IV. La vida en Himalia

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Lunes 05 de septiembre 1932

Edward

Acabo de llegar a Amaltea, hace 4 años me fui a la ciudad de Himalia, está igual a como lo recuerdo, voy directamente al taller de mi padre a saludarlo.

—Hola, a todos —saludé en voz alta y todos en el lugar me voltearon a ver, mi padre está al fondo con unas cajas, las soltó y se acercó casi corriendo a la puerta.

—¡Hijo! Que alegría tenerte aquí, ¿Qué tal el viaje, ya almorzaste? Vamos a arriba y descansas —dice mientras me abraza, le doy uno fuerte de vuelta realmente lo extrañaba.

Subimos a la siguiente planta, Wayne sirvió comida para ambos, me conto las cosas que están pasando en el pueblo, varias pequeñas empresas que se han cerrado, la nueva fábrica de medicamentos que consumió todos los negocios locales, la corrupción que existe con la alcaldía y la estación de policía, el ofrecimiento que hace años le están haciendo de la fábrica de textiles entre otras cosas.

No pensé que en 4 años sucedieran tantas cosas, cuando me fui a Himalia, a la universidad tenía solo 17 casi 18 años, mi madre murió poco antes de irme y mi padre me impulso para que me fuera insistiendo que debo cumplir mis sueños, le conté todo lo que viví en la ciudad incluso lo de la chica que rompió mi corazón.

Cuando llegue a Himalia todo fue un choque, todo es diferente, el clima, las personas, todo es un constante caos funcionando, no conocía a nadie, llegue a una residencia estudiantil gracias a la beca, todo era divertido e interesante, no tenía mucho tiempo libre, la universidad me consumía la mayoría del tiempo, gracias a que mi padre me enviaba el dinero que podía no tuve que conseguir un trabajo con urgencia.

La mayoría eran chicos y una que otra chica en distintas carreras, es diferente cómo se comportan las mujeres en la ciudad en comparación con el pueblo, supe de muchas historias, escuche que muchas huyeron o las sacaron de sus casas, al llegar a la ciudad empezaron a trabajar en lo que podían, pienso que la mayoría de veces es más complicado para ellas lograr sus sueños, además que muchos no confían en sus capacidades.

Hubo una chica que vivía en la misma residencia en la universidad, ella trabajaba como mesera en una cafetería, me parecía linda pero nunca fui tan valiente para acercarme a ella, el día que me decidí fui a comprar un café donde trabajaba y le pregunte su nombre, era Rachel.

Ella estudiaba licenciatura en ciencias, no tenía una beca, un tío la apoyo económicamente para estudiar ya que era maestro; pero el resto ella tuvo que buscarlo trabajando, era agradable y de cerca se veía aún más linda, empecé a frecuentar el café, ambos teníamos 19 años en ese momento, nos empezamos a conocer éramos solo amigos, yo no fui valiente para dar un paso más.

Un viernes salimos a un bar con varios compañeros de la universidad, ellos eran expertos con las chicas, yo jamás tuve una novia, en la escuela de Amaltea no habían muchas y siempre he sido demasiado tímido, ese día tomamos mucha cerveza, sobra decir que tampoco sabía controlar el alcohol.

Rachel estuvo conmigo todo el tiempo, cuando llegaron las dos de la madrugada ya no tenía ningún sentido activado, me llevó a su casa, en las residencias, no sé cómo hizo para llevarme allí, me dejo en el sofá y me dio un café, en un rato eso logro bajarme un poco el alcohol, cuando estuve un poco más consciente me morí de vergüenza, pero ella insistió en que era divertido, que decía muchas tonterías que la hacían reír.

Se sentó a mi lado en el sofá y me beso, claro, ella fue la que tomo la iniciativa, también estaba un poco borracha así que solo la seguí, había besado chicas antes pero nada más allá de eso.

AMALTEA - Eddie Munson |  [1ra 𝑬𝒅𝒊𝒄𝒊ó𝒏]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora