Capítulo 12

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Intentó por todos los medios concentrarse en aquel atardecer de cielo especialmente despejado de nubes para olvidar la sensibilidad de su muñeca. Por el rabillo del ojo podía ver la sangre de la herida traspasando el vendaje, no quería darle importancia a su mal presentimiento, al menos no de momento. Por el rabillo del ojo también vio la cabellera pelirroja de Andrómeda siendo agitada por el aire, pensó en lo lindo que era su pelo sin darse cuenta. 
  - Descansemos. - dijo después de sentarla con delicadeza en el piso. 
Sacó su cantimplora, la mano le tembló al querer sostenerla, tuvo que usar su otra mano. 
  - Electra. - volteó ante aquel dulce llamado.
  - ¿Quieres? - le preguntó creyendo que buscaba eso. 
  - No, estoy bien. - le sonrió. - Quería saber si tú estás bien.
  - ¿Yo? ¿Qué va? - se encogió de hombros. - Me encuentro de diez. 
  - Es que has estado tan seria y callada, pensé que algo malo pasó.
  - No, todo está bien. - le sonrió para tranquilizarla. - ¿Tú estás bien? No te duelen las heridas, ¿o sí?
  - Me arden un poco, pero descuida. ¿Tu mano cómo está?
  - Igual. - mintió. - No es la primera vez que me lastimó, así que no te preocupes por mí, mejor piensa en ti.
  - Yo… no pude evitar pensar en lo que me dijiste durante el viaje, tu historia…
  - Ah, sobre eso… - suspiró.
  - Has pasado por tanto desde muy joven, y tuviste el coraje para hacer lo que ningún otro pudo… me inspiras. 
  - ¿Qué? - la miró sorprendida.
  - De verdad, tú me das ánimos para confiar en mí misma y no rendirme. Ya viste como nos atacaron, admito que tuve miedo de morir en su momento, pero llegaste tú y me salvaste con una fortaleza y fuerza de voluntad que nunca había visto en otra persona… me estaba dando por vencida y tú viniste, me alentaste a seguir. 
  - Yo… no sé cómo tomarme esto. Literalmente me estás diciendo que mi triste historia de ser la niña marginada te ha servido de apoyo. 
  - Electra. - tomó su mano con fuerza sorprendido a la susodicha. - Tu historia no podrá tener el mejor comienzo de todos, pero ¿Qué importa? El pasado no define a nadie por completo, apenas es un pequeño empujón para lo que nos depara la vida. Te conozco hace tan poquito, pero sé que has hecho y harás cosas grandiosas sin importar las dificultades que se te pongan enfrente. Yo pienso que… ¡Eres increíble! 
Electra la miró anonadada mientras sus ojos se humedecían sin querer, había pasado tanto tiempo desde la última vez que había escuchado palabras tan dotadas de apoyo y fe que no supo cómo reaccionar ante la niña. 
  - Vas a… hacer que me sonroje. - desvió la mirada de sus ojos azules con una sonrisa. 
  - Si es la verdad. - rió. 
  - Está bien, ya subiste mi ego. - se puso en pie. - Tengo pensado una cosa, roja.
  - Te escucho.
  - Tenemos que ir juntas hacia esas dichosas ruinas. - soltó. 
  - Uh… ¿De verdad? - pareció emocionada.
  - Al principio creí que si entrenaba por mi cuenta podría estar lista para soportarlo todo y hacerlo sola, pero ese fue mi error, al igual que tú, necesito una compañera que pueda brindarme ayuda. Ya demostramos que juntas podemos más que por separado. 
  - Comienzo a pensar que en el fondo estamos compenetradas, estaba pensando exactamente lo mismo, pero tenía miedo de decírtelo.
  - ¿Por qué?
  - Pensé que dirías que no.
  - En cualquier otra circunstancia si, pero ahora… ambas somos dos extrañas en medio de la nada y nos hemos contado cosas que no se le pueden contar a cualquiera, eso es más que un gran comienzo. Tal vez sea verdad y esto no sea más que una señal. 
  - Pero ese sueño tuyo no te mostró nada sobre una amistad importante en tu viaje. - ladeó la cabeza hacia un costado.
  - No sé, como te dije, ese recuerdo está algo distorsionado, pasaron muchas cosas y me duele la cabeza de solo intentar recordarlo a la fuerza. - frunció los labios. - Al final tal vez fue un delirio por estar anémica, pero no me arrepiento de lo que hice. Haberme escapado fue la mejor decisión que pude tomar. 
  - No es para menos, querían encerrarte por una estupidez. 
  - Para ellos no fue una estupidez, insulté la memoria de la muerte con mi presencia… pero no me puede importar menos ¿Sabes? Los muertos terminaron por darme mejores respuestas de las que un vivo podría prometerme jamás.
  - Entonces… ¿Cuál es tu plan?
  - Primero, recuperar fuerzas en un lugar seguro. Después continuar y ver qué pasa. 
  - No podemos quedarnos mucho tiempo en un mismo lugar, Akira y su clan podrían…
  - Lo sé, también lo estuve pensando. - la interrumpió. - Pero sin importar lo que hagamos tarde o temprano nos van a encontrar, el olfato de un canino es muy eficiente para esquivar a la ligera.
  - Pero tú ya lo habías hecho antes.
  - Digamos que fue suerte, de todas formas no hay que confiarse.
  - ¿No le tienes miedo a la posibilidad de otro enfrentamiento?
  - No. - respondió naturalmente. - Desde que empecé a entrenar mi cuerpo y mente solo he tenido un objetivo claro, y es hincharme el pecho para enfrentarme a cualquier problema sin tener garantía del resultado final. 
  - ¿No te importa ganar o perder? - musitó ligeramente sonrojada.
  - Me gusta pensar en la idea de ganar, pero… se aprende más del fracaso, del éxito no tanto.
  - Esto no es un juego, es de vida o muerte. 
  - Lo sé muy bien, eso me quedó muy claro la noche anterior. - acarició su muñeca. - A la próxima no pienso dejarme vencer tan fácilmente, te voy a cuidar. 
  - Yo… puedo cuidar de mí misma.
  - De eso no tengo ninguna duda, pero mientras te recuperes yo seré quien dé la cara ¿De acuerdo?
  - Tú. - le regaló una sonrisa ladina. - Tienes una habilidad con la lengua, sabes qué palabras escoger para dar un buen discurso. Casi me siento manipulada. 
  - Me halagas. - miró el cielo. - Pronto va a oscurecer, deben ser las cinco de la tarde, no estoy muy segura.
Tomó otro sorbo de la cantimplora antes de colgarse la mochila por delante del pecho, se tronó los dedos antes de acercarse a Andrómeda y ponerse de cuclillas por delante de ella. 
  - Sube. - le dijo.
  - ¿Vas a aguantar? Tal vez sea demasiado pesada.
  - Tranquila. - le sonrió por sobre el hombro. - Eres perfecta, mi reina.
  - Nadie nunca me había llamado así antes. - escondió su rostro en el hombro de Electra mientras se recargaba en su espalda. - Excepto Kasumi.
  - Tsk. - chasqueó su lengua. - Entiendo si no te gusta.
  - No, no es eso. - se apresuró a responder. - Cuando tú lo haces es diferente, me gusta.
  - Bueno, entonces me siento con la libertad de llamarte así. - empezó a descender la colina mientras esquivaba matorrales y yuyos que acariciaban sus piernas al pasar. 
  - ¿Puedo preguntar algo, Electra?
  - Dime.
  - ¿Por qué decidiste llamarte de esa forma? 
  - Fácil. Literalmente estaba muerta esa vez en la cima del peñasco, de algún modo deje a Narumi en el pasado y al despertar me convertí en Electra. Realmente siento que tengo una luz propia que brilla con fulgor en ocasiones, y me alegra que así sea. 
  - Narumi. - murmuró su viejo nombre. - Electra… definitivamente me gusta tu nuevo nombre. Es perfecto.
  - Gracias. 
Continuaron recorriendo la tierra poblada de un pasto tan verde y de pinos tan altos por los alrededores en un silencio cómodo hasta que el sol terminó por desaparecer en el horizonte donde a los lejos podía verse las montañas rocosas, el paisaje frente a los ojos de Electra destacaba principalmente por la cabaña cuesta abajo, por su arquitectura le pareció que se trataba de una posada. Entre ella y el edificio solo se interponía una colina con dientes de león moviéndose suavemente por la brisa de la tarde. Por el peso en su hombro creyó que la pelirroja se encontraba dormida, avanzó dubitativa hacia la posada. Le llamó la atención encontrarse con aquella fonda en medio de la nada cuando se supone que el camino hacia las ruinas circulares se caracterizaban por su camino extenso y desierto de cualquier otra aldea o pueblo. 
  - Uh, espero que no me estés mintiendo. - pensó en voz alta a sabiendas de cuál era la respuesta.
  - ¿Electra? - sonó cansada la chica en su espalda. 
  - Creo que ya llegamos, tal vez podamos pasar aquí la noche.
Miró atenta la luz proveniente del interior de la casa, el estómago se le hizo un nudo de nostalgia, hace tiempo no veía algo tan sencillo pero significativo. Le fue difícil no comparar aquello con un hogar. 

El despertar del alfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora