al verla.
Había conseguido mantenerse en pie por su propia cuenta, pero seguía débil.
- Ustedes. - farfulló con impotencia la pelirroja.
- Como una reunión familiar, cielos…. Habría traído un obsequio para los dos. - dijo Kasumi mientras se recogía el pelo en una coleta baja.
Algunos mechones reposaban sobre sus mejillas, Dorian no conocía el secreto detrás de esa habilidad para sonreír aún estando en aprietos. A veces le causaba escalofríos.
- Esto se tiene que acabar ahora. - dijo Andrómeda, en su mano empuñaba un cuchillo.
- Perdón, reina. - se jactó Kasumi. - Pero esto apenas es el comienzo.
Llevó su mano hacia el escote de su camisa, ninguno había notado hasta el momento la cadena de plata que rodeaba su cuello y de la cual pendía al final un silbato de plata, de estilo ambiguo, quizás más viejo que el de Electra. Al reconocer la utilidad de ese instrumento Andrómeda se paralizó, al final esa mujer siempre conseguía estar cuatro pasos más adelante que el resto.
Aún con las piernas temblorosas y con una mano sosteniendo su mandíbula hinchada, Dorian vio como el resto del grupo llegaba. Se puso tenso, aunque sabía de la existencia del as bajo la manga de Kasumi seguía inquieto con los dos muchachos y la chica, podrían ser novatos, pero si se lo proponían podrían representar una amenaza de gran magnitud.
- ¿Dónde está? - preguntó entre dientes Elián.
Se encontraba despeinado y con la boca manchada con sangre mientras apenas llevaba el pantalón mal abrochado, y sus pies estaban descalzos. El resto se encontraba igual. Rápidamente supo que estaban cazando.
- Niño, esto no es una playa nudista, cálmate. - rió entre dientes Kasumi. - ¿En qué estaba pensando Andrea al traerlos? Díganme.
- ¿Qué le hicieron a Electra? - exclamó a punto de temblar de rabia Darcy. - ¡Respondan!
- ¿Yo? Nada. - dijo serena. - Literalmente estaba de paso.
- ¡Ya deja de mentir, los encontramos con las manos en la masa! - gritó Nadir.
- Y lo que le hicieron al profesor…
- Ah, hasta que te acuerdas de él. Por un momento me asusté y creí que solo les importaba su amiga, pero está bien, tenemos la misma inclinación.
- ¿Dónde está? ¿Dónde la tienen? - volvió a preguntar el azabache con su control al límite.
- Primero límpiate la boca antes de dirigirme la palabra. Segundo… No tengo idea de dónde está y tampoco tengo intenciones de buscarla, no vine por ella.
- ¡Y tampoco por mí! ¿No es así? - exclamó Andrómeda. - Si vas a matarme hazlo ahora, pero no te quedes parada ahí fingiendo que tienes el absoluto control de todo… ¡Me tienes harta!
Sus palabras tan desgarradoras como cargadas de impotencia captaron la atención del trío, pero en especial de Dorian que seguía siendo un espectador más.
- Me odias ¿no es así? - le preguntó Kasumi.
- ¡Sí, te odio con todas mis fuerzas! - respondió de inmediato con los puños apretados.
- ¿Y qué vas a hacer al respecto? Nada supongo, tengo entendido que tus heridas continúan sanando, y los demás están en desventaja por haber gastado su energía para volver a transformarse con una caza innecesaria, aún no agotan sus fuerzas, pero no son tan amenazadores como suponía. Qué decepción.
- Te equivocas, no me subestimes. - se puso en posición Elián.
- ¿Quieres pelear? Te advierto que no estoy con ánimos de hacerlo hoy.
Acercó el pico del silbato a sus labios, sopló sin que nada se escuchara. Elián ya se había preparado, inicio antes de tiempo su ciclo de metamorfosis gastando así las pocas energías que le quedaron tras la furtiva caza, por ende solo pudo pretender abalanzarse sobre ella con las garras expuestas y los colmillos desarrollados según su genética animal, el instinto estaba a mil, pero a veces seguir ciegamente esos impulsos no conducía a la racionalidad total.
- ¡Elián, espera! - le gritó Nadir.
El resto sucedió de forma irreal, era la manera más acertada para describirlo. A pesar del dolor de su cuerpo y el entumecimiento de sus músculos Dorian se interpuso entre Kasumi y Elián, estaba preparándose para recibir el ataque, pero lo más inusual del asunto es que ni él mismo pudo predecir el siguiente movimiento, el auténtico as bajo la manga de su ama. Había visto el puño de Elián peligrosamente cerca al punto de casi sentir el roce de sus nudillos contra su cara, entonces cerró los ojos por reflejo y lo demás sucedió. No hubo dolor, ni sangre o un ataque directo. Apenas escuchar los jadeos de sorpresa seguido de un golpe amortiguado tuvo que obligarse a abrir los ojos y encontrarse con la sombra de alguien más grande protegiéndolo a él y a Kasumi mientras sujetaba con fuerza el puño del azabache como si nada. Las rastas de aquel sujeto eran tan naturales como abundantes, pero lo que verdaderamente llamaba la atención era el aura enigmática que lo rodeaba. Era de otro planeta, de difícil comprensión para el ojo y la lógica humana.
- Aún te falta experiencia, pequeña sabandija. - dijo el sujeto mirando con indiferencia a Elián.
Él se quejó entre dientes, el agarre sobre su mano era fuerte, además de encontrarse desorientado por su presencia. Pensó que debió haber roto las leyes de la física, y no estaba equivocado.
Nadir y Darcy estaban tan sorprendidos como él, la verdadera ventaja había aparecido.
Andrómeda tuvo sus motivos para permanecer anonadada, más bien impresionada.
- Andru. - lo llamó Kasumi.
- Kasumi. - sonrió mientras la miraba por sobre el hombro. - Me sorprendiste, creí que nunca darías la señal. Incluso llegué a sentirme olvidado.
- Yo también estoy sorprendida, realmente no planifique esto.
- Descuida, te creo. - ensanchó aún más su sonrisa. - Ah, y Dorian…
El susodicho se paralizó al estar en la mira de aquel personaje singular. Sus pupilas brillantes en contraste con sus iris de color ámbar lucían un toque de malicia mezclada con diversión.
- No te preocupes, ahora queda en mis manos.
Casi sin darse cuenta se estremeció ante el tacto de Kasumi sobre su hombro, fue más bien un apretón, entonces lo entendió. Se hizo aún lado.
- ¿Quién eres? - preguntó con inquietud Nadir.
- Solo digamos que un viejo conocido. - se mostró sediento de sangre, ansioso por causar problemas.
Los demás percibieron el peligro muy de cerca, pero no sabían qué hacer. Elián se retorció intentando liberarse, solo consiguió llamar la atención de Andru.
- ¿Sabes? Hay más fuerza en las falanges de mis dedos que en cada brazo tuyo. Tranquilamente puedo romperte la muñeca. - aumentó más la presión del agarre.
Un leve chasquido similar a reventar una burbuja de plástico se escuchó seguido del jadeo de dolor de Elián que no pudo reaccionar de otra forma que sosteniéndose el brazo con fuerza.
- ¡Basta! - fue la primera en gritar Darcy. - ¿Qué es lo que le está haciendo? ¡Déjalo!
- Di por favor. - la miró con una sonrisa cínica.
- Pero… - farfulló Nadir.
Las quejas de Elián no hicieron más que aumentar.
- ¡Por favor, basta… Te lo pido! - exclamó Darcy.
Para sorpresa suya apenas terminó de decirlo el cuerpo de Elián cayó al suelo de inmediato. Andru tronó los dedos de su mano, apenas estaba calentando.
- La diplomacia siempre fue lo tuyo ¿eh? - se cruzó de brazos con una sonrisa Kasumi.
- Nunca pude evitarlo. - le devolvió la sonrisa. - ¿Quién de estos mocosos te está molestando? Voy a terminar con lo que empecé.
- ¡Basta! - gritó Andrómeda para después ponerse delante de Elián que seguía en el piso.
En su mano empuñaba con fuerza el cuchillo mientras se ponía en posición, al verla Dorian no pudo evitar sorprenderse, su determinación y coraje llamaron toda su atención.
- No dejaré que los toques. - escupió con impotencia.
- ¿Son tus amigos, cariño? - preguntó Kasumi.
- No. - dijo. - Pero son importantes para la persona a quien más aprecio y valoro, así que no te perdonaré si llegas a lastimarlos.
- De pronto tuviste un gran desarrollo, interesante. - ladeó la cabeza con desdén la rubia.
- Creo que esto podría ser más divertido de lo que creí. - se relamió los labios Andru.
- Ten en cuenta que no quiero que le hagas nada a ella, pero a los otros… Haz lo que quieras, excepto matarlos. - se encogió de hombros. - Aunque digamos que tampoco me importa mucho.
- Perfecto. - sonrió.
- ¡No! - perfeccionó aún más su postura Andrómeda, incluso si se veía a leguas de distancia que no era una experta.
- Chicos… - susurró Darcy inquieta por dentro.
- No vamos a correr. - le respondió Nadir. - Tampoco podemos.
- Vamos a tener que pelear. - suspiró Elián con su mano dolorida.
- Pero es demasiado fuerte. - se quejó Darcy.
- Sí, ese es el problema. - dijo.
Desde su posición Dorian sólo pudo morderse la lengua y mirar, resultaba ser bueno para eso y nada más.
![](https://img.wattpad.com/cover/338518370-288-k499472.jpg)
ESTÁS LEYENDO
El despertar del alfa
FantascienzaCuando ser diferente desde la concepción se volvió una maldición difícil de erradicar todo parecía perdido y destinado irremediablemente al fracaso. Pero cuando la diferencia se convierte en amenaza externa y una virtud unipersonal absolutamente tod...