EMN

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Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la historia es mía.

Decidí escribir este capítulo, ya que solo actualicé dos veces la semana pasada.

A leer.

Capítulo 25: EMN.

Bella's POV.

Dijo que yo también padezco de lo mismo. Es genético. Si acepto el tratamiento también estaría ayudándome a mí misma.

«La enfermedad es degenerativa y mortal, creo».

Edward se queda a mitad de un bocado, pues de pronto todos sus movimientos se detienen. Incluso las puntas de sus dedos se congelan sobre la copa y su tenedor queda suspendido a centímetros de su plato.

Yo también dejo de moverme, temerosa de su reacción. Desearía poder averiguar lo que está pensando.

«Di algo, –agrego–, no me mires así».

Él aleja su vista, situándola en algún punto en el suelo. Entonces continúa masticando y traga pesadamente, da un sorbo al vino y deja caer el cubierto en el plato.

–No –dice simplemente, pero suena más bien como si estuviera advirtiéndome algo; como si estuviera enfadado conmigo.

–¿No qué?

–No puedes estar enferma.

Una sonrisa suave se forma lentamente en mi rostro y tomo su mano.

–Edward, está bien. No hay por qué ser pesimistas.

Su mirada regresa y se encuentra con la mía, su rostro en completa confusión.

–Vas a hacerte exámenes. Todos los que sean necesarios.

–Pensaba hacerlos de todas maneras.

–¿Y qué pasará si la tienes? ¿Se puede... maldición... se quita?

–Según William, sí. Es dueño de una farmacéutica y ha encontrado la cura.

–Así que por eso te buscó...

–¿Por qué nunca te preocupaste por investigar en manos de quién me estabas dejando? –inquiero dolida.

–Lo hice, pero la información que encontré era muy escasa. Había un Isaac Casaus en España y otro más en Rusia, ambos empresarios, ambos poderosos... Estaba aterrorizado, Bella. No pensé mucho las cosas, solo actué.

No puedo hacer más que asentir. Podría mentirle y decir que está bien, que no importa; pero la verdad es que me cuesta trabajo pensar en su actitud tan egoísta. Además, hemos hablado hoy e hicimos bastantes confesiones, no quiero arruinarlo con mis pataletas.

–¿Te ha gustado tu filete? –señalo su plato para dar el tema por terminado.

–¿Estás asustada?

Suspiro. Vaya. Él sí lo está.

–No. Supongo que porque sé que hay un tratamiento. Sigamos comiendo, olvídalo ya. Tenía que decírtelo, tú confiaste mucho en mí hoy.

Agita la cabeza y creo que va a decir algo más, pero solo se queda en silencio y no vuelve a comer. El resto de la velada se convierte en una incómoda noche.

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Regresamos al hotel. Edward me toma la mano sin preguntar y da zancadas largas que apenas puedo igualar. Desearía no haberle dicho lo de William.

You Can Be The BossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora