Parentescos

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Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la historia es mía.

Capítulo 26: Parentescos.

Bella's POV.

William de Arnau no regresa la llamada después de los dos días acordados.

Obviamente, estoy preocupada. Ahora que sé que tengo la enfermedad necesito recibir ese tratamiento cuanto antes.

El verano terminó y debo regresar a la escuela, el problema es que no puedo moverme de Italia por ahora. Edward está solucionando eso mientras está sentado en el sofá en el medio de la habitación haciendo una llamada al colegio. Hace una donación por unos cuantos miles de dólares para que la directora, Olga Urber, acepte mi ausencia por unas cuantas semanas.

Es pasada la media noche, la ventana del nuevo hotel en el que estamos hospedados -por insistencia de Edward- está abierta y el aire fresco me hace arroparme con mis propios brazos.

Edward cuelga y yo me quedo de pie observándolo por un momento breve, luego voy a sentarme en su regazo y él descansa sus manos a los lados de mi cintura.

-¿Qué es, aura?

-Nada -agito la cabeza-. Gracias. Por todo... tú sabes, no podría poner todo bajo control yo sola.

-Hum ,-suspira-, todas las personas que hemos estado en tu vida te hemos obligado a crecer demasiado rápido. Al principio tu madre dejándote en ese orfanato y tú, una tierna niña, teniendo que hacerse independiente antes de lo debido. Luego yo... haciéndote mi esposa. Esto es pan comido para ti, nena. Podrías manejarlo, sin duda.

Frunzo los labios-. ¿Te arrepientes de haberte casado conmigo?

Él solo agita la cabeza con los ojos cerrados-. Nunca, Isabella. Pero si tuviera la oportunidad de nuevo, haría las cosas diferentes... por ti.

¿A caso eso no es arrepentimiento? Sus palabras son un golpe directo a mi corazón y no puedo evitar el jadeo de tristeza y dolor que torpemente trato de disimular.

Me levanto de sus piernas con una sonrisa tensa y me encierro en el baño.

Apoyo las manos en los bordes del lavabo y me miro al espejo, haciendo un puchero de lástima dirigido a mí misma.

Sé que no debería estar así de molesta, en primer lugar porque he sido yo quien hizo la pregunta y en segundo porque él fue honesto conmigo. ¿No es eso lo que yo quiero? ¿Que no nos guardemos secretos?

Quince minutos después, salgo del servicio con el rostro lavado, el pelo trenzado hacia atrás y los dientes cepillados. Edward está extendido en la cama sobre las sábanas, apoyado contra el cabezal. Está revisando su correo en el celular.

Sin decir palabra, quito la colcha de mi lado y acomodo mi almohada. Edward me mira levantando una ceja.

-¿Qué haces?

-¿No es obvio? -respondo hosca-. Tengo sueño.

-¿No bajaremos a cenar con Victoria?

-Pide disculpas de mi parte, ella sabrá entender -murmuro, fingiendo un bostezo-. Apaga la luz cuando te vayas.

No puedo ver su rostro, pero sé que está indignado.

-¿Me estás echando?

Agito la cabeza negativamente y tiro de la cobija hasta cubrir mi barbilla. Cierro los ojos e intento contener las lágrimas. Diablos. No puedo solo dejarlo pasar, ¿será que estoy hormonal?

You Can Be The BossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora