12. Tempestad

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—¿crees que con tres de estos bastará?

Subí la mirada hasta las manos de Milton, que sostenía tres paquetes de papas fritas más grandes que su cabeza.

—claro que no. El setenta por ciento de esas bolsas está reyeno con aire. Llevemos cuatro.

Cuatro bolsas de color amarillo cayeron en el carrito que estaba maniobrando por el pasillo de snacks.

Hoy era noche de juegos en la casa de los Brown. Con Milton nos habíamos ofrecido como voluntarios para ir en busca de las provisiones al mercadillo de Juani.

Una vez al mes organizabamos una noche de juegos, una vez al mes nos llenabamos las bocas de porquerías y le sacábamos el polvo a la consola de Francis.

A mi parecer, aquellos planes eran mucho mejores que romperte la cabeza en fiestas y terminar quebrando en brazos de algún desconocido.

—¿Que opinas de eso?— Milton me señaló una bolsa con ositos de gomita. —a Francis les encantan.

Asentí, metiendo un par en el carro. -¿crees que nos hayamos pasado del presupuesto?-

Milton miro el carro, expectante.

—¿tu crees?— retruco el castaño mientras observaba la pila de comida basura que habíamos agarrado minutos atrás. —lo siento, es que las compras me emocionan.

Rodé los ojos y nos dirigimos a la caja, listos para pagar aquella avalancha que nosotros mismos habíamos creado.

No fue hasta que nos encontramos afuera, con el ticket entre manos que nos miramos atónitos.

—¡te dije que con tres paquetes de papas fritas era suficiente!— me reprocho Milton mientras nos dirigíamos al coche.

—¡tu fuiste el que no dejaba de agarrar cosas!

—¡¿piensas echarme la culpa a mi?!— Milton se llevó una mano al pecho.

Me gire sobre mi propio eje. Mirando hacia todas las direcciones posibles.

—no es como si se encontrara alguien más aquí. ¿Sabes?

Guardamos las bolsas de compra en el baúl y nos adentramos en el coche.

El volumen de la música era bajo, funcionaba como ambientador. Milton era de las personas que no les gustaba el ruido, el amontonamiento de personas o verse obligado a salir de su zona de confort.

Era la clase de chico que te encontrarías en una fiesta sentado en el suelo, bebiendo solo y disfrutando de ser espectador.

No conocía a muchos chicos así, era el único chico que conocía con esa particular forma de divertirse, de hecho.

Supongo que no habian tantos Milton en el mundo. Supongo que sólo existía uno y era el que tenía conduciendo al lado mío esperando con paciencia que las luces de los semáforos se pusieran verdes.

El celular de Milton sonó. Una notificación apareció en su pantalla de bloqueo.

—¿quien te habla a estas horas?— pregunte, con diversión en mi voz.

Milton no bajo la vista hasta su celular, mantenía la mirada en frente. Una sonrisa se asomo por las comisuras de sus labios.

—averiguemoslo. Léeme el nombre.-

Sujete su celular entre mis manos. La foto de una plantita adornaba su fondo de bloqueo.

Me fui directo al panel de notificaciones.

Cereal loversDonde viven las historias. Descúbrelo ahora