Epicentro

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Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la historia es mía.

AVISO: Aclaro que en este capítulo hablo sobre temas de genética y enfermedades varias. A pesar de la profunda investigación que realicé, no soy una experta en el tema. Solo soy una aficionada.

GRACIAS POR ESPERAR.

Capítulo 27: Epicentro.

Bella's POV.

Cuando era niña y estaba en el orfanato, solía apresurarme a tender mi cama y colocarme el uniforme, para así, salir cuanto antes de mi pieza y correr hacia los jardines, en donde podía tomar el sol de las primeras horas del día.

Aquél calor tierno era de los únicos abrazos que poseía, así éste no fuera dado por otra persona. Ver el sol despuntando tras las altas torres del convento me hacía sonreír, quizá porque me recordaba que no todo era tan oscuro como parecía.

Desde entonces, los amaneceres son de mis cosas favoritas en el mundo. Los simples placeres que la vida nos ofrece muchas veces no son valorados por todos nosotros, más preocupados por conseguir aquello que no tenemos que por contemplar lo que se aparece frente a nuestros ojos.

Con este pensamiento, contemplo el Oriente que revela los colores rosáceos del alba. Sonrío contra mi taza de té y miro hacia atrás sobre mi hombro.

Edward está tumbado boca abajo, profundamente dormido.

Cierro los ojos y digo un "gracias" para mis adentros. Agradezco cada minuto que él y yo hayamos sido lo suficientemente fuertes para atravesar todo lo que hemos atravesado y para perdonar todo lo que hemos perdonado.

Respiro profundo. El aroma de café recién hecho y mantequilla viaja desde el caffé ubicado en la esquina de la calle hasta mis fosas nasales.

Unos brazos se envuelven en mi cintura, el mentón de Edward se apoya en el hueco de mi cuello. La sensación me recuerda al sol contra mi piel. El mismo reconforte que necesitaba cada día que pasaba junto a las monjas.

— ¿Qué es lo que miras con tanta pasión, aura? —inquiere, su voz erizando los vellos de mi piel.

—El amanecer..., Italia..., la gente... Es todo tan bonito.

Él libera un suspiro.

—Lo que yo daría por volver a tener tus ojos.

Sé a lo que se refiere, o al menos eso creo. Supongo que mientras creces y te haces mayor, el don de ver todo lo bueno de las cosas se va agotando. Sonrío mientras me doy la vuelta entre sus brazos y observo su rostro.

—Te regalo los míos, baby. Tómalos.

Besa mi nariz.

—Lucen más bellos en ti, aura. ¿Por qué no vamos con Victoria a desayunar a algún lugar, eh? Creo que sería bueno despejarnos un poco antes de ir a... al laboratorio.

Veo como una capa oscura tiñe su rostro de abatimiento y enojo.

—Sabes que todo va a estar bien, ¿verdad? —me estiro para colocar la taza sobre el carrito de servicio—. No pienses demasiado en ello.

Él asiente, dándome una tregua, aunque sé que dentro de su mente sigue librando una batalla. Su madurez lo obliga a ver el otro lado de la luna siempre. Sé que piensa que el tratamiento puede no funcionar.

Mientras Edward revisa los correos en la laptop y bebe café, me doy una ducha con champú de lavanda para relajarme. Aunque no lo demuestre, yo también estoy asustada. No sé exactamente qué es lo que conlleva el tratamiento, si será doloroso o largo, si es totalmente efectivo o si es peligroso.

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⏰ Última actualización: Nov 07, 2016 ⏰

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