11. Trece de abril

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—¡apúrate Piper!— Los gritos de Francis se escuchaban por todo mi hogar, ya eran pasadas las dos de la tarde.

Me habia quedado dormida.

A duras penas pude bajar mi bolso por las escaleras; Los mellizos y Milton se encontraban sentados en mi mesa charlando animadamente con mi padre.

—¿nos vamos?— cuestione aun con los ojos a medio abrir por culpa del sueño.

—ahora es tu turno de esperarnos. No se si puedes apreciar que estamos en medio de una conversación.— comento Milton mientras agarraba uno de los panqueques que papá les había preparado.

Los miré incrédula a pesar de saber que no estaban bromeando. Rodé los ojos.

—¿al menos pueden abrirme el baúl del coche? Quiero meter el bolso.—

Milton levanto la mano que contenia las llaves del coche con torturosa lentitud y no fue hasta que se encontraba por encima de su cabeza que apretó el botón del seguro.

Ni en mi cumpleaños dejaban de molestarme.

—¿quieres ayuda con eso?— cuestiono Francis una vez me encontraba del otro lado de la puerta.

—¡Estoy bien!— grite. —¡perfectamente bien!

Aquel vehículo rosado me provocaba dolor de cabeza con solo divisarlo. Parecía quemar más que el mismísimo sol de lo chillón que resultaba ser.

No fue hasta que cerré el baúl con el bolso dentro que divisé a Sophia apoyada en la puerta trasera del coche.

Llevaba puestas unas crocs blancas, un short de Jean y un top amarillo a rayas que hacia juego con el tono de su cabello.

Yo me había limitado a vestirme con una camisa blanca overzise y unas gafas negras adornando mi cabeza.

Después de todo nos dirigíamos a la playa, lo menos que podíamos hacer era estar acorde a la situación.

—¿por qué esa cara larga? ¿Te arrepientes de pasar tu cumpleaños con nosotros?— Sophia me levanto una de sus cejas y casi al instante una sonrisa se asomo por mi boca. —todavía no es tarde para arrepentirte y quedarte en tu casa haciendo nada.

Imite su pose apoyándome de igual forma en la puerta del vehículo. Me limite a observar como la luz del sol rebotaba en sus ojos color oliva.

—tengo sueño, es todo. De seguro una vez agarremos ruta ya se me va.

—eso dalo por seguro. Me tomé el tiempo de armar una playlist con todas tus canciones favoritas así vas poniéndote a tono.— Sophia picoteo mi nariz con su dedo indice, no pude evitar reir. —también compre un par de snacks para que comamos mientras llegamos a nuestro destino, esta todo planeado.

Me mordí el interior de la mejilla. Sophia era el sol encarnado en persona. Si no fuera por las interrogativas que me habían impedido pegar un ojo en toda la noche de seguro ya me encontraba besándola.

Pase mi mano por su mejilla, acariciándola. Senti que era lo más cercano a un beso que podía entregarle en aquel momento.

¿Por qué no podía besarla y ya?

—ya ni se como haces para lograr volver perfectos todos mis cumpleaños.— conteste con franqueza.

Aquello era verdad, Sophia siempre de una forma u otra lograba volver mis cumpleaños completamente únicos. Le encantaba darle a mis días un poco de color en general y el día que decidí poner un pie en este mundo no era la excepción a la regla.

—supongo que me gusta hacerte sonreír.— y como si sus palabras fueran mágicas, Sonreí.

—deberias dedicarte a eso.

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