Capítulo 27

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  - Electra. - se detuvo a escucharla. - Cuando todo esto acabe te prometo que haré todo lo posible para que vuelvas a ser feliz. 
Con esas palabras todo su corazón sangrante y roto ya no sufría más. La noche había caído más rápido de lo que hubiera querido, una brisa casi veraniega que le recordó los buenos momentos de antaño danzaba libremente por el aire, y al mirar el cielo podía ver las formas inconexas de las nubes que de forma especial tapaban a la luna, y la luz plateada de esta le daba un aire muy diferente a la aldea. No quiso pasar la noche allí, le daba mala espina dormir en un cementerio, por eso estaba preparaba. Ya lo había hablado en profundidad con su pelirroja, sería ella quién matará a Kasumi o al menos lo intentaría. Tenía el cuchillo de caza bajo la ropa, entre su pantalón y la piel cicatrizada de su vientre, y con cada paso que daba no solo las piedras del suelo crispaban ante su peso sino que el filo de la hoja le producía escalofríos.
Separarse sería patético, pero una emboscada parecía mucho más efectiva que un simple ataque frontal sin premeditar. Se escabullo por las sombras, teniendo cuidado de no respirar muy fuerte, aunque el corazón late desenfrenado por la excitación. 
L

a luna plateada seguía siendo su faro en medio de la templada oscuridad, no había grillos cantando porque hasta los insectos murieron hace años, entonces el recorrido colina arriba era silencioso, secreto, tan incauto que Electra se cuidaba de no pisar ninguna rama. Iba en puntas de pie con los nervios de punta, y su guardia arriba. No sabía qué esperar, por eso se abstenía ante cualquier sorpresa. 
Y aún así, la hilera de cadáveres en bolsas de tela como si fuera un campo de batalla a la luz de la luna no supo producirle otra cosa que un gran disgusto. Se petrificó por un momento sin saber cómo actuar. Eran tantos, y no tenía idea de cómo anticipar los demenciales planes de esa maniática. 
Camino directo hacia la vieja torre de agua, su presencia aún en la oscuridad resultaba intimidante, e ignorando su sentido común por huir avanzó despacio por los alrededores de la arquitectura hasta dar con las puertas del sótano, esperaba el ensordecedor chirrido de las bisagras oxidadas pero se sorprendió al comprobar que estas estaban bien aceitadas.
El viento le produjo la piel de gallina, el pasillo oscuro de su interior parecía la boca negra de un monstruo, mentiría si dijera que no le tenía miedo a Kasumi, no quería volver a estar bajo la lupa nunca más para ser tratada como un experimento. Apretó con fuerza el mango de su cuchillo, haría lo posible por intentar matar a Kasumi antes de que su yo racional le impidiera seguir con la cadena de una serie de decisiones mal tomadas. Pisó el primer peldaño que apenas emitió sonido bajo su peso, sentía que estaba bajando a las profundidades del infierno y los demonios allí eran más perversos y hostiles que en la tierra.
Tímidamente extendió la mano y se relajó un poco al sentir la frialdad del muro de piedra, avanzó por el tenebroso corredor a ciegas siendo ese muro su única guía y soporte. Lo que más llamó su atención más allá del irritante palpitar de su nervioso corazón al borde de la histeria fue el olor del sahumerio de mirra impregnado en el aire, y a medida que avanzaba su aroma se intensificaba. 
Finalmente, el débil rastro de luz por debajo de la puerta al final del pasillo subterráneo la impulsó a acercarse y pegar suavemente la oreja a la puerta en espera de algún sonido que nunca llegó. No tuvo que agudizar su sentido del olfato para darse cuenta que en aquella recamara se concentraba realmente el olor de mirra. Abrió despacio la puerta, apenas con dos dedos de la mano, y en cuanto lo hizo se arrepintió. 
Al principio, por su miopía tuvo que acercarse a la pared en el cual reposaba el sarcófago negro sin tapa mientras el calor asfixiante de las velas a los pies de este con su cera caliente y derretida formando figuras deformes contra el cemento en el piso le molestaban. Parecía una visión sacada de las entrañas del demonio, el miedo colándose por sus huesos junto con el repudio y asco instalados en la boca del estómago mientras el cadáver sin descomponer, más bien, disecado postrado en el interior del ataúd a plena vista parecía mirarla con burla, quizás hasta con pena o lástima. Ese sentimiento fue peor. 
La luz de las velas iluminando el vientre abierto, relleno de hojas, ramas secas y algodón, las extremidades delgadas cuya piel reseca parecía cuero, la perfecta visión del hueso esternón entre los pechos inexistentes y cubiertos por retazos de tela que pudieran suplantar la piel humana… 
Las cadenas que afirmaban el cadáver para que no colapsará le daba una apariencia más tétrica, a través de la garganta sin músculo ni carne podía contemplar la columna cervical que conectaba con el cráneo cuya piel era inexistente y sólo quedaban fragmentos de flecha atravesándolo desde diferentes ángulos mientras esas cuencas vacías eran una ventana directo al tártaro. No sabía si aquella persona había tenido una muerte digna, pero el estado de su cuerpo y su manejo no eran dignos, eso la enfureció. 
Se fijó en la espada enfundada a los pies del ataúd junto a las velas, con lentitud se acercó a examinarlo y el nombre grabado en el mango no le heló la sangre porque ya estaba fría por dentro. 
Génesis
Levantó nuevamente la mirada para encontrarse con esas cuencas vacías, como dos hoyos negros de muerte infinita. Quería irse, pero aún no había encontrado a Kasumi ni había tenido señales de Andrómeda a quien le pidió que se escondiera y daría algún tipo de señal para advertir si algo salía mal. Pero no había razones para asustarla por un cadáver en tan particular estado de conservación, pensó que solo necesitaba un cristal cubriendo el ataúd para ser digno de un objeto de admiración histórico de la pseudociencia. 
No supo en qué momento acercó la mano hacia el pecho del cadáver, pero la repentina y brusca idea de poner una bomba entre el relleno para acabar con esos diabólicos estudios parecía ser la solución a todos sus dolores de cabeza. No llegó muy lejos, una voz le impidió continuar.
  - Ha podido conservarse todos estos años gracias a la falta de oxígeno en las profundidades del agua. - habló ella a sus espaldas. - O al menos parte de ella, es una lástima lo que le hicieron al rostro.
  - Kasumi. - musitó su nombre aún sin darse la vuelta.
  - Pero ya no me preocupa, porque ahora estás aquí, y tus ojos… 
El frío en su pecho fue letal cuando percibió las manos de Kasumi alrededor suyo abrazándola como si fuera de su pertenencia. 
  - Por fin son míos. - sintió su tibio aliento en su nuca.
Descubrió rápidamente que era mucho más alta de lo que imaginaba. Se desprendió de ella y retrocedió hasta casi tocar su espalda con la pared del otro extremo de la habitación mientras desenvainó su cuchillo. No supo cómo interpretar la sonrisa en su rostro, pero el sudor frío corriendo por su espalda la estaba molestando. 
  - Eres igual a ella. - dijo sin borrar esa expresión afable.
Dio un paso al frente, que inmediatamente puso los nervios de punta a Electra. 
  - ¡Basta! - exclamó. - ¡No quiero que te muevas! 
  - No sabes cuánto he esperado por este momento, perdóname si me ves llorar. - se pasó la mano por la cabellera rubia. - Eres tan… exacta que hasta podría besarte.
  - Vine a matarte. - sentenció.
La sonrisa fina en los labios de Kasumi se ensanchó aún más pero sin mostrar los dientes, parecía un gato salvaje jugando con la psiquis de su pequeña presa. 
  - ¿Vienes a matarme? - repitió. 
  - Dado todo lo que has hecho no me dejas opción. - apretó con fuerza el mango de su cuchillo. 
  - ¿Pero por qué? Tú no me conoces, pero yo a ti sí.
  - Por tu culpa mis amigos casi mueren y yo con ellos. 
  - Dadas las circunstancias lamento si te  hice sufrir, pero era necesario para que vinieras aquí. - volteó el rostro y los mechones rubios le taparon los ojos. - Te vengo observando desde hace años, Narumi.
  - ¡No me digas así! - gritó. 
  - Electra, ese es tu nombre ahora, pero para mí siempre serás Narumi, la reencarnación de la guerrera escudera de la aldea de Reyes. - le sonrió. - Sé todo sobre ti, es imposible que no conozca ni siquiera el más mínimo aspecto tuyo. 
Avanzó suavemente hasta ella aún bajo las advertencias de Electra. 
  - Eso incluye que eres incapaz de matar, nunca fuiste capaz. - estiró su mano queriendo tocarla. 
  - ¡Me tienes harta! - reaccionó más por los nervios que por la ira contenida en su ser.
De un veloz movimiento cortó los tendones de la mano izquierda de Kasumi, las gotas carmesí ensuciaron el piso y parecían pequeños rubíes de sangre bajo la luz de las velas, y mientras Electra se desplazaba hacia el otro extremo Kasumi no había reaccionado al dolor como esperaba. La vio vendarse la cortada con un pañuelo de un modo enfermizamente delicado. Su calma la puso más nerviosa. 
  - Escúchame bien, maldita loca. - apretó  los dientes con fuerza. - Solo porque hayas querido usarme como excusa para tener un fetiche con un cadáver que lleva en estado de momificación no sé cuantos años no significa que me conozcas, no sabes nada sobre mí, no eres nada mío. 
  - ¿Así que lo sabes? 
  - Dale gracias a tu diario. - con cuidado sacó el diario del escote bajo su camisa. - O mejor dicho, al dueño original de este diario.
  - ¿Cómo pudiste… ? - aunque pareció sorprendida se recompuso rápidamente. - Claro, no puedo esperar menos de ti, Suzuki.
  - ¿Quieres cerrar la boca? - le dijo impaciente. - Deja de fingir que sabes todo sobre mí.
Acercó el diario hacia las llamas de las velas, estaba decidida a quemarlo, pero la propuesta de Kasumi la desconcertó.
  - Ponme a prueba. - dijo con una sonrisa confiada. 
  - ¿Qué?
  - Preguntame lo que quieras, pero a cambio deberás dejar que me acerque.
  - Mejor lo quemo. - insistió en quemar la evidencia. 
  - ¿Y después qué harás? Le prenderán fuego a este lugar y después irán de regreso a tu querida aldea, la cual odias por cierto, no eras nadie allá. ¿Por qué no quedarte conmigo y ser alguien?
Le extendió su mano invitando a bajar su guardia.
  - No confías, eres como un animal atrapado en una trampa de caza con una pata rota. - prosiguió. - ¿Mejor no quieres quedarte conmigo y escuchar la historia de tu nacimiento, de tu verdadera familia y lo que el comité planea hacer contigo si pones un pie en la aldea otra vez? Conmigo no pasarás por más dolor ni penas, puedo hacerte feliz si me dejas.
  - Dios, cuánta mierda sale de tu boca. - resopló. - Soporte el rechazo de toda mi aldea, el desprecio de mi medio hermano y la infidelidad de mi progenitor me importa muy poco como para escuchar tus estupideces. Estás llena de tonterías… ¿Por qué aceptaría quedarme contigo? ¿Por qué tengo que considerar las palabras de quien ha intentado matar a Andrómeda? Si de algo estoy segura, es de que estás completamente enferma de la cabeza, todo lo del diario es una locura.
  - Aunque lo sepas aún no me rindo. - sentenció. - Entonces es por ella, te dejaste endulzar el oído por Andrómeda y por eso me rechazas.
  - No lo hagas ver como si fueras parte de mi entorno, es raro. - entrecerró los ojos.
  - Es lógico que creas que soy la mala del cuento, la villana solo porque te han contado una versión de la historia. - se paseó por toda la habitación. - Pero déjame hacerte una pregunta, entre el villano y el héroe de esa supuesta historia tuya ¿A quién elegirías? Quiero escucharte. 
  - Ya sabes mi respuesta.
  - Es porque te han enseñado a pensar con una única perspectiva. - negó con indulgencia. - Mientras el héroe te sacrificaría a ti para salvar al mundo, el villano lo daría todo, sacrificaría el mundo y el universo entero por ti. Yo… Soy ese villano. 
  - Estás tan errada. - susurró. - Porque tus deseos son egoístas. El héroe sería capaz de sacrificarse a sí mismo por el mundo entero y por mí, en eso se diferencia el villano del héroe.
  - Tu testarudez tan honesta me hace querer comerte, pero si lo hago te pierdo. - jugó con sus mechones rubios. - ¿Quién es el héroe para ti en esta historia?
   - No lo sé, todos somos piezas de ajedrez en este tablero.
  - De ser así, tú eres reina y yo rey. - dijo. - No te das cuenta lo muy especial que eres.
  - Especial. - murmuró con indiferencia. - Solo es un término con el cual disfrazas tus verdaderas intenciones, recuerda que leí el diario, ya sé de tus ideas. 
  - No quiero lastimarte ni usarte como los demás lo han hecho. - dio un paso al frente. - Quiero que te unas a mí, de esa forma nos vamos a posicionar a un nivel mucho más alto del que crees, podemos reinar juntas… Tú y yo, una nueva tierra donde los que son como nosotros nunca más vuelvan a ser objeto de burla, de desprecio u odio. ¿No estás cansada de ser el fenómeno? Porque yo sí.
  - ¡Creciste rodeada de gente igual a ti… Mientras yo me pudría entre un montón de mierda racista! - exclamó. - ¿En qué somos iguales? Dime. Yo pienso que en nada, te aprovechaste de esa supuesta magia negra para tus locuras, yo tuve que aprender cómo sobrevivir en este cuerpo. 
  - Pero no es solo un cuerpo. - la miró a los ojos. - Eres la reencarnación de Génesis, todos esos idiotas debieron de haber besado el suelo por donde caminaste. No te das cuenta, pero si de verdad aceptas, puedes ser absoluta y nada ni nadie te detendrá.
  - Solo soy un recipiente. - sonrió con amargura. - En caso de que verdaderamente puedas llevar a cabo un ritual espiritual o lo que sea… Solo soy el nuevo cuerpo porque el antiguo…
Señaló el cadáver momificado de Génesis.
  - No sirve, es solo un montón de huesos que debieron ser enterrados de forma honrada.
  - Te niegas a entender, pero quiero darle la justicia que Génesis jamás recibió. ¿O acaso viste en algún altar de tu querida aldea algún reconocimiento o estatua en su honor? Por supuesto que no. ¡Porque la borraron, quisieron deshacer toda su historia, pero no pudieron y que crean que de verdad lo hicieron es lo que de verdad me enferma!
  - Sé lo que pasó, y pienso que es una  heroína que mereció un final más feliz. - miró por el rabillo del ojo las páginas del diario. - También sé que estás en contra del poder político en el imperio, pero que quieras manipular y después intentar deshacerte de Andrómeda como si no valiera nada solo para vengarte de toda una especie que ni siquiera es consciente de lo que pasó hace más de cien años… ¡Es repulsivo! Al final eres igual a ellos, al rey Prometeo II, a esos soldados, incluso al comité de mi aldea… Solo usas a la gente y después las botas como si fueran basura. ¡Eres tan monstruosa como ellos!
  - Tus palabras me lastiman. - musitó sin dejar de mirarla. - ¿Por qué será que lo que dice tu boca me hace doler tanto? 
  - Enviaste a Akira a matarnos, mis amigos resultaron heridos de gravedad, drogaste a mi profesor y me drogaste a mí, eres la causa de todos nuestros males ¿Y tú eres la víctima? - el cuchillo en su mano vendada tembló sin que pudiera evitarlo. - Estás loca. 
  - Tu mano. - dijo. - Debe dolerte mucho. 
  - No cambies de tema. 
  - Puedo curar tu mano, puedo hacer que tu cuerpo sea más fuerte y más resistente, solo tienes que pedirlo y…
  - Llevar a cabo el ritual. Bla bla bla.  - la interrumpió. - Ya estoy decidida, aunque tenga que perder todo mi brazo derecho te mataré Kasumi. Lo haré. 
  - Las cosas no tienen porqué ser así. - avanzó otro paso.
  - Si sigues avanzando… Clavaré la hoja hasta donde llegue el mango en tu corazón. - amenazó.
  - Es gracioso. - sonrió de lado. - Veo que aún conservas ese cuchillo.
  - ¿Eh?
Sin borrar su sonrisa, se desplazó lentamente hacia ella con una mano detrás de la espalda. 
  - Todavía recuerdo que tras verte pelear con una fiereza y pasión propia de Génesis decidí que serías el complemento final de mi plan, eres la pieza faltante, la piedra angular de mi mundo ideal. - prosiguió. - Tú no te acuerdas de mí porque no me veía así, pero te ayude a escapar de la aldea aquel día especialmente soleado de cielo despejado, te di mi cuchillo y…
  - ¿Pero qué mierda? - la miró desconcertada.
  - Entiendo el shock. - ensanchó más su sonrisa. - Pero te lo dije, te conozco, siempre estuve contigo. Yo te vi crecer y convertirte en la mujer que eres. 
  - Pero… - se negó a creerlo. 
  - Electra. - volvió a avanzar. - Nunca fue casualidad el haber tenido el impulso de ir hacia las ruinas circulares de pronto.
Para la enfermiza ironía de Electra, sin poder evitarlo sonrió de forma cínica, casi incrédula al ver extender los brazos de Kasumi señalando el lugar.
  - Porque fui yo quien te dio la idea, siempre te he orientado aún cuando no sabías de mi existencia. 
  - No… No te acerques. - presionó su agarre en el cuchillo.
  - Está bien, no me tengas miedo. - estiró su mano hacia ella queriendo tocarla. - Serás muy feliz conmigo si te quedas.
  - No caeré en tus artimañas. - exclamó.
Rápidamente empuñó el cuchillo y dirigió el filo de la hoja en dirección a las venas de su brazo queriendo causar una profunda hemorragia, pero no contó con que Kasumi tuviera buenos reflejos para esquivar su ataque al mismo tiempo que sacaba la jeringa de detrás de su espalda con la intención de pinchar su hombro. Se vio acorralada, pero a la par con Kasumi cuando retuvo su mano portadora de la aguja mientras el frío sudor de su espalda se acentuaba por el miedo mientras su otra mano era retenida por el fuerte agarre de Kasumi. Estaban muy a la par, y eso la irritaba. 
  - No quiero pelear contra ti. - dijo con esfuerzo Kasumi.
  - Me ofende que quieras pararme con esa mierda. - escupió en su cara.
El disgusto en la expresión facial de Kasumi bastó para poder levantar una de sus rodillas con fuerza y arrebatarle el aire de la boca del estómago rápidamente. En cuanto su agarre sobre ella disminuyó considerablemente, movió hábilmente el cuchillo para dirigir la punta gruesa del mango hacia su cuello y golpearla allí con la fuerza suficiente para dejarla fuera de combate. Más tarde se arrepentiría de no haber podido apuñalarla hasta las vísceras. 
Para su desagrado, y gran desconcierto, Kasumi tenía fuerza en ambas manos, y su rápido manotazo consiguió arrebatarle el cuchillo que voló hasta la otra punta del cuarto. No se había dado cuenta, pero en ese momento sintió el cuarto bajo tierra muy claustrofóbico, casi sin pensar o mirar agarró una de las velas cuya cera derretida le quemó la piel y la untó rápidamente en la cara de Kasumi al mismo tiempo que ella le clavaba la aguja de aquella jeringa en el muslo. Contempló con pánico que aquella droga circulaba por su torrente sanguíneo al mismo tiempo que Kasumi se retorcía de dolor en el suelo. Respiró con dificultad mientras intentaba correr aún con la aguja incrustada en su pierna por el corredor hacia las escaleras. No había ansiado ver las estrellas y las nubes templadas del cielo nocturno con tanta intensidad como en ese momento, y la angustia de tropezar y subir las escaleras a gatas fue mucho peor mientras el monstruo imaginario de su mente la perseguía. Estaba huyendo, huyendo de un monstruo. 
Sus dedos arañaron la tierra seca con desesperación, fue mucho peor al sentir el agarre en su pierna como si la detuvieran, y en el peor de los casos, la arrastraban de nuevo a la oscuridad de aquella habitación. El efecto sedante de la droga entorpeció sus movimientos, y sentir el peso de Kasumi sobre ella fue una tortura. Al darse la vuelta la descubrió encima suyo, muy cerca, y con el filo de su propio cuchillo apuntando a su garganta. La sonrisa en su rostro junto con la epidermis de su piel enrojecida por las quemaduras fueron una demencial combinación.
  - Se te perdió esto. - se refería al cuchillo.
  - Déjame… Apártate. - intentó empujarla en vano. 
  - No permitiré que te vayas, quiero que seas mía. - dijo.
Con sus pensamientos fuera de control solo llegó a la temible conclusión de darle la señal a Andrómeda, tenía que hacerlo.
  - Entiende que puedo dartelo todo si te quedas. - prosiguió Kasumi.
A propósito movió el cuello para hacerse un corte no muy profundo en la piel, al ver la sangre Kasumi aflojo su peso sobre ella por la impresión, lo cual Electra aprovechó para hacer uso de sus limitadas fuerzas y ser ella quien estuviera arriba. Torpemente le dio un puñetazo que sirvió para despistarla.
Se arrastró casi a gatas lejos de ella, hizo lo posible por erguirse mientras la sensación de querer dormir para siempre la embargaban. No se calmó ni cuando sus dedos torpemente tocaron el tubo cilíndrico de la candela 1 en su bolsillo, y mientras su visión se ponía borrosa luchó consigo misma por mantenerse despierta y encontrar la mecha que encendería. Sus dedos torpemente, casi con fuerza nula, y después de errar varios intentos desesperados, consiguieron producir la humilde llama del encendedor metálico. 
Vio cómo la mecha se encendía y en cuestión de segundos la candela salió volando con dirección al firmamento en un destello de luz anaranjado. Se quemó la muñeca, pero no le dio importancia hasta sentir el peso de Kasumi sobre ella otra vez.
  - ¿Qué has hecho? - la interrogó mientras intentaba frenar el sangrado de su cuello.
Se rió con dificultad.
  - Llamé a los otros. - dijo mientras el cielo y todo lo que estuviera debajo de él era iluminado por una estela de color anaranjado, casi dorado, que cayó en forma de lluvia dandole vida al pueblo fantasma.
Aquel espectáculo pirotécnico se asemejaba a la intensidad de la luz del sol de modo que la noche y la oscuridad no existieron por breves instantes, desde lejos, a kilómetros de distancia por las colinas de las montañas la intensa iluminación fue como la llegada de un cometa. Intensa y mágica. 
Antes de que los últimos destellos desaparecieran, vagamente las pupilas de Electra se toparon con los ojos de Kasumi, encontró su brillo particular y le sorprendió en secreto verse reflejada en ellos. No pudo odiar más a Kasumi en ese momento, por ser iguales en su retorcido sentido sin humor o lamento. 
Cerró los ojos cayendo finalmente dormida. 

El despertar del alfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora