Capítulo 40. Gracias

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El pelinegro besó el dorso de la mano del castaño.

—Tu eres mi sonrisa Jung-Kookie — recargó su cabeza en el hombro del menor — te amo — murmuro contra su piel.

El brazo del menor rodeó el cuerpo del mayor y lo acurrucó contra él. Mientras sonreía, se escuchó un suspiro lleno de <<gracias, por seguir amándome>>

—Gracias por esperarme todo este tiempo sole mio — beso el cabello de Hope —tú eres la razón por la que sonrió todos los días — al castaño se le erizo el cuerpo al escuchar aquellas palabras que solo había leído en una carta de despedida — no será fácil estar conmigo Hope, independientemente de mi carrera, soy un equilibrio entre lo dulce y salvaje, mi carácter puede abrumarte porque tú y yo somos polos opuestos y sabes lo celoso que soy, me gusta que lo mío sea muy mío; sé que no eres un objeto, no lo veas así, simplemente, no quiero que le des a nadie lo que me das a mí. Mantente exclusivo para mí. A cambio, yo seré completamente tuyo, mis ojos no verán a nadie como te ven a ti.

El mayor soltó una ligera carcajada, se separó del menor y acarició su mejilla.

—Cuando dije que te amo, me refiero a que amo todo de ti y si soy honesto — se acercó al oído del menor y susurró — mi amor por ti, disfrazó a lo que tú llamas "defectos" como virtudes. Me enamore de todas tus partes rotas.

El menor beso la punta de la nariz fina del mayor y ambos sonrieron. Al final, aunque jung-kook decidió irse a la derecha y Ho-Seok a la izquierda, sus caminos se unieron volviendo a encontrarse. Y, durante todo este gran trayecto, uno reforzó el amor que sentía y el otro entendió que siempre fue él, solo necesitaba un empujón de su pasado para vivir su futuro.

A lo lejos, se podía ver cómo la escritora miraba aquella escena, viendo a su querido Kookie siendo feliz, eso alegraba su alma.

Les regalo una última sonrisa y por supuesto, una última lágrima de despedida, aquel que fue el amor de su vida —estás donde siempre tuviste que estar— sujeto su bolso — Te amo.

Camino hacia la salida y decidió irse por las escaleras, no sabía cuánto tiempo más soportaría seguir haciéndose la fuerte. Su pecho es un mar de lágrimas que se estaba desbordando por los ojos. Los amigos del fotógrafo la vieron partir y antes de que pudiera hacerlo, le hicieron una reverencia de respeto; a lo cual ella al verlos, les correspondió de la misma manera.

Bajo corriendo las escaleras, derramando lágrimas por cada paso que daba; al girar por el pasillo, chocó con un hombre, haciendo que este tirara todas sus cosas al suelo.

—L-Lo siento, fue mi culpa — reunió las cosas del hombre — ¿se encuentre bien? — le entregó las cosas, haciendo contacto visual.

Aquel hombre alto, pelinegro y de labios carnosos, la observo de pies a cabeza, percatándose de sus ojos llorosos. Levantó un poco su gorra para poder verla mejor.

—¿usted se encuentra bien señorita? — la miró preocupado, trato de acercarse a ella, pero lo detuvo — lo siento, no quiero hacerle daño, pero ...

—Por favor tome sus cosas, debo irme — oculto su rostro con su cabello, mirando al suelo. Él hombre sujeto sus cosas. No se conocían, no había razón para sentir nada por el otro, aunque por alguna razón, el corazón de este hombre dolía al ver a la escritora en ese estado.

—No es bueno que se vaya en ese estado, quédese un momento más.

—¡Quiero irme! — exclamó.

El pelinegro se quitó la gorra y se la colocó a ella, haciendo que sus ojos no estuvieran a la vista del público — esto ayudará a que no llame la atención, por favor, regrese con cuidado.

SIEMPRE FUISTE TÚ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora