V. El plan

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Eddie

Llegamos casi a media noche a casa, no puedo sacarme a Gill de la cabeza, solo la vi subirse al auto con sus padres, tengo la sensación de que ella no es completamente feliz, lo más probable es que su padre ya haya escogido cual hijo de sus socios tendrá la fortuna de casarse con ella.

Solo la vi hoy, hablamos solo unos minutos y se está robando toda mi atención, no sé si volveré a verla, tengo que tratar cosas con su padre, sería muy raro que le pregunte por ella, creo que me estoy volviendo loco

Mi vista está pegada al techo, la luz de la luna se cola por los espacios de la ventana, no puedo dejar de pensar en ella, en su cara y sus gestos, tiene la sonrisa más hermosa que he visto, fue adorable su timidez pero a la misma vez la desfachatez cuando dice cosas con sarcasmo y se burla de sí misma, siento que pude conocerla un poco, con solo una vez de haberla visto, sus labios perfectos, cuando miraba a su cara no podía evitar posar mis ojos en ellos, ame como me miraba atenta, directo a los ojos, como si intentara descifrar algo en mí, quiero volver a verla, quisiera salvarla y no sé de qué exactamente.

Gill

Mi padre está totalmente emocionado por la invitación del Sr. Bennett.

—Giselle, tienes que comportarte muy bien en casa de Chris, ¿hablaste con Marcos en la fábrica? —pregunta mi padre, en la sala esperamos a que mi madre traiga café de la cocina

–¿Por qué Marcos? Es muy viejo tiene 27 años —respondí de vuelta frunciendo mis cejas.

—Porque es su hijo mayor y esta soltero, no quiero discutir contigo, es lo que tienes que hacer —dijo alzando la voz y apuntándome con su dedo índice como siempre lo hace cuando me advierte algo.

—¿Qué gano casándome con él? —lo retó.

—Por favor, Gill, su padre es mi socio, tienes un futuro asegurado, ese hombre te comprara todos esos vestidos y zapatos que te gustan, después de que se casen Marcos será gerente, él ya está en la edad apropiada para tomar esas responsabilidades y necesita una esposa —lo noto desesperado.

—Entonces lo que necesita es una esposa, no tengo que ser yo, busquen a otra no quiero casarme con un tipo que me lleva casi 10 años —crucé mis brazos, mi ceño sigue fruncido y me tiembla el labio inferior, tengo ganas de llorar, estoy tan desesperada.

—Hija, por favor, tienes que ser tú, eres mi única hija —pone sus dedos índice y pulgar en el tabique de su nariz, cerrando los ojos tomando aire profundamente, tratando de controlarse para no gritarme.

—¿El problema es que no soy hombre? —levantó mi voz —si fuera hombre estarías muy contento presentándome el catálogo de las hijas de tus socios ¿verdad? o ¿por qué Violeta, la hija del Sr. Bennett no fue a la fiesta? Ella tiene mi edad, ¿por qué no le están buscando marido también? —solté con rabia y mis lagrimas salen, mi madre viene de la cocina con las tazas de café.

—Te vas a casar con Marcos y punto, es la única opción ya te dije, eres mi única hija y tu no vas a poder asumir una gerencia de la fábrica en un par de años la tomara el hijo de Chris —grita mientras mi mamá se sienta frente a nosotros, en su cara se ve lo preocupada que está por la discusión que tenemos, solo busca el momento para detenernos.

—Podría asumirlo si me dejaras ir a la universidad y prepararme, no tengo que casarme con nadie para tener un trabajo o ayudar con tu fabrica, hay más opciones —sollozo, casi suplicando y mi madre se acercó a mí a abrazarme.

—¡Ya basta! no sé quién te ha metido esas cosas en la cabeza, las mujeres no van a la universidad... y mañana necesito que te vistas decente, vamos a ir a la casa de los Bennett y tienes que comportarte, no quiero escuchar más estupideces me canse de tu grosería —me grita apuntándome con su dedo, tomó su taza de café y largarse a su habitación dando un portazo.

AMALTEA - Eddie Munson |  [1ra 𝑬𝒅𝒊𝒄𝒊ó𝒏]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora