28. Pellízcame

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—¿segura que el autobús pasa cada media hora? Ya son más de las seis, Piper.

Llevábamos más de cuarenta minutos esperando el autobús bajo el techo de una pequeña parada que yacía a unas calles de nuestro barrio.

No solía andar en autobús por lo que opté por dejarme guiar bajo los sabios consejos de Ozzy; "La línea "c" pasa por allí los sábados cada treinta minutos hasta las diez, es el que uso para venir hasta aquí." Me explico el vagabundo mientras bebía un sorbo de su café.

—deberán estar demorados.— intenté calmar a la rubia que no dejaba de dar vueltas sobre su lugar.

—te dije que pagáramos un Uber.

—¿en qué fuiste tú la vez pasada?

Sus hombros se encogieron, restándole importancia.

—Milton me acercó a la zona. Le dije que tenía que comprar algo por allí.

—¿qué comprarías tú por allí? ¿Drogas?— me burlé.

—le dije que había una tienda de sahumerios que cobraba los palos santos a mitad de precio.

—¿te creyó?

—probablemente no.

Una sonrisa divertida apareció en su rostro y yo no pude evitar reírme al ver su nariz arrugarse con picardía.

El autobús llegó y nos subimos a él. No había tanta gente dentro, por lo que optamos por sentarnos en uno de los últimos asientos; Sophia me ganó la ventanilla.

Teníamos media hora de viaje, Sophia se colocó uno de sus auriculares, la observé con detenimiento.

—¿qué sucede?— me pregunta al sentir mi mirada penetrando sobre su piel.

—me olvide mis auriculares.— confesé con pena. —podríamos...

—no.— se adelantó a mi respuesta. —si compartimos música me preocuparé por qué canciones poner y cuáles no, sobre pensaré y terminaré pensando más en lo que tú quieres oír que en mi propias preferencias.

—¡no molestaré! ¡Lo juro! Escucharé lo que tú quieras.

—¿lo que yo quiera?

Asentí.

—ajá.

—¿aunque te parezca una puta mierda?

—aunque sea un asmr de papas fritas.

Mis ojos se iluminaron como dos faroles al ver como me ofrecía el otro auricular, le sonreí en agradecimiento mientras lo llevaba hasta mi oído.

—bien, hoy seré tu dj.

Reposé mi cabeza en el asiento y observé como Sophia desviaba la vista hacia la ventanilla al escuchar la voz de Alex Turner erizándole la piel.

Divague por mi mente al compás de "Arabella".

—esa canción me gusta.

—lo sé.— murmuró.

Nos bajamos a un par de calles de la ubicación exacta, caminamos hasta allí con pasos mas cortos de lo habitual; estábamos nerviosas.

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