23. Una fogata en Antartida

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Solía tener muy buena memoria, el viajar entre recuerdos era uno de mis fuertes. Disfrutaba el concentrarme en cada uno de los detalles que sucedían a mi alrededor, el memorizarme cada estrella del cielo y contar cada grano de arena.

El poder de no olvidar podía ser considerado un don o la perdición misma, depende de como lo veas. Depende de cuantas heridas cuentes sobre tu corazón y de que tan profundas sean las líneas de expresión sobre tu rostro a la hora de sonreír.

Algunos atesorarian la memoria humana como lo más sagrado que tenemos, otros la verian como la cuchilla más filosa jamás creada por el hombre.

Recordar el primer día de clases se me volvia tarea sencilla, después de todo aquel fue el día en que la conocí a ella.

Marzo, mes que le da fin al exhaustivo verano del cual tantos adolescentes se encuentran eternamente enamorados. Mes donde las clases comienzan, donde una nueva razón para poner nuestros mundos de cabeza llega a nuestras vidas.

Desde ese mes me encuentro pies para arriba, desde ese día ella se había vuelto razón suficiente para levantarme cada mañana con tal de verla un par de horas.

Sin embargo, aunque ella fue el mar en donde desemboque, no fue la playa en donde la historia de nosotras comenzo.

El tocadiscos de mi habitación se encontraba girando, Jeffrey bailaba alrededor de la habitación al ritmo de "good old fashioned lover boy" mítica canción de Queen; o algo así decía él cada vez que la escuchaba con un cigarro entre sus labios.

Mientras tanto, yo aprovechaba para leer desde la comodidad de mi cama.

Mis padres no se encontraban en casa, estaban demasiado ocupados trabajando como para si quiera pasarse a saludar y yo ya me encontraba lo suficientemente mayor como para comprender que su tiempo valia dinero. Al menos eso era lo que me habían inculcado desde los doce años, la primera vez que pasé más de una semana distanciada de ellos.

Eran aproximadamente las dos de la madrugada y en un par de horas tenía que alistarme para ir al nuevo colegio en el que había sido inscrita. Con un poco de suerte, aquel me iba a durar un poco más que el anterior.

—Deja de leer eso, ven. ¡vamos a bailar!

Observe al moreno de reojo.

—no puedo en este momento, estoy en medio de algo importante.— señale el cómic que se encontraba entre mis manos. —además, yo no bailo.

—¿y eso que más da? Bailar con la persona que te gusta es sexy.

—leer también lo es.

—leer a Edgar Allan Poe lo es, un comic de spiderman no me resulta lo mas atractivo del mundo.

Levante una ceja, incrédula.

—¿y tu como sabes quien es Poe?

El moreno se arrojo sobre la cama, rendido ante la idea de sacarme a bailar.

—una chica con la que salía me recitaba sus poemas.

—adorable.—murmuré, sin alejar mi mirada de las viñetas.

—"adorable" no es la palabra que yo utilizaría.— cruzo ambos brazos por atrás de su cabeza, permitiendole usar sus bíceps como almohadas. —estaba loca.

—¿no preferirías el término "enamorada"?

—aparte de "enamorada" estaba loca.

Trate de ignorar su comentario como ya se me había vuelto costumbre hacer cada vez que algo que salía de su boca no me cuadraba.

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