Capítulo 24

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Capítulo 24



Comprobé que ponerme bonita para ellos significaba que me pusiera ropa diferente a mi usual ropa negra de deportes. Además de que por supuesto, me obligaron a llevar maquillaje, un cargado maquillaje para que pudiera "ocultar" mi verdadera apariencia. Sí, la ocultaba bastante bien. Pero yo lo odiaba. No era de esas chicas de usar kilos y kilos de maquillaje. Pero ahí estaba yo, siendo torturada por múltiples cosas de maquillaje, desde un sinfín de brochas "distintas" -que para mí bien podría servir simplemente una para todo-, hasta base, cerrador de base, polvos traslúcidos... y la lista seguía y seguía.

Para cuando Katy había terminado conmigo yo ya no sentía que mi cara fuera mía. Austin había conseguido permiso de alguna extraña forma, para que pudiera ir a pasear con Jordan, le pedí que se detuvieran unos cuantos segundos en el bosque a que Jordan pudiera cazar, no parecía estar del todo de acuerdo acerca de romper las reglas que la familia de Katy había puesto, pero si no quería que su mejor amigo matara a alguien, darle un conejito era mejor que eso, así que no discutió más.

—Bien, estás lista —me dijo Katy mientras me hacía girar en la silla de su habitación.

Comprobé no con total agrado que Katy podía llegar a ser bastante femenina, incluso más de lo que Samanta lo era. A ella le había encantado la idea de maquillarme y me sorprendió con sus cientos y cientos de objetos punzantes de tortura... digo, para maquillaje.

Me mire una vez más en el espejo de cuerpo completo y juro, que casi grito. Mi cara al menos expresaba mi terror, aquella no era yo, en absoluto Sus largas piernas estaban adornadas con un par de medias obscuras, un short de mezclilla de talle alto que me cubría los muslos y digo que cubría los muslos porque apenas y lo hacía, un centímetro menos y... sí, aquello hubiera sido desastroso. Una ombliguera roja de manga larga cubría mis senos. Y para finalizar, botines negros de tacón alto cubrían mis pies. Al menos esas cosas no eran tan femeninas porque si no... no podía caminar bien sin embargo, pero no tenían tacón de aguja y eso era mucho.

Reed apareció en la entrada de la habitación y Katy bufó. Miré hacia allí. Su hermano parecía estar a punto de ir a una guerra o a un concierto de rock. Pantalones cargo negros, playera gris sin estampados, chamarra de cuero negra, botas de trabajo negras. Incluso su cabello negro estaba todo despeinado sobre su cabeza.

—¿De qué te disfrazaste tú? —Se veía bien de hecho. Pero estaba enojada con él por el beso en el recibidor.

Él me dio una sonrisa de lado mientras cruzaba sus brazos y me hacía un gesto hacia afuera. —Keylan quiere que nos pongamos en marcha.

¿Qué nos pongamos? ¿Quiénes? ¿Él y yo? Supongo que mi cara debió delatar que no entendía nada porque camino hacia mí, me cogió de la mano sin inmutarse siquiera –aunque el calor corrió por mi mano, donde él me tenía sujetada- y me sacó fuera de allí, sin importarle en absoluto que Katy le estaba gritando que me soltara porque no había terminado conmigo, al parecer todavía tenía que peinarme el pelo con su extraña plancha zigzag. No gracias, yo ya no quería nada más. Así que antes de salir por completo de su habitación, tome una liga para cabello y me la metí en la bolsa del short.

Afuera y en la primera planta Keylan estaba parado cerca de las escaleras, no dijo nada cuando nos vio aparecer a Reed y a mí tomados de las manos pero su gesto no me paso desapercibido, no le agradaba la idea de que su hijo me tocara.

—Cuando dije nos, me refería a ti y a mí. Aunque sé que podrías patearle el trasero a muchos vampiros, no va a hacer mucha diferencia, ellos son cientos y tú serás sola una. Así que le pedí a Keylan que me dejara ir contigo —susurró Reed rápidamente mientras terminábamos por bajar las escaleras.

Luna plateadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora