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Isa

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Isa...

Estaba firmando los papeles para retirarme a casa, mi doctor y la enfermera me miran con una gran sonrisa en sus labios. Mi madre y mi hermano están ahí, mamá llora de emoción y Charlie me miraba con sus ojos grises iluminados.

-Es todo, eres una vencedora- el doctor Miller tocó mi hombro.

Habían sido cuatro años duros luchando contra el cáncer, por momentos me quise rendir, pero simplemente no podía dejar sola a mi familia, papá se había marchado cuando yo tenía solo 6 años y mi adorada madre no se recuperaba de eso.

Al salir de mi habitación, ojeé por última vez su interior, y el número que tenía en la puerta con unas mariposas, recordé cuando las había pegado el día que llegué al hospital, cuando todo comenzó.

Íbamos caminando por el pasillo del área de oncología, mientras observaba todo por última vez, desde una de las habitaciones pude ver una figura asomando, mi gran amigo.

Austin sonrió y se acercó a mí.

-¿Ya te vas abejita?-

-Si, todo salió bien- mis ojos se llenaron de lágrimas viendo al que estuvo en los momentos más difíciles.

-Estoy muy orgulloso de ti- su aroma invadió mis fosas nasales -Ahora eres libre abejita-

-Tu también lo serás- quería que él mejore -y te esperaré fuera con un pack de cervezas de esas que te gustan-

La vibración que producía su pecho al reírse me hacía sentir bien -Pronto, pronto nos veremos de nuevo- sentí su pulgar recorrer mi mejilla -Vamos, debes tocar esa campana-

Asentí y junto a él me posicioné al lado del objeto brillante, la cuerda colgaba y mis manos sudaban más de lo normal, todo el personal del área estaba allí, lo que iba a hacer era una tradición cada que alguien se recuperaba de la enfermedad.

-Hazlo abejita- me susurró, para después alejarse un poco.

Elevé mi mano, y sujeté el cordón, agitándolo y logrando que este produjera ese sonido, con el que había soñado tantas veces en estos años.

-FELICITACIONES- gritaron todos al unísono y mi familia vino a abrazarme de nuevo.

-Mami- me escondí en su cuello -lo logré mami- sus brazos me sostenían, como si de algo que preciado se tratara.

-Si mi niña, lo has conseguido. Como la mujer fuerte y decidida que eres-

-Estoy jodidamente orgulloso de ti piojo- mi hermano dejó un beso en la coronilla. Podía ver como sus ojos estaban cristalizados pero se obligaba a ser fuerte por nosotras, como tantas veces lo había hecho anteriormente.

Nos despedimos de todos, y bajamos a la primera planta. Donde las chicas de la recepción me dieron un pequeño ramo de flores. En el pasado, algunos días me iba a ese lugar para estar con ellas, siempre me hacían sentir mejor y hasta las ayudaba si se encontraban con mucho trabajo.

Al Filo del Abismo 💎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora