Nos movemos al tempo de la música, y entrelaza sus dedos con los míos para girarme sobre las puntas de los pies.
-Me decías que parecía una bailarina de cristal -susurro- Y ahora entiendo el cruel sentido de éso.
Él se mantiene callado, con su brazo enredado en mi cintura, como la hiedra.
«Me rompo fácil» es mi corta explicación «Siempre estuviste tratando de advertirme de maneras sutiles que parecían románticas, dulces».
-No es así -sisea.
Intento alejarme de su pecho, de su ser por completo, pero me retiene con su inevitable magnetismo.
-Fui una tonta, una tonta al pensar que me amarías para siempre.
Veo gotas pendiendo de mis pestañas. Hora de irme. Él no me verá llorar.
«Dime una cosa, ¿Entrabas a hurtadillas en mi habitación cada noche?»
Comienza una nueva pieza orquestal que demanda a nuestros cuerpos a colocarse más pegados por el torso.
-Creía que ese tema ya estaba terminado -responde.
-¿Entonces me dijiste que me amabas? ¿Me besabas mientras dormía?
Él mantiene su mentón alto y fuerte, pero la sombra de una emoción que definitivamente no puedo explicar, cruza su semblante.
«¿Por qué no contestas?»
-¿De qué serviría? Tú ya tienes tus conclusiones hechas.
Mi barbilla tiembla con tristeza- Perdóname. Fui tan tonta que pensé...
-¿Que intentaría detenerte? -completa con una sonrisa burlona.
Me zafo de su complicado agarre y me aparto hacia atrás como si quemara.
-¡Basta! ¡No me tortures más ya, Edward!
Me atrapa los costados del rostro entre sus manos y se aproxima tanto, que pienso que va a besarme.
-¿Qué quieres? ¿Qué quieres, Isabella?-Farfulla con los ojos apretados.
Hiperventilo antes de permitirme ser tonta y enamorada un minuto más.
-A ti. Te quiero a ti.
Él chasquea sus dedos- Consideralo hecho.
-Me estás dando por mi lado. No más, por favor. Me haces daño -doblo los brazos frente a mí para crear un escudo entre él y yo.
-¿Qué va mal ahora, Isabella? Estoy haciendo lo que has dicho.
-Sólo te estás burlando -digo.
-Sólo te estoy pidiendo lo que quieres.
-¿Qué?
Dibuja círculos en mis mejillas. Su tacto es tibio y suave.
-No te vayas. No lo hagas -murmura en mi oído, y mi cuerpo entero sufre un escalofrío.
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You Can Be The Boss
FanfictionBella tiene 16 años y posee, indudablemente, todo lo que una chica de su edad podría desear. ¿El problema? Está casada con el exitoso empresario de 35 años, Edward Cullen, quien cada día es más cruel.